Adriano Mancini, un mafioso de Sicilia, dueño de varios casinos, frío y despiadado, le hará una propuesta a Alice, una bella joven que acaba de entrar en uno de sus casinos para ayudar a su hermano que ha contraído una elevada deuda de juego.
Alice tendrá que elegir, o firma el contrato de matrimonio, o su único hermano muere.
El sueño de Adriano es ser padre, pero quiere una mujer pura, que dé a luz a su hijo, con un pasado que no le gusta recordar, se niega a volver a amar a una mujer, pero será imposible luchar contra el amor que sentirá por Alice, su esposa por contrato.
Una historia de amor de un gángster con un corazón tan frío como el hielo, que acabará derritiéndose por su mujer que para él, sólo era un contrato.
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Capítulo 3
A la mañana siguiente...
Alice se levanta temprano, se prepara el desayuno, se ducha, se pone una falda compuesta y su blusa más nueva, que para ella ya llevaba seis meses, y sale de casa para ir a trabajar.
Mientras caminaba, todavía en la calle de su casa, un coche Bugatti La Voiture Noire, totalmente oscuro, se detiene junto a ella, asustándola.
Adriano baja la ventanilla del coche y dice:
-Venga.
Tenía un aire de soberanía con poder sin necesidad siquiera de cambiar su semblante.
Alice lo mira y no sabe cuál de los dos es más oscuro, si el coche o su dueño.
-Tengo que trabajar, no puedo llegar tarde, -habló ella.
La mira y piensa:
💭"Esa mujer es atrevida o muy inocente"💭.
-Te dejaré en tu trabajo. Primero iremos a un sitio -dijo-.
Después de unos minutos ambos se bajan y entran en un notario y oficializan la unión de los dos, ahora ella era una mujer casada, de vuelta al coche hace todo el camino en silencio rezando para que él no entre en la empresa en la que trabaja.
Cuando se acercan a la misma calle que la empresa dice:
-Puede dejarme aquí, por favor.
-Yo también entraré en la empresa. Entonces no te dejaré salir del coche ahora", dijo, deteniendo el coche.
-Me prometiste que... -habló ella, y luego fue silenciada por su mirada fatal.
-¿Tienes miedo de que todos en el trabajo sepan que te bajas del coche conmigo?
-Sí -dijo-.
Era cierto que Alice le intrigaba, no le ocultaba nada, ni siquiera parecía tenerle miedo, así que decide creer que está siendo ingenua y abre la puerta del coche y dice:
-Por ahora dejaré que te sientas a gusto, pero cuando te mudes a mi mansión, no me importará si quieres o no que te vean en tu lugar de trabajo conmigo, puedo sacarte de esta empresa si sigues pidiendo que no te vean a mi lado, ¿entiendes Alice?
Para Adriano, que una mujer no quiera ser vista con él era como pisar su ego.
Ella sólo asiente con la cabeza y él vuelve a conducir.
En cuanto se detienen frente a la empresa, Alice intenta abrir la puerta, pero está cerrada.
-Sólo saldrás de este coche cuando me des un beso -dijo-.
Alice se acerca a él y espera que la bese.
-Vamos, preciosa, o llegarás tarde al trabajo -dijo-.
Alice se acerca y le besa.
Luego dice:
-dije un beso.
Los dos intercambian miradas hacia la boca del otro y ella se muerde los labios, Adriano acerca su cara a la de ella y la respiración de Alice se hace más profunda y rápida, entonces él acerca sus labios a su oído y le susurra:
-No me hagas esperar hermosa.
Le sujeta la nuca y las frentes de ambos se juntan.
Ella respira profundamente, muy avergonzada, le besa y Adriano le devuelve el beso inmediatamente.
Sus labios se tocan, sus lenguas se abrazan como si llevaran un ritmo caliente y placentero. En cuanto se quedan sin aliento, los dos detienen el beso y Adriano desbloquea la puerta y ella sale apresuradamente sin mirar atrás.
La observa entrar en la empresa y luego aparca el coche, después coge un maletín con documentos y se baja del coche, entra en la empresa donde trabaja Alice y las mujeres de allí lo admiran, que despertaba el deseo de muchas, no sólo por su belleza, sino también por el poder que tenía con trajes caros y un perfume capaz de dejar huellas por donde pasaba.
-Buenos días, señor Mancini -dijo Eugenia, la secretaria de Massimo, que le esperaba en la entrada del ascensor-.
Adriano mira a Alice, que estaba evitando el contacto visual con él, y luego dice
-Señorita Alice, ¿podría acompañarme a la oficina de su jefe?
Ella le mira incrédula y asustada, dice:
-Si... Sr. Mancini, sólo soy una recepcionista, no puedo salir de aquí.
Eugenia, que era amiga de Alice, pero también sabía que Massimo siempre se esforzaba por complacer a su mejor cliente, Adriano, dice:
-Alice, por favor, acompaña al señor Mancini, yo me quedaré en tu lugar hasta que él vuelva, no te preocupes.
Alicia sale de la recepción, desolada, parecía que iba a un velatorio, con la cara triste y Eugenia la mira sin entender nada de lo que estaba pasando, ya que siempre estaba sonriente y amable con los clientes.
En el ascensor, Alice está cabizbaja y él dice:
-Pensé que eras una buena recepcionista, al menos las otras dos veces que estuve aquí, siempre sonreías a los clientes -dijo, revelando que ya la conocía.
-Lo siento, señor Mancini -dijo, esbozando una pequeña sonrisa-.
La puerta del ascensor se abre y Massimo mira a Adriano y Alice, un poco sorprendido.
-Señorita Alice, ¿puedo ayudarla en algo?", preguntó Massimo.
Ella se sonroja y antes de que pueda decir nada, Adriano le responde:
-Me acompaña.
Los tres entran en el despacho y Massimo pregunta:
-Alice, puedes volver a la recepción, muchas gracias por acompañar al Sr. Mancini.
-¡Se queda! -dijo Adriano.
-Pero señor Mancini, me temo que no es conveniente que esté presente, -dijo Massimo.
-¿Quieres ir en contra de lo que estoy diciendo Massimo?
-No, es que... -dijo, siendo interrumpido por Alice.
-Cariño, el señor Massimo tiene razón, tengo que volver al trabajo -dijo ella usando su encanto para que Massimo no perdiera a ese peculiar cliente.
Adriano mira sorprendido a Alice, no se imaginaba que ella sería lo suficientemente inteligente como para persuadirle y le dice:
-Querida, siéntate, necesito que estés presente para lo que voy a decirle a Massimo.
Se sienta y pronto Adriano dice:
-Quiero que el treinta por ciento de las acciones de tu bufete estén a nombre de Alice, a partir de ahora, ya no será recepcionista, quiero que haga prácticas aquí, como abogada, ya que está estudiando derecho, ¿me explico?
Massimo se sorprende y se limita a responder
-¡Sí! Lo haré ahora mismo.
-También quiero que tenga su propia habitación -dijo Adriano-.
Alice toca su mano y dice:
-Siento interrumpir, pero no quiero una habitación sólo para mí, la gente pensará que sólo he ascendido de puesto porque tengo un romance con algún superior de la empresa.
-Eres mi mujer, el que piense eso será despedido inmediatamente -dijo Adriano-.
Massimo conocía el poder de Adriano en Sicilia y si no estaba de acuerdo con todo, su empresa, de sobra conocida, estaría en quiebra en cuestión de segundos si el mafioso así lo quería.
-Acepto el puesto como becaria, realmente será de gran importancia para mí, pero no quiero las acciones y una habitación, por favor, cariño -dijo tratando de persuadir al hombre con el que estaba obligada a casarse.
No quiero las acciones ni la habitación, por favor, cariño -dijo ella tratando de persuadir al hombre que se vio obligado a casarse-. Bela, sólo la habitación estoy de acuerdo en que la conquistes con tu inteligencia y crecimiento en la empresa, pero en cuanto al resto, aunque me llames amor, no cambiaré de opinión -dijo él cogiéndole la mano-.
Sigue...