Historia original de horror cósmico, suspenso y acción.
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El Hombre Sin Ojos. Pt17.
Carga una linterna grande, de esas de emergencia con muchas luces. El idiota presiona un botón y se ciega él mismo. Me río al ver lo idiota que es. Me mira y me responde, apuntando la linterna de color rojo directo a mi cara:
—Buenos días, detective.
La luz roja me ciega. Abro los ojos nuevamente. No reconozco este lugar. ¿Dónde estoy ahora? ¿Dónde mierda estoy? ¿Qué es este lugar?
Un corredor largo y oscuro se estira frente a mí, y una luz de un color rojo carmesí brilla en el fondo del corredor como si palpitara. Me quedo quieto, con el frío en la espalda. ¿Cómo llegué aquí? ¿Yo estaba en…? ¿Dónde estaba, qué estaba haciendo? ¿Por qué estoy aquí? Estoy seguro de que fui a la comisaría, o aún estoy en mi departamento dormido sobre mi cama.
En el corredor no se escucha nada. Nada más que mi respiración y una suave brisa que sale de la luz carmesí del final. Siento un ruido en una de las puertas pesadas de mi lado derecho. Una risa sale como de la pequeña ventanilla empañada que tiene en medio. No la abro. No quiero. Algo me dice que no lo haga… aún.
Parado frente a la puerta, con mi mano sobre la oxidada manija sin tocarla, escucho un papel deslizándose en el suelo debajo de mí. Miro abajo y veo una carta negra salir de debajo de la pesada puerta pegada al piso. La tomo y la miro con intriga. Por alguna razón veo como si desprendiera una leve neblina negra. No tiene nada escrito. La giro. Detrás tiene un diseño cadavérico con un dorado brillante. La vuelvo a girar y juro haber visto un As de corazones, apenas visible por el brillo del foco que palpita sobre mi cabeza. Algo me dice que no me la lleve, así que la dejo en el suelo, y digo en voz alta:
—Gracias, pero no soy muy bueno con los juegos de cartas.
Nadie responde del otro lado. Solo siento un frío brutal que sube por mis pies, sintiendo que alguien o algo me mira del otro lado de la puerta, clavando su mirada llena de odio en mis entrañas.
Estoy en el suelo. ¿Por qué?
Mi taza de café está frente a mi cara. Se derramó todo. Pero miro el líquido… eso no es café. Es sangre. ¿Qué mierda?
Me levanto del suelo de un salto. Miro de nuevo la taza en el suelo. Pestañeo y veo que solo es el café. No es realmente sangre.
Samuel me toma del brazo y me dice:
—Detective, ¿está bien? ¿Cómo fue que se cayó al suelo?
Mi mente está nublada. Solo escucho la voz de Samuel a lo lejos. ¿Qué mierda fue eso?
Saco mi libreta de sueños de mi chaqueta y anoto todo: el corredor, la luz rojo carmesí brillando al fondo, la puerta cerrada, la risa, la carta. Hago un dibujo del diseño que vi antes que se desvanezca de mi mente como los demás sueños. El frío que sentí y la sensación de la mirada tras la puerta. Todo anotado. Todo grabado. Se lo mostraré después a Héctor.
Vuelvo en mí y le respondo a Samuel:
—Tranquilo, estoy bien. Solo tropecé con la escala final por la estúpida luz que me echaste en los ojos, idiota.
Le doy un golpe con mi libreta en la cabeza. Se soba el pequeño golpe riendo y me pide disculpas. Lo miro y le digo:
—Como disculpa, toma mi taza y haz que Héctor la llene de nuevo, y tráemela a la oficina de tu tío. Y trae un trapo y limpia este desastre, idiota.
Samuel solo se ríe y toma mi taza del suelo. Baja las escaleras riendo. Es un buen chico.
Pero ahora… ¿qué mierda pasó?
¿Eso fue un sueño? ¿Pero olvidé cómo llegué a él? ¿Y ahora apenas lo recuerdo, como siempre?
Luego leeré la libreta de sueños con calma, junto a Héctor.
Entro a la oficina de Tom, sacudiendo mis pantalones. Lo miro y le digo:
—Hola, viejo. Dime, ¿qué ocurre? Héctor me dijo que viniera de inmediato.
Él me mira y me pide que me siente, así que solo lo hago. Con su voz grave me dice:
—¿Me puedes decir qué mierda pasó con el tipo del callejón frente a tu edificio?
Lo miro a los ojos y le respondo:
—Volví de la tienda y escuché cómo lo golpeaban en el callejón. Entré en él, pero me recibieron a balazos dos pelmazos de los 20 Killer, que le estaban pateando el alma a un estúpido teniente de los Cráneo Roto. Vio algo que no debía. Solo eso logré escuchar. Eso es todo. Lo pillé antes de que muriera desangrado en el callejón sobre los tarros de basura.
Tom me mira y me dice:
—Bien. Si eso pasó, eso pondré en el informe. Los federales están nerviosos. Creen que tú moliste a golpes al niño.
Lo miro con los ojos llenos de ira y le digo:
—El teniente llegó a la misma conclusión. Pero él cree que esto está montado para que vengan por mi cabeza y así crear una guerra entre los Cooling y los Cráneo Roto. Creo que me quieren a mí en medio, y que se peleen por mi cabeza.
Tom se levanta de su silla y camina a un archivero que tiene pegado al muro. Lo abre y saca dos vasos y una botella de whisky. Sirve los dos vasos y me desliza uno sobre el escritorio. Se toma el suyo de un trago y se sirve otro antes de cerrar la botella. Se sienta, dejando caer su pesado cuerpo sobre su enorme silla de burócrata. Bien merecida la tiene. Es el mejor en su trabajo para despellejar a los corruptos.
Mientras bebe su whisky, no despega la vista de la computadora de su escritorio. Teclea con una mano, con una agilidad ridícula para alguien con los dedos tan gruesos como los suyos. Se sumerge por completo en el informe… y en su vaso de whisky.