Espero que esta carta te encuentre bien, aunque mi corazón late con dolor al pensar que ya no estaré aquí para verte sonreír. Si la estás leyendo, es porque mi tiempo se ha agotado y mi cuerpo ya no puede luchar más.
Quiero que sepas que te perdono. Te perdono por todo el dolor que me causaste, por todas las noches que pasé llorando por ti, por todas las mañanas que desperté con la esperanza de que regresaras a mí.
Te perdono por no estar allí para mí cuando lo necesité, por no escuchar mis súplicas, por no sentir mi dolor. Te perdono por dejar que el tiempo y la distancia nos separaran.
Aunque decidí rendirme y dejar de luchar por nosotros, nunca dejé de amarte. Siempre te amé, y siempre te amaré. Recuerdo cada momento que pasamos juntos, cada beso, cada abrazo, cada mirada...
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Capitulo 22
El día del velorio de Emir, Michel se sintió aliviado de que finalmente hubiera paz. No había llorado por Emir, no había sentido tristeza. Solo una sensación de liberación.
Pero entonces, la puerta se abrió y un hombre desconocido entró en la sala. Tenía unos ojos tristes y una expresión de melancolía.
—¿Quién es? —preguntó Michel, intrigado.
El hombre se acercó a él.
—Soy Sergio Pérez —dijo—. Tu padre.
Michel se sintió sorprendido. No había esperado que Sergio apareciera.
Sergio lo miró con lágrimas en los ojos.
—Lo siento mucho —dijo—. Lo siento por todo.
Michel no supo qué decir. No había palabras para describir lo que había pasado.
Sergio se acercó más y lo abrazó.
—Mi hijo —dijo—. Lo siento mucho.
Michel se sintió conmovido. Nunca había imaginado que su padre biológico lo abrazaría de esa manera.
Ambos se quedaron en silencio, sollozando por todo lo que había pasado. Por la pérdida de Elena, por la crueldad de Emir, por la separación que habían sufrido.
Michel se sintió un poco de paz. Sabía que había encontrado a su familia, a su padre. Y aunque no podían cambiar el pasado, podían empezar a sanar juntos.
—Gracias por venir —dijo Michel, rompiendo el silencio.
Sergio se apartó y lo miró.
—Nunca debí dejar que te fueras —dijo—. Nunca debí dejar que Emir te tomará.
Michel negó con la cabeza.
—No es culpa tuya —dijo—. Emir era un monstruo.
Sergio asintió.
—Sí —dijo—. Lo era.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, recordando a Elena y todo lo que había pasado.
—Vamos a empezar de nuevo —dijo Sergio—. Vamos a sanar juntos.
Michel sonrió.
—Sí —dijo—. Vamos a hacerlo.
Después de dos semanas de conocer a su hijo Michel, Sergio decidió que era hora de presentarle a sus medios hermanos. Los dos niños, Sergio Jr. y Carlota, tenían 16 y 15 años respectivamente, y eran hijos de Sergio con su esposa Carola.
Michel se sintió nervioso al conocer a sus medios hermanos, pero Sergio lo tranquilizó.
—No te preocupes, Michel —dijo—. Ellos te van a querer mucho.
La reunión fue un éxito. Sergio Jr. y Carlota se llevaron bien con Michel desde el principio, y pronto se convirtieron en amigos.
—Eres el mejor hermano mayor —dijo Sergio Jr., sonriendo.
—Y eres mejor que Sergio, tu si me quieres —agregó Carlota, saltando de emoción.
Sergio se rió.
—Bueno, Michel ha pasado por mucho —dijo—. Pero ahora está con nosotros.
Después de la reunión con sus medios hermanos, Sergio llevó a Michel a conocer a los amigos de su madre, Elena.
—Quiero que conozcas a las personas que más querían a tu madre —dijo Sergio.
Michel asintió.
—Me encantaría —dijo.
La reunión se llevó a cabo en la casa de Max,mejor amigo de Elena. Allí estaban Lewis, Alexa, Selena, Sofía y Taylor, todos amigos de de Elena.
Al ver a Michel, todos se sorprendieron.
—Es la viva fotografía de Sergio —dijo Max, sonriendo.
—Pero con los ojos de Elena —agregó Lewis.
Michel se sintió conmovido por las palabras de sus amigos.
—Gracias por recibirme —dijo.
Alexa se acercó y lo abrazó.
—Eres parte de la familia —dijo.
Selena y Sofía asintieron.
—Tu madre nos contó mucho sobre ti, aunque nunca nos dijo que eras tan guapo, según nuestra cuenta tienes 18 o 19 años—dijo Selena.
—18 años, eso no se olvida, siempre que hablábamos con Elena no paraba de hablar de ti —agregó Sofía.
Taylor sonrió.
—Eres más alto de lo que pensé —dijo.
Michel se rió.
—Gracias —dijo.
La reunión fue un éxito. Michel se sintió conectado con los amigos de su madre, y supo que siempre tendría un lugar donde pertenecer.
Sergio sonrió.
—Me alegra que hayas encontrado un lugar donde pertenecer —dijo.
Michel asintió.
—Gracias, papá —dijo.
Sergio se sintió conmovido por la palabra "papá". Sabía que Michel había encontrado un hogar, y que siempre estaría allí para él
Unos meses después de la reunión con los amigos de Elena, la familia de Michel enfrentó una tragedia. Un incendio se desató en su casa mientras Sergio, Carlota y Michel estaban dentro.
Michel, que estaba en la habitación contigua, escuchó los gritos de Carlota y se apresuró a entrar en la habitación en llamas. El humo y las llamas lo rodeaban, pero no dudó en buscar a su hermana.
—Carlota! —gritó, cubriéndose la boca con la camisa.
La encontró escondida debajo de la cama, aterrorizada.
—Michel! —gritó, abrazándolo.
Michel la tomó en brazos y la sacó de la habitación, llevándola a un lugar seguro.
Pero no se detuvo allí. Regresó al interior de la casa para buscar a Sergio.
—Papá! —gritó, llamándolo.
Sergio estaba atrapado en la cocina, rodeado de llamas.
—Michel, no! —gritó—. Sal de aquí!
Pero Michel no se rindió. Luchó contra el fuego y logró llegar hasta Sergio.
—Vamos, papá —dijo, tomándolo del brazo.
Justo cuando lograron salir de la cocina, una viga cayó sobre Michel, aplastándolo contra el suelo.
Sergio y Carlota, aterrorizados, gritaron su nombre.
—Michel! —gritó Sergio, arrodillándose a su lado.
Pero Michel no respondió.
Los bomberos llegaron pronto y rescataron a Michel, llevándolo al hospital.
Sergio y Carlota, a pesar del shock, resultaron ilesos.
En el hospital, los médicos informaron que Michel había sufrido graves heridas, incluyendo una lesión en la columna vertebral y quemaduras en el 30% de su cuerpo.
Sergio, Carlota y Sergio jr. se quedaron a su lado, llorando y rezando por su recuperación.
—No te vayas, Michel —dijo Sergio, tomándole la mano—. Por favor.
Carlota se acurrucó a su lado, abrazándolo.
—Quiero que estés bien, hermano —dijo.
Michel, aunque inconsciente, pareció responder a sus palabras. Su mano se movió ligeramente, y una débil sonrisa apareció en su rostro.
Sergio y Carlota se miraron, llenos de esperanza.
—Vas a estar bien —dijo Sergio, sonriendo—. Todos vamos a estar bien..
Michel yacía en la cama del hospital, rodeado de máquinas y cables que monitoreaban su estado crítico. Su padre, Sergio, estaba sentado a su lado, tomándole la mano y llorando en silencio.
De repente, Michel abrió los ojos y miró a Sergio con una expresión de paz.
—Papá... —dijo, con una voz débil.
Sergio se inclinó hacia él.
—Sí, hijo. Estoy aquí —dijo.
Michel sonrió.
—Elena está aquí —dijo—. Mi madre.
Sergio se sorprendió, pero no dijo nada.
—Ella me está abrazando —dijo Michel—. Me dice que merezco más. Que merezco una familia.
Sergio sintió un nudo en la garganta.
—Sí, hijo —dijo—. Tienes una familia. Estoy aquí contigo.
Michel negó con la cabeza.
—No —dijo—. Ella dice que pronto estaré con ella. Que pronto estaré en paz.
Sergio sintió un golpe en el corazón.
—No, Michel —dijo—. No te vayas. Por favor.
Michel sonrió de nuevo.
—Adiós, papá —dijo—. Te amo.
Sergio lloró, abrazando a su hijo.
—Te amo, Michel —dijo—. No te vayas.
Pero Michel ya no respondió. Su cuerpo se relajó, y su mirada se apagó.
Sergio gritó, abrazando a su hijo muerto.
—No! —gritó—. No te vayas. Por favor.
La habitación se llenó de silencio, y las máquinas que monitoreaban el estado de Michel se detuvieron.
Sergio se quedó sentado, llorando y abrazando a su hijo, recordando los pocos momentos que habían compartido juntos.
—Lo siento, Michel —dijo—. Lo siento mucho. No tuvimos suficiente tiempo.
La escena se oscureció, y Sergio se quedó solo con su dolor y su arrepentimiento.
Sergio se sentó en la habitación oscura, rodeado de silencio y dolor. Su cabeza estaba entre sus manos, y sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—¿Por qué? —preguntó, gritando hacia el cielo—. ¿Por qué tuviste que llevártelos a ambos?
Pensó en Elena, la mujer que más amaba y amo. Recordó su sonrisa, su risa, su mirada. Recordó cómo la había amado y cómo ella lo había amado a él.
Y luego pensó en Michel, su hijo. Recordó cómo había nacido, cómo había crecido, cómo había sufrido, en cómo no pudo conocerlo si no hace menos de un año sin embargo en ese tiempo le regaló su sonrisa, su risa, su mirada, su amor
Sergio se sintió abrumado por el dolor y el arrepentimiento. Se arrepintió de no haber podido proteger a Elena, de no haber podido evitar su muerte. Se arrepintió de no haber podido darle a Michel la vida que se merecía.
—Era tan injusto —dijo, llorando—. La vida de Elena fue tan triste. Y la de Michel... fue tan corta.
Recordó cómo Elena había sufrido en manos de Emir, cómo había sido obligada a abandonar a su hijo. Recordó cómo Michel había crecido sin conocer a su madre,ni a su padre cómo había sufrido en soledad pensando que sus padres no lo querían cuando no era asi.
—No pude hacer nada —dijo, gritando—. No pude protegerlos. No pude salvarlos.
Sergio se levantó y se dirigió a la ventana. Miró hacia afuera, hacia la ciudad que parecía seguir adelante sin importarle la pérdida que había sufrido.
—¿Por qué la vida es tan cruel? —preguntó—. ¿Por qué nos quita a los que más amamos?
No hubo respuesta. Solo silencio.
Sergio se quedó allí, llorando y arrepintiéndose, recordando a los dos seres que más amaba y aunque tenía una esposa y dos hijos más, en su corazón solo quería acompañar a Elena y Michel, ahora que ya no estaban con él.
Michel se encontraba de pie, mirando a su alrededor con confusión. No reconocía el lugar. De repente, recordó. Era el día que acompañaba a Emir a conocer a Elena.
Tenía 7 años de nuevo. Su corazón latía con emoción y nerviosismo.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —se preguntó.
Pero sabía la respuesta. Estaba aquí para conocer a su madre, Elena. Y para cambiar el curso de su vida.
Miró a su alrededor y vio a Emir, su padre adoptivo, esperándolo.
—Vamos, Michel —dijo Emir—. Es hora de conocer a Elena.
Michel asintió, pero en su mente ya estaba planeando cómo cambiar el futuro. No iba a dejar que Emir le hiciera daño a su madre.
—Vamos —repitió Emir, impaciente.
Michel sonrió para sí mismo. Esta vez, las cosas serían diferentes. Esta vez, iba a proteger a su madre.