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FÉNIX

FÉNIX

Status: En proceso
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Mujer despreciada
Popularitas:155.9k
Nilai: 5
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

⚠️✋🔞

"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.

Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.

¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Reflejo...

La gala transcurría con el brillo impoluto de los grandes eventos. la gala en el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid, las copas de cristal tintineaban, risas sofisticadas flotaban entre columnas doradas, y vestidos de diseñador se deslizaban como olas de seda sobre los pisos de mármol. Música de cuerdas llenaba los espacios, mientras los empresarios más influyentes de Europa se reunían entre conversaciones estratégicas y brindis cargados de apariencias.

Karina descendió lentamente por la escalinata principal, vestida con un el hermoso vestido verde esmeralda. que resaltaba el contraste con su piel delicada. A su lado, Juan Diego caminaba altivo, saludando con esa sonrisa que solo reservaba para las cámaras y los socios. Sus dedos apretaban con fuerza la cintura de su esposa como recordándole a quién pertenecía.

Karina sonreía. O fingía hacerlo. Su rostro impecable no dejaba ver las grietas, pero sus ojos… sus ojos delataban una tormenta interna, un naufragio constante. Desde lo alto, se sentía como una marioneta de lujo, vestida para el espectáculo, mientras dentro de ella solo quedaba un eco sordo de su antigua libertad.

Fue entonces cuando la vio.

Entre las invitadas, destacando por su elegancia sobria y su porte sereno, estaba Amanda. Su madre. Los años habían marcado su rostro con suavidad, pero era la mirada lo que hablaba más fuerte: una mirada cargada de amargura contenida, de silencios nunca dichos, de derrotas calladas.

Cuando los ojos de madre e hija se encontraron, algo se rompió dentro de Karina.

Ambas se quedaron en silencio por un instante, como si se vieran la una en la otra. Amanda vio claramente en los ojos de su hija la misma tristeza con la que había aprendido a vivir. La reconoció como una vieja amiga: la desesperanza.

Pero no dijo nada.

Avanzó hacia su hija con una sonrisa cuidadosamente dibujada y abrió los brazos.

—Mi princesa —susurró Amanda mientras la abrazaba—. Estás absolutamente radiante. No hay duda de que eres la envidia de toda Europa. Casada con el señor Juan Diego Morales… ¡quién lo hubiera imaginado! Ese hombre es un verdadero caballero. Firme, seguro, todo un señor. Las mujeres deben mirarte con celo, querida.

Karina tragó saliva. Quiso decir algo. Quiso gritar. Pero su madre no le dio espacio.

—Tienes una vida soñada, Karina. No todas las mujeres tienen la suerte de estar al lado de un hombre tan importante. Ser la esposa de un magnate como el señor Juan Diego es un privilegio. Una posición así no se gana dos veces.

—¿Aunque duela? —preguntó Karina en voz baja, apenas audible entre el bullicio.

Amanda ladeó la cabeza, como si no la hubiera escuchado… o como si hubiera elegido no hacerlo.

—A veces hay que saber llevar las cosas. Ser fuerte, discreta. Las grandes mujeres saben cuándo hablar y cuándo simplemente... brillar. Tú lo estás haciendo muy bien, hija. Estoy orgullosa de ti.

Karina la miró en silencio. Amanda no la veía. No de verdad. La mujer que le había dado la vida ya no era capaz de notar los gritos ahogados que vivían detrás de sus pestañas. O tal vez sí los veía, pero estaba tan rota que ya no creía posible otra salida que no fuera la resignación.

Amanda, marcada por años de sumisión al carácter violento de Fernando Sotomayor, su esposo y padre de sus hijos, había aprendido a sobrevivir así. Y sin saberlo, estaba empujando a su hija por el mismo camino.

Karina se sintió más sola que nunca.

No tenía refugio. No tenía una aliada. No tenía a su madre.

Tenía que salvarse sola.

Mientras seguía abrazada y recostada levemente sobre el hombro de su madre, una oleada de recuerdos se abrió paso como una marea implacable. Cerró los ojos un segundo, y de inmediato se vio a sí misma, niña otra vez, escondida tras la puerta entreabierta del comedor familiar.

Los gritos de su padre retumbaban en su memoria como truenos.

—¡No sirves para nada, Amanda! ¡Eres un estorbo! —gritaba Fernando Sotomayor, el patriarca, con los puños cerrados y la furia en la mirada.

Veía con nitidez cómo su madre encogía los hombros, cómo se hacía pequeña para no provocar más ira, cómo lloraba en silencio mientras recogía los platos rotos y las palabras hirientes con la misma resignación con la que una prisionera recoge sus cadenas.

La veía aguantando los golpes. Las marcas. Las humillaciones. La negación como mujer, como persona.

—Tápate. Nadie quiere ver ese cuerpo tuyo —decía su padre una y otra vez, como si Amanda no mereciera ni siquiera sentirse atractiva, como si el simple hecho de existir fuera un error que debía ocultar.

El recuerdo era nítido, cruel, despiadado. Y ahora, años después, su madre repetía el patrón frente a ella con una sonrisa fingida, con palabras de adorno que pretendían maquillar la realidad. Esa que Karina también vivía en carne propia.

Sintió que se ahogaba.

Sintió que no tenía aire. Que el salón, por más lujoso y espacioso que fuera, se encogía a su alrededor.

—Yo no quiero esto… —susurró sin darse cuenta, con la voz quebrada, apenas audible contra el perfume dulce de su madre.

Amanda se tensó levemente, pero no dijo nada. Acarició suavemente la espalda de su hija, como si con ese gesto pudiera calmarla, como si no supiera, o no quisiera saber, lo que se escondía detrás de esas palabras.

Karina no se veía resistiendo años de matrimonio en una relación destructiva. No quería despertar un día, con los ojos apagados y el alma desgastada, como su madre. No quería vivir anulada, invalidada, rota.

No quería ser Amanda.

Y, sin embargo, ahí estaba, caminando en sus mismos pasos.

Cerró los ojos con fuerza, y una lágrima se deslizó por su mejilla, silenciosa, amarga, como el futuro que temía. Juan Diego estaba al otro lado del salón, conversando con inversionistas alemanes, rodeado de risas falsas y adulaciones. Levantó la vista un momento y la buscó con la mirada. Cuando sus ojos se encontraron, Karina disimuló rápidamente la emoción. Se obligó a sonreír. A representar su papel.

—Mamá… —murmuró de nuevo—. ¿De verdad crees que todo esto vale la pena?

Amanda le acarició el cabello y sonrió con tristeza.

—Querida, la vida nunca es como una la imagina. Pero al menos tú estás al lado de un hombre importante, alguien que te da una buena posición… Eres admirada, respetada. ¿No es eso lo que cuenta?

Karina apretó los dientes. El nudo en la garganta era tan grande que apenas podía tragar saliva.

¿Respetada? —pensó—. ¿Desde cuándo un hombre que golpea, humilla y abusa representa respeto?

Pero no dijo nada. Ya no esperaba respuestas. Solo confirmaciones de que estaba sola en esto.

Se separó levemente del abrazo y forzó una sonrisa.

—Gracias por venir, mamá.

Amanda asintió y le acarició la mejilla, sin ver la tristeza detrás del maquillaje.

Karina se giró con elegancia y se encaminó hacia su esposo. La ovación de la sala crecía a su alrededor como un mar artificial de aplausos. Pero por dentro, ella seguía caminando entre ruinas.

El cínico magnate tomó la mano de Karina con aparente delicadeza, entrelazando sus dedos con los de ella como si fueran un símbolo de unidad, aunque en realidad eran cadenas. Luego, con una sonrisa triunfal, la exhibió ante los empresarios alemanes y españoles como quien muestra un trofeo valioso, una joya única que solo él tenía derecho a poseer.

—Permítanme presentarles a mi esposa, Karina Sotomayor —anunció con voz engolada—. Inteligente, elegante... y la mujer más bella de toda España, si me permiten decirlo.

Las risas educadas de los presentes no se hicieron esperar. Las esposas de los empresarios sonrieron con cortesía, algunas incluso con una pizca de envidia mal disimulada. Los caballeros estrecharon la mano de Karina con modales impecables y expresiones cordiales.

Sin embargo, uno de los alemanes, un hombre joven, alto, de porte distinguido y mirada serena, se detuvo por un segundo más de lo habitual en los ojos de Karina. Su gesto no fue lascivo ni atrevido; al contrario, lo que brotaba de sus pupilas era una admiración genuina, como quien contempla una pintura que conmueve el alma. No había palabras, ni sonrisas ocultas. Solo respeto... y una admiración que, por sutil que fuera, fue suficiente para detonar la bomba que Juan Diego llevaba por dentro.

Los labios del magnate se curvaron en una mueca apenas perceptible. Su mandíbula se tensó y sus ojos chispearon con una furia que ocultó tras una copa de vino que llevó a sus labios.

—Disculpen, señores —dijo unos minutos después con voz suave—. ¿Hans? ¿Podríamos hablar en privado un momento? Tengo una propuesta de inversión que podría interesarte.

Hans, el joven empresario alemán, asintió sin sospechar nada.

—Por supuesto, señor Morales.

Juan Diego lo condujo con aparente camaradería por uno de los pasillos laterales del prestigioso salón de eventos. Apenas estuvieron fuera de vista, su mano se cerró como un cepo sobre el cuello del alemán, empujándolo contra la pared con violencia.

—¿Qué demonios crees que estabas haciendo? —escupió con los dientes apretados—. ¿Te pareció buena idea mirar a mi esposa como si fuera una cualquiera?

Hans se quedó helado.

—No... no fue mi intención, señor. Solo la saludé... con respeto.

Juan Diego no escuchó razones. Su puño se alzó con rapidez y descargó el primer golpe directo en el rostro del alemán. Luego vino el segundo, el tercero… cada uno más fuerte que el anterior. El joven intentó defenderse, pero la sorpresa y la brutalidad del ataque no le dieron tiempo a reaccionar.

—¡Ella es mía! ¡Mía! —gritaba el magnate, fuera de sí, mientras lo golpeaba sin piedad—. ¡Ni siquiera se te ocurra volver a mirarla!

Hans cayó al suelo con el rostro ensangrentado. Juan Diego lo observó un segundo, respirando con fuerza. Luego se sacudió los puños con calma, se acomodó la chaqueta del traje y regresó a la gala como si nada hubiese pasado.

Cuando Karina lo vio regresar, su corazón dio un vuelco. Había algo en su mirada, una sombra oscura, una bestia agazapada. Supo, sin que él dijera una sola palabra, que algo terrible acababa de suceder. Y aunque su esposo se acercó, tomó su copa y le sonrió con dulzura fingida, ella sintió cómo el hielo le recorría la columna.

El monstruo estaba suelto otra vez...

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Olga Ortiz
excelente novela, me encanta como escribes, gracias
Olga Ortiz
solo enfrentando con ayuda profesional y con un amor como Massimo te tiene, solo así podrá dejar de lado ese trauma
Olga Ortiz
cada día fortalecen más su amor, serán muy felices
Olga Ortiz
no creas que Karina es la zorra de Aitana, ella si lo ama de verdad y después de pasar por todo, eso también sabe ser agradecida y no dejará que le hagan nada a ella y a Massimo
Mary Gonzlz
más capítulos autora escritora porfa
Olga Ortiz
que tierno es Massimo con Karina, espero que esté amor los fortalezca y nadie los pueda separar
Olga Ortiz
la novela es muy buena, tiene una buena temática, espero que pronto se recupere que pueda sentirse bien para que pueda hacer lo que quiera en la vida entre esas escribir, porque lo hace muy bien
Olga Ortiz
el infierno está aquí mismo en la tierra y nadie se va sin pagar lo que se debe, haber matado a su propio hijo por celos que solo en su mente sucia había, eso no tiene como pagarlo
Olga Ortiz
eso no es nada más y nada menos lo que merece un monstruo como ese, así debería ser la justicia para todas las mujeres que han tenido que sufrir toda esa violencia por alguien no sólo su esposo, hasta hay algunas que no sobrevivieron a esa furia
Olga Ortiz
que Juan Diego, tu mismo te hechaste la soga al cuello, se te cayó la mascara
Olga Ortiz
no creo que alguien se coma el cuento de ese mal nacido
Olga Ortiz
eso es Massimo, deja en claro todo lo que pasó en la vida de Karina desde que ayudaste a Karina
Olga Ortiz
me alegro que al fin los hermanos abrieron los ojos y se dieron cuenta de lo que hacían
Olga Ortiz
estás acorralado Juan Diego, vas a ir a la cárcel
Olga Ortiz
ese degenerado es un enfermo mental, nadie en su sano juicio hace algo así
Olga Ortiz
quisiera ver la cara de ese bicho cuando supo que ese niño era suyo
Olga Ortiz
ya se dieron cuenta de que juntos son fuertes y que su conexión es muy importante
Olga Ortiz
nooo puede ser que sea tan degenerada de traicionarlo
Olga Ortiz
ya me imagino lo detestable de esa mujer, como para que Massimo haya sufrido por ella
Olga Ortiz
Massimo no hace sino ganarse su corazón, y pronto lo logrará
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