Sarah es una bailarina de ballet que, por primera vez, logró firmar con una compañía. Durante uno de sus tours, conoce a un hombre que está completamente enamorado de ella. Él amenaza con arruinar su carrera si ella no firma un contrato con él. ¿FIRMÓ ELLA EL CONTRATO? ¿QUE QUIERE EL DE ELLA?
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Capitulo 14
La Huida
"¡No, yo no sabía nada!" supliqué, en un vano intento de defenderme. "Por favor, Volkov, créeme."
Volkov me miró con desprecio, acercándose a mí con pasos amenazantes.
"¿Crees que soy estúpido, Sarah?" escupió, apuntándome con la pistola. "Vi cómo mirabas a Petrov, cómo te entendías con él. ¡Eras parte de su plan para traicionarme!"
Retrocedí, sintiendo que el miedo me paralizaba.
"¡No, te lo juro!" grité, desesperada. "Yo no quería nada de esto, Volkov. Yo solo quería ser libre."
Volkov soltó una risa amarga.
"¿Libre?" se burló. "¿Acaso olvidaste que me perteneces? ¡Tu vida me pertenece!"
Sentí que las lágrimas ardían en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. Tenía que encontrar una manera de escapar de esta pesadilla.
"Por favor, Volkov", supliqué. "No me hagas daño. Haré lo que sea, pero por favor, déjame ir."
Volkov me miró con una expresión de desprecio.
"¿Crees que puedes jugar conmigo y salirte con la tuya?" gruñó. "Pues te equivocas, querida. Nadie se burla de Andrei Volkov y sale ileso."
Antes de que pudiera reaccionar, Volkov me agarró del brazo y me arrastró fuera de la suite, alejándome del cuerpo inerte de Petrov.
Me llevó a toda prisa por los pasillos del hotel, hasta que llegamos a un estacionamiento subterráneo. Allí, un chofer nos esperaba con un lujoso automóvil.
"Vámonos, rápido", ordenó Volkov, empujándome al interior del vehículo.
El chofer arrancó de inmediato, y yo me aferré al asiento, temblando de miedo.
"¿A dónde me llevas?" pregunté, con voz temblorosa.
Volkov me miró con una sonrisa siniestra.
"Lejos de aquí, mi querida Sarah", respondió. "Muy lejos."
El trayecto se me hizo eterno, y mientras el automóvil se alejaba de la ciudad, mi angustia solo aumentaba. ¿Qué planeaba hacer Volkov conmigo? ¿Acaso iba a matarme por traicionarlo?
Finalmente, llegamos a una lujosa y aislada villa, rodeada de un enorme terreno privado. Volkov me guió hacia el interior de la propiedad, y yo me sentí como una prisionera siendo conducida a su celda.
Una vez dentro, Volkov me ordenó que lo siguiera hasta una habitación que parecía ser su despacho personal.
"Siéntate", dijo, señalando un sillón.
Obedecí, sintiéndome cada vez más aterrada. Volkov se acercó a un bar y sirvió dos copas de whisky, ofreciéndome una.
"Bebe", ordenó.
Dudé por un momento, pero el miedo a desafiarlo me hizo tomar la copa y beberla de un trago.
Volkov se sentó frente a mí, con una expresión seria en su rostro.
"Bien, Sarah, creo que es hora de tener una conversación honesta", dijo, en un tono que me heló la sangre.
Tragué saliva, sintiendo que el corazón me latía con fuerza.
"¿Qué... Qué quieres decir?" pregunté, con voz temblorosa.
Volkov tomó un sorbo de su bebida, sin apartar sus ojos de mí.
"Quiero saber exactamente qué planeabas hacer con Petrov", dijo, en un tono gélido. "Y te advierto que no toleraré más mentiras."
Sentí que el miedo me paralizaba, pero sabía que no podía seguir mintiéndole. Reuní todo el valor que me quedaba y respondí:
"Yo... Yo no sabía nada del plan de Petrov", admití, con voz temblorosa. "Él se acercó a mí en la fiesta y me ofreció ayudarme a escapar de ti, pero yo no estaba al tanto de los detalles."
Volkov entrecerró los ojos, escudriñándome con la mirada.
"¿Escapar de mí?" repitió, con un tono amenazante. "¿Acaso olvidaste que todo lo que tienes te lo he dado yo?"
Sentí que las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos.
"No, no lo he olvidado", respondí, con desesperación. "Pero Volkov, por favor, entiende que yo solo quiero ser libre. La danza es mi vida, y no puedo seguir atada a ti."
Volkov soltó una risa sarcástica.
"¿Libre?" escupió. "¿Acaso crees que puedes tener esa libertad, Sarah? ¡Eres mía, y nunca te dejaré ir!"
Me estremecí ante sus palabras, sintiendo que el miedo me consumía por completo.
"Por favor, Volkov", supliqué. "No me hagas daño. Haré lo que sea, pero déjame ir."
Volkov se levantó de su asiento y se acercó a mí, agarrándome del rostro con fuerza.
"¿Qué harás, Sarah?" susurró, con una mirada enloquecida. "¿Acaso crees que puedes negociar conmigo?"
Sentí que las lágrimas rodaban por mis mejillas, pero me negué a desviar la mirada.
"Haré lo que sea necesario", respondí, con determinación. "Pero por favor, no me mates. Déjame ir, te lo suplico."
Volkov me observó en silencio por unos instantes, y luego soltó una carcajada.
"¿Matarte?" se burló. "Oh, no, mi querida Sarah. No tengo ninguna intención de quitarte la vida."
Un atisbo de esperanza se encendió en mi corazón, pero la expresión de Volkov me hizo temer lo peor.
"Entonces, ¿qué vas a hacer conmigo?" pregunté, con voz temblorosa.
Volkov me soltó y se alejó unos pasos, con una sonrisa perversa en su rostro.
"Voy a asegurarme de que nunca vuelvas a pensar en escapar de mí", dijo, con tono amenazante.
Antes de que pudiera reaccionar, dos hombres irrumpieron en la habitación y se abalanzaron sobre mí, sujetándome con fuerza.
"¡No, suéltenme!" grité, debatiéndome inútilmente.
Volkov se acercó a mí, con una mirada de satisfacción en su rostro.
"Tranquila, querida", dijo, acariciando mi mejilla. "Esto solo dolerá un momento."
Sentí que el pánico se apoderaba de mí cuando uno de los hombres sacó una jeringa y se acercó a mí.
"¡No, por favor, no lo hagas!" supliqué, desesperada.
Pero mis súplicas fueron en vano. El hombre sujetó mi brazo con fuerza y hundió la aguja en mi piel. Sentí la sustancia fría recorriendo mis venas y, en cuestión de segundos, una sensación de mareo y pesadez se apoderó de mí.
"¡No...!" Traté de gritar, pero mi voz se desvaneció en un susurro.
Volkov me observaba con una sonrisa satisfecha, mientras todo a mi alrededor se volvía borroso y distante.
"Duerme bien, mi querida Sarah", susurró. "Cuando despiertes, estarás bien a salvo, conmigo."
Luchando por mantener los ojos abiertos, sentí cómo me arrastraban fuera de la habitación. Mis fuerzas me abandonaban y, poco a poco, caí en un profundo y oscuro abismo.
Cuando finalmente recuperé la conciencia, me encontré en una habitación que no reconocía. Las paredes eran blancas y austeras, y la única ventana estaba cubierta por gruesas cortinas.
Desorientada, intenté moverme, pero descubrí que mis muñecas estaban sujetas a la cama con unas esposas de metal. El pánico se apoderó de mí y comencé a tirar de ellas con desesperación, pero era inútil.
"¡Ayuda! ¡Alguien, por favor, ayúdeme!" grité, con la voz ronca.
Nadie respondió a mis llamados. Estaba sola, encerrada en aquella habitación, a merced de Volkov.
Dejé de forcejear, sintiendo que las lágrimas inundaban mis ojos. Recordé los últimos acontecimientos y el horror de lo ocurrido se apoderó de mí. Petrov, muerto a manos de Volkov. Y yo, atrapada en esta pesadilla, sin saber qué me deparaba el futuro.
Pasaron horas, quizás días, y la puerta de la habitación finalmente se abrió. Volkov entró, con una expresión de triunfo en su rostro.
"Veo que ya has despertado, querida", dijo, acercándose a la cama.
Lo miré con temor, incapaz de encontrar las palabras.
"¿Qué... Qué me has hecho?" logré preguntar, con voz temblorosa.
Volkov se sentó a mi lado, acariciando mi cabello con una falsa ternura.
"Tranquila, Sarah. Solo he tomado algunas medidas para asegurarme de que no vuelvas a intentar escapar", respondió, con una sonrisa siniestra.
Mi corazón latía con fuerza, mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo.
"¿Qué significa eso?" pregunté, sintiendo que el miedo me consumía.
Volkov se inclinó hacia mí, su rostro a escasos centímetros del mío.
"Significa que, a partir de ahora, eres mía, Sarah", susurró. "Completamente mía."
Un escalofrío recorrió mi espalda ante sus palabras. Traté de retroceder, pero las esposas me lo impidieron.
"No, eso no es cierto", dije, con desesperación. "Yo nunca seré tuya, Volkov. ¡Jamás!"
Él soltó una risa fría y cruel.
"¿Eso crees?" se burló. "Pues déjame decirte que ya no tienes opción. Gracias a la inyección que te di, ahora eres completamente dependiente de mí."
Sentí que el mundo se derrumbaba a mi alrededor. ¿Qué había hecho Volkov?
"¿Qué... Qué me has inyectado?" pregunté, con la voz entrecortada por el miedo.
Volkov acarició mi rostro con una malévola satisfacción.
"Una sustancia que bloquea tus receptores cerebrales. Sin ella, te sumirás en un profundo y doloroso síndrome de abstinencia", explicó. "Estarás a mi merced, incapaz de alejarte de mí. Serás mi muñeca personal, Sarah, y harás todo lo que yo te ordene."
Sentí que el mundo a mi alrededor se desvanecía. Esa horrible revelación me golpeó como un puño en el estómago. Volkov me había convertido en su prisionera, una muñeca a la que manipularía a su antojo.
"No... No puede ser", susurré, sintiendo que las lágrimas rodaban por mis mejillas. "Por favor, Volkov, no puedes hacerme esto."
Él sonrió con crueldad, disfrutando de mi desesperación.
"Oh, pero puedo, querida", dijo, con una mirada depredadora. "Y lo haré. Serás mía, para siempre."
Intenté luchar, gritar, suplicar, pero nada parecía conmover a aquel hombre despiadado. Estaba atrapada en su oscura telaraña, sin esperanza de escapar.
Mientras Volkov se levantaba y se dirigía a la puerta, me miró con una sonrisa triunfal.
"Disfruta de tu nueva vida, Sarah", dijo. "Porque a partir de ahora, no volverás a ser la misma."
Cuando la puerta se cerró, dejándome a solas en aquella habitación, me derrumbé en la cama, llorando desconsoladamente. Había perdido todo: mi libertad, mi carrera, mi vida. Volkov me había arrebatado todo, condenándome a vivir en su oscura jaula de oro.
Pero en medio de mi desesperación, una pequeña chispa de esperanza se encendió en mi interior. No podía rendirme, no después de haber luchado tanto por mis sueños. Tenía que encontrar una manera de escapar de Volkov, sin importar el precio.
Con determinación, comencé a examinar mis alrededores, buscando una forma de liberarme de las esposas. No importaba cuánto tiempo me llevara, no me rendiría. Lograría escapar de las garras de Volkov y recuperar mi libertad, cueste lo que cueste.
Mientras la noche caía, me preparé mentalmente para la batalla que se avecinaba. Volkov me había arrebatado todo, pero no me quitaría mi fuerza de voluntad. Lucharía por mi libertad, sin importar lo que tuviera que sacrificar.
Esta pesadilla iba a terminar, y yo estaría allí para verlo.