Esther era la hija ilegítima de una familia acaudalada, cuya hermana decidió irse por "amor" con el hombre que ella tanto amaba. Él contra de Arthur, un vaquero muy apuesto, era su pobreza y cuando su hermana sintió en carne propia lo que era el hambre, decidió abandonarlo junto a su hija recién nacida, para irse con su amante.
Pese a que su cuñado intentó por todos los medios salir adelante, no tuvo de otra más que recurrir a ser un bandido, encontrando así su muerte y la de su hija. Por eso, usando su habilidad secreta, Esther hará un trato con el mismo diablo y si logra traer de regreso las almas de ellos, que han reencarnado en otro mundo, dentro de la historia de "La amante del embajador" este haría que por fin ellos tuvieran un final feliz.
¿Logrará darle una nueva vida a su cuñado?
¿Podrá su sobrina al fin tener una existencia tranquila?
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CAPÍTULO 14
—Entiendo tu temor —dijo en tono suave—no te pediré que te pongas en peligro. Pero necesito pruebas sólidas para ayudar al embajador a proteger a su familia. ¿Hay otra manera de obtener la información sin ponerte en riesgo?
La joven lo miró con desconfianza, pero la promesa de una recompensa mayor parecía tentadora.
—Quizá… —dijo tras un momento de reflexión—hay una forma. La jefa guarda registros de todas las transacciones en una caja fuerte en su oficina. Si logras acceder a ella, encontrarás las pruebas que necesitas. Por lo general, de cuatro de la mañana a diez de la mañana, el despacho queda solo.
Byron suspiró mientras asentía y analizaba lo que había escuchado. El problema más grande, aparte de infiltrarse, sería el poder abrir dicha caja fuerte.
—¿Podrías ayudarme a entrar sin ser visto?—preguntó, manteniendo la voz baja y tranquila.
La joven dudó, mordiéndose el labio. Finalmente, asintió.
—Sí, pero tendrás que ser rápido y silencioso. La jefa tiene ojos por todas partes—expresó preocupada.
Byron asintió de nuevo, agradecido. Prometió volver a la madrugada del día anterior, por lo que la esperaba en la puerta donde había ingresado. Si era capaz de ayudarlo, le resolvería su vida y dejaría de trabajar en el burdel para siempre.
Byron se dirigió rápidamente de regreso a la mansión del embajador. Sabía que el tiempo era esencial y que debía hablar con su señor para encontrar una forma de acceder a la caja fuerte de la administradora del burdel.
Con la evidencia en mano, Alexander tendría una poderosa herramienta para proteger a su hijo y enfrentarse a la malvada bisnieta del rey. Hasta él, quien se le fue inculcado de niño respetar a la realeza, le daba asco esa mujer.
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Al llegar a la mansión del embajador, Byron fue recibido por los guardias que, tras verificar su identidad, le permitieron el acceso.
Sin perder tiempo, se dirigió directamente al despacho de Alexander, donde lo encontró revisando algunos documentos con expresión preocupada.
—Señor—lo llamó Byron, entrando con decisión—necesito hablar urgentemente con usted.
Alexander levantó la mirada, sorprendido por la urgencia en la voz de su mayordomo.
—¿Qué sucede, Byron? —preguntó, dejando los documentos a un lado y prestando toda su atención al mayordomo.
Byron le contó lo que había descubierto en el burdel y la propuesta de la joven para acceder a la caja fuerte de la administradora.
—Entonces, ¿crees que hay pruebas que puedan incriminar a mi esposa? —inquirió Alexander, frunciendo el ceño con expectativa.
—Sí, señor —respondió Byron con determinación—pero necesitamos actuar con rapidez y discreción.
Alexander asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. No podían dejar pasar aquella oportunidad de oro, y más ante la insensatez de su esposa. Jamás se habría imaginado que usaría su asignación real para pagar su adulterio y que dejar evidencias tan claras a su paso.
—De acuerdo, mañana te daré unas ganzúas encantadas que el equipo de seguridad de la embajada usa en caso de que haya algún incendio y las puertas se atoren—expresó emocionado—necesitamos asegurarnos de que nadie se entere de esto.
Byron salió del despacho y se preparó para la misión que les esperaba el día siguiente. Haría lo que fuera necesario para asegurar un futuro seguro para el hijo del embajador, y así mismo desenmascarar a la malvada mujer que había dado a luz a un niño tan dulce como el joven señorito.
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Una vez volvió a estar solo, Alexander siguió revisando el estado de su cuenta. Aparte del dinero que él ganaba en su puesto y de la asignación que recibía al ser esposo de Alicia, no tenía nada más, ni siquiera bien más que la mansión que se le fue dada al momento de su matrimonio.
Se preguntaba cómo había llegado a este punto, cómo había permitido que su vida se convirtiera en un juego de poder y engaños. Fue allí que el enojo lo carcomió aún más, ya que se había dado cuenta de que incluso el dinero que había heredado de su padre se había ido para su esposa.
Si él no odiara tanto a su padre, estaría dispuesto a luchar por el dinero que su esposa le había robado con la justificación de tener un "seguro de vida" que cubriría a su hijo, aunque estuviera a nombre de ella. No obstante, realmente lo que le importaba era todo el dinero que había ganado como embajador.
Mañana aprovecharía para ir al banco e intentar desviar un poco de sus recursos a una cuenta en el exterior, cerca de "Las Américas". Una vez allí, desviaría su rumbo a otro banco, de modo que no lo pudieran rastreas. El resto de su dinero salarial, lo iría destinando poco a poco a cuentas con nombres falsos.
Si todo iría de acuerdo a sus planes, podría destinar la mitad de su fortuna al nuevo mundo de manera paulatina y sin sospecha alguna, en un tiempo no mayor de un mes. Fue así que agradeció la asignación que el rey le daba por su matrimonio, ya que pudo ahorrar mucho sin necesidad de tocar su sueldo directo.
Alexander se levantó de su escritorio y se dirigió a la ventana, donde contempló la entrada iluminada de su mansión. Allí notó que dos carruajes llegaron al mismo tiempo, bajando de ellos tanto su esposa como su amante. Observando como Alicia, al ver a su hermana, caminó rápido hasta ella, quedó sin palabras ante la fuerte cachetada que le había dado.
—¡Quién te crees que eres!—gritó cacheteándola de nuevo—¡¿Cómo te atreves a salir sin permiso?! ¡Ayer fue tu día libre!
El golpe de la cachetada fue tal, que terminó por dejarla en el piso mientras su cofia se soltaba de su cabello. Cerrando con fuerza sus ojos, Penélope sabía que debía aguantar para no levantar sospechas por parte de Alicia.
Alexander observó la escena con una mezcla de incredulidad y furia contenida. Sabía que las relaciones entre su esposa y su amante eran tensas, pero nunca había presenciado un enfrentamiento tan directo entre ellas. Al menos esperaba que Alicia intentara mantener la poca cara que le quedaba en la sociedad.
i puedan ser felices cuando todo termine😮💨😮💨