Maldición Butler

Erick se siente extraño, lo que no se atrevía a decirlo lo dijo. Sonríe como un chiquillo, piensa en Laurence toda la tarde, pero una llamada lo devuelve a la realidad. Era su madre quien llamaba.

- ¡Aló! Mamá.

- ¡Aló, mi hijo! ¿Cómo estás? ¿Tan ocupado estás que no llamas?

- Estoy con un trabajo de exposición y mis clases de francés que están volviéndose difíciles.

- ¿Tan difícil es el francés? – mamá muestra preocupación.

- Sí, es difícil, pero una amiga me ayuda y bastante. – piensa que eso cierra el tema.

- Que bueno saber que haya alguien que te ayude.

- Si mamá, sí. Ella es la quien me ayuda desde el primer día.

- Es bonito tener una amistad así.

- Mamá no empieces. – se impacienta.

- Estas impaciente, acaso te gusta la muchacha.

- Mamá, es asunto mío. – le hace sentir su incomodidad.

- Soy tu madre y no una de por allí, háblame mejor. - le reclama.

- Me molesta eso de ti, te gusta sermonear.

- No es cuestión de sermonear – se pone firme la madre - Solo quiero que vayas con cuidado, que no vayan a lastimar tu corazón.

- Tú qué sabes que heridas si nunca has tenido un hombre antes de mi papá.

- Porque he visto gente sufrir, y no quiero eso para ti. Y porque eres mi hijo me preocupa que una cualquiera se burle de tus sentimientos.

- Laurence no es una cualquiera. – levantó la voz – No te expreses así de ella.

Erick cortó la llamada, su madre quedó con una mano sobre el corazón, le preocupa que su hijo tenga que sufrir el mal de amores. No puede evitar dejar unas lágrimas, no se imagina sentir a su hijo que llame con lágrimas porque la relación terminó.

Los hermanos Fontainebleau van juntos en el auto de Hugo. Ellos son felices estando juntos, hacen todo lo que quieren sin que nadie les diga nada, se sienten libres, no parecen hijos del ministro.

- Felicitaciones, mi querida hermana, fuiste brillante al decir que no a Valentin. – la halagó Julien.

- No es para tanto. Es difícil ser hija de un ministro, hay muchos protocolos que seguir. – se quejó.

- Estábamos preocupados por lo que ibas a decir. – asegura Hugo – Pero sentimos paz al escuchar tu cátedra. – la busca por el retrovisor.

- Oye, y la llamada que recibiste, ¿Quién fue? ¿El británico? – Julien no puede esperar por el comentario.

- Adivinaste bien, - responde Laurence – Erick ya tiene las diapositivas, solo hay que hacer ajustes.

- Tanta llamada por eso. – Julien quiere toda la sopa de golpe.

- Le fue difícil decir que yo le gustó y mucho. – concluye la hermana.

Hugo dio un frenazo en seco, no esperaba eso, pero volvió a arrancar puesto que estaban en plena avenida, aunque puso las luces para aviso al chofer de atrás, tuvo que respirar hondo antes de poner en marcha nuevamente el vehículo.

- Oye, Hugo, maneja bien, ¿Quieres? – protestó Julien – mira no más que terrible sacudida.

- ¿Sabes lo que eso significa? – Se alteró Hugo – un Butler se le ha declarado a nuestra hermana.

- ¿Y? Cuando descubra la verdad tendrá que dar un paso al costado. – señala Julien con la voz agitada.

- Él no tiene la culpa de las estupideces del abuelo. – levanta la voz para tapar la de Julien.

- Maldijo nuestra familia. – intenta razonar Julien levantando la voz.

- No peleen. Hugo tiene razón, después de todo, Erick no es culpable del cabrón de su abuelo. Es más, debemos enfocarnos en como destruir las brujas de Salem.

Los hermanos guardaron silencio, pero la atmósfera está cargada, abren las ventanas para respirar aire fresco.

Laurence piensa en Erick, no pensando en él como enamorada, sino como amiga, como decirle la verdad de la rivalidad entre las dos familias. Mañana, ellos se verán en la facultad, ¿Qué puede pasar con el británico si le dijo que no al hijo del presidente?

A la noche, Erick le escribe a Laurence: “Querida Laurence, he tenido una discusión con mi mamá y no estoy en condiciones para hacer una llamada. Nos vemos mañana te quiero mucho. Atte. Erick”.

Laurence lee el mensaje y sonríe, pero se acuerda que tiene la tarjeta de Valentin, vacila en agregar el número, pensando bien le conviene guardar el número, porque si pierde el número puede tomarlo a mal. Aún no tiene ninguna información acerca de él, por lo tanto, debe pensar muy bien que mensajes escribir y cuando escribir.

Al día siguiente, Laurence se levanta con el llamado de papá, ella baja a desayunar con una cara fresca.

- Buenos días, hija – dice su madre - te veo contenta ¿Ya te has comunicado con Valentin? Es un chico guapo, bien educado.

- No, no le he hablado. Ni veo la necesidad de hablarle por el momento. - contesta Laurence con toral frescura.

- ¿Cómo? -  Marianne se quedó helada – ¡Un chico tan guapo como Valentin y que no te guste!

- No me atrae el físico, lo pienso investigar, puede que para impresionar mienta. Debo tener una base de datos para saber cómo tratarlo.

- ¿Tratar? ¿Saber tratar a quién? – preguntó papá ajustándose la corbata.

- Laurence quiere investigar a Valentin. - responde Marianne.

- Pero, hija, él es un buen muchacho.

- Está obsesionado, no enamorado. Eso es toxico y no pienso hablarle sino dentro de unas semanas.

- Camino a la universidad podemos hablar. – Charles quiere saber lo que piensa y lo que siente su hija.

- Olvídalo papá tengo que prepararme para la exposición, y Erick todavía le cuesta la fluidez al hablar nuestro idioma.

-Tenle paciencia, es extranjero. Sería bueno que le ayudes cada vez que se pueda para que se le haga más fácil.

- Ok, lo tendré en cuenta.

- Hija, come que ese enfría. – mamá le hace recordar que el desayuno fue servido.

Camino a la universidad, padre e hija casi ni hablan, sino a penas lo necesario, Laurence tenía sus papeles a la mano. Al llegar, se bajó sin despedirse de su padre. Charles nota algo raro en su hija, él cree que la reunión del día ayer, la presencia del hijo del presidente la dejó conmocionada entre comillas.