Primer libro de la saga Lobo.
⚠️ CONTENIDO (+18)⚠️
Ella es una hermosa peliroja vendedora de flores, que trabaja duramente para la mujer que la recogió después de la trágica muerte de su familia, la cual fue cruelmente asesinada.
Él es el futuro líder de la mafia italiana y para poder posicionarse en ese puesto primero su padre le exige matar a un traidor, y luego le exige también una Dama que gobierne a su lado. Un día cualquiera conoce a una vendedora de flores que lo deja cautivado desde el primer instante, se obsesiona con ella y la rapta para que sea su Dama, su Reina, su esposa...
Lo que ambos no saben es que tanto su pasado como su futuro están relativamente unidos.
¿Nacerá el amor o el odio?
¿Podrán perdonar o condenarse?
¿Podrán olvidar y superar?
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Tu destino es estar a mi lado.
Angélica Moretti🌺
No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando me doy cuenta estamos en una pista. Me hacen bajar de la camioneta; me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y observo un hermoso jet que tiene inscrita la letra L en varias partes. Supongo que quiere decir que pertenece a la familia Lobo. Mis nervios se disparan al ver que todos se dirigen hacia él. Jamás he subido a una cosa de esas; me aterran. Les tengo mil veces más miedo que a los ascensores.
—No subiré a esa cosa —le digo a uno de los hombres que me custodian.
—Señorita, por favor, colabórenos —me pide uno de ellos.
—No subiré —repito firme—. Les tengo pavor.
—Así decías de los ascensores, y muy bien que te subiste a uno solita, sin ayuda de nadie —me recrimina el otro en voz baja.
Recuerdo bien ese día: la adrenalina me hizo olvidar el pánico por el ascensor.
—¡Qué es lo que esperan, que no suben rápido! —grita el mafioso desde las escaleras del jet.
—La señorita Angélica no quiere subir porque tiene miedo —avisa uno de los grandulones.
—¿Y entonces qué hacemos? —el tono del mafioso no es para nada amable.
Lo veo descender del jet y caminar hacia mí. Se para frente a mí y me eleva el mentón para que vea sus ojos furiosos.
—No me hagas enojar más de lo que ya estoy —dice con los dientes apretados; parece que va a escupir fuego por los ojos—. ¡Anda y sube, Angélica!
—No, no subiré. Jamás he subido en una cosa de esas; me dan miedo —vuelvo a llorar.
El mafioso se impacienta y, cuando menos lo espero, baja la escalera, camina en mi dirección, me alza y me coloca sobre su hombro. Sube al jet conmigo, me sienta en un asiento y me abrocha el cinturón de seguridad. Luego se sienta frente a mí.
—Eleven esta mierda rápido, que ya hemos perdido mucho tiempo —demanda.
Mi corazón bombea sin control; siento miedo y un nudo enorme en el estómago.
—¿Por qué lo mató? —le reclamo, llorando.
Me mira y creo que si tuviera balas en los ojos ahora mismo estaría muerta.
—Te prohibí siquiera verlo. ¿Y qué hiciste? Ibas a escapar con él; ese malnacido te iba a vender para que te prostituyeran —me grita—. ¿Es que aún no te das cuenta? Así como vendió a su hermana menor, te iba a vender a ti también. ¿Sabes a cuántas ha enamorado y luego vendido? A diez, en tan solo tres semanas de trabajar con Enzo Florentini. Tú ibas a ser la número once.
No me lo puedo creer. El chico dulce del que me enamoré, ese de sonrisa bonita y besos tiernos, vendió a Fátima para que la prostituyeran: a su propia hermana. Y pensaba hacer lo mismo conmigo. Qué decepción tan grande; ahora veo que nunca lo conocí. Pobre de mi amiga; debe estar sufriendo horrible.
Lloro con más fuerza. Mi vida es una porquería: no tengo familia, vendieron a mi mejor amiga, el que decía amarme me traicionó y quería venderme también. Ahora soy la prisionera de un mafioso loco y pervertido que me lleva no sé a dónde.
—¿Te duele su muerte? —me pregunta serio.
—Sí.
—Lástima —responde—, porque de ahora en adelante esa será la suerte de cualquiera que intente algo contigo. Si tan siquiera te mira como a mí no me gusta, lo mato; si te toca, lo mato; lo revivo y lo vuelvo a matar, no sin antes arrancarle los ojos y las manos.
Palidezco ante su declaración; este hombre en verdad es peligroso.
Siento movimiento y es como si mi corazón fuera a salirse por la boca. Me agarro fuerte del apoyabrazos del asiento porque percibo que esta cosa en la que estamos va a despegar. Cuando comienza a elevarse, grito muy fuerte y creo que dejo un poco sordo a más de uno. ¡Madre santísima, qué miedo tan grande!
Cuando siento más calma, abro los ojos despacio y me topo con la mirada burlona del mafioso italiano.
—No me mire así, por favor. En verdad le tengo miedo a esta cosa; además es la primera vez que subo a una —le digo.
Él no responde; se inclina a revisar y a escribir en su tablet, y no sé en qué momento me quedo dormida. Despierto con las sacudidas que da esta cosa cuando aterriza.
—Llegamos a tu nuevo hogar. Espero que te portes bien y aceptes muy pronto tu destino —me dice el mafioso mientras desabrocha mi cinturón. Su cara queda cerca de la mía y su aliento choca con mi piel —huele a menta—. La boca me cosquillea y no sé por qué.
—¿Y según usted cuál es mi destino? —le pregunto despacio; me duele la garganta de tanto llorar.
—Tu destino es estar a mi lado: ser mi dama, mi esposa, mi reina y la madre de mis hijos.
—¿Y quién le dijo a usted que yo quiero o haré todas esas cosas? —reclamo.
—Yo te enseñaré —responde—. —Acaricia mis labios con el pulgar y, sin saber por qué, cierro los ojos.
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