Después de casi cinco años de una relación donde Adrien Gautier amaba de manera incondicional, decide liberar al aparentemente indiferente periodista de nota roja, Carlo Mancini, convencido de que sus sentimientos no son correspondidos. Sin embargo, conforme Adrien avanza en su nueva vida, surge la pregunta intrigante: ¿Carlo experimenta celos hacia su mejor amigo?
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📌Tercer novela de la trilogía: Hermanos Mancini
📌 Relación gay
📌 M-preg
(No pregunten si habrá alguna pareja heterosexual, porque no hay)
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Capítulo 13. Amor y complicación.
Cedric estaba sentado en el sofá del departamento de Adrien, con el reloj en su mano marcando las siete y cuarto de la tarde. El traje negro que vestía delineaba perfectamente sus marcados músculos mientras estaba inclinado sobre sus rodillas. El video en su celular se reproducía una y otra vez, llenando la silenciosa sala con las risas contagiosas de un par de niños. La sonrisa en su rostro era genuina y no podía ser más grande mientras revivía esos momentos.
—¿Cuántas veces has visto esto ya? —la voz suave de Adrien llegó desde detrás de él, haciendo que Cedric diera un pequeño salto en el sofá por el susto. La risa burlona de Adrien no tardó en acompañar su comentario, y Cedric rodó los ojos en un gesto de molestia fingida, aunque ambos sabían que era imposible enojarse con su amigo de la infancia.
—Doce, ¿o fueron cien? No lo sé... pero me encanta escuchar tu risa —Cedric volvió la mirada hacia la pantalla de su celular, y Adrien se recostó sobre el respaldo del sofá para ver el video también. Su mentón quedó apoyado sobre el hombro de Cedric, y una sonrisa se dibujó rápidamente en su rostro al recordar aquel día.
—Aún recuerdo que ese día lloraste como un niño pequeño porque no te di caramelos, y luego me acusaste con mi madre, quien me regañó durante una hora completa —comentó Adrien con nostalgia y diversión.
—Bueno, la tía tenía razón, eras demasiado malo con un niño indefenso como yo —respondió Cedric, exagerando su voz para darle un toque más dramático a la anécdota.
—Mi madre no sabía que eras una rata muy astuta —dijo Adrien, rodando los ojos y dándole un pequeño golpecito amistoso en el hombro antes de levantarse—. Vamos, o llegaremos tarde.
Cedric se puso de pie y siguió a Adrien, manteniendo la tonta sonrisa en su rostro. La complicidad y el cariño entre ambos eran palpables, incluso en esos pequeños gestos y recuerdos compartidos que los unían desde la infancia.
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Adrien y Cedric llegaron juntos a la fiesta de beneficencia, con una energía dinámica que llamaba la atención de todos a su alrededor. Adrien lucía impecable en su traje elegante, mientras que Cedric irradiaba confianza y carisma. Se movían con gracia entre la multitud, saludando a conocidos y conversando animadamente.
En algún momento, sus miradas se cruzaron con las de Carlo y Paola, quienes también estaban en la fiesta. Carlo se veía irritado por la presencia de Cedric, lo cual no pasó desapercibido para Adrien. Aunque no pudo evitar notar la incomodidad en el rostro de Carlo, Adrien no hizo ningún gesto para abordar la situación, manteniendo su atención en Cedric y en disfrutar la velada.
Por otro lado, Cedric parecía estar disfrutando cada momento, compartiendo risas y anécdotas con Adrien mientras se movían por el evento. Su actitud despreocupada contrastaba con la tensión palpable entre Carlo y Paola, quienes parecían distantes y algo incómodos en medio de la celebración.
Carlo observaba a Adrien de vez en cuando, notando cómo su atención estaba completamente absorbida por Cedric. Esa indiferencia de Adrien hacia él le causaba un profundo dolor, especialmente al ver cómo Adrien se mostraba cercano y amigable con Cedric, algo que Carlo anhelaba en lo más profundo de su ser.
A medida que la noche avanzaba, Carlo luchaba internamente con sus emociones encontradas. Por un lado, sentía un rechazo hacia Cedric y la dinámica que tenía con Adrien, pero por otro, el dolor de la indiferencia de Adrien hacia él le pesaba en el corazón.
Mientras tanto, Adrien y Cedric continuaban disfrutando de la fiesta, ajenos al torbellino emocional que se desarrollaba a su alrededor.
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La noche avanzaba con su característica elegancia superficial, teñida de luces y murmullos de conversaciones forzadas. Adrien, a pesar de su aversión por este tipo de eventos y la falsedad que percibía en las sonrisas de los invitados, se esforzaba por mantener una apariencia serena en su rostro. Sin embargo, su expresión apenas ocultaba el desagrado que sentía hacia el ambiente y las interacciones sociales obligatorias.
Hombres mayores y algunos conocidos se acercaban a él con saludos formales y tratando de entablar conversaciones, pero la actitud distante de Adrien enfriaba rápidamente cualquier intento de acercamiento. Cedric, en contraste, era más sociable y se esforzaba por mantener un ambiente amigable, evitando así que la incomodidad se propagara entre los presentes.
Adrien detestaba profundamente estas fiestas, principalmente por la hipocresía evidente que caracterizaba a muchos de los asistentes. Aunque el propósito era noble, recaudar fondos para obras benéficas, la mayoría de los presentes parecían estar más interesados en exhibirse y ganar reconocimiento público que en ayudar verdaderamente a la sociedad. La falsa amabilidad y las máscaras que portaban eran evidentes para Adrien, quien no podía evitar sentirse abrumado por la falta de autenticidad.
Sin embargo, en medio de esa maraña de superficialidad, había una persona a la que Adrien sí creía, aunque fuera en pequeños destellos de verdad en un mar de mentiras. Esa persona era Carlo Mancini, alguien a quien Adrien odiaba y amaba con intensidad. Carlo era capaz de llevarlo a las alturas con gestos apasionados y palabras reconfortantes, pero también lo sumía en las profundidades del dolor con su indiferencia y crueldad ocasional.
A pesar de las emociones contradictorias que despertaba en él, Adrien no podía evitar sentirse atraído por Carlo, quien desde el momento en que se vieron, no había apartado la mirada de Adrien. La presencia de Carlo en ese ambiente, aunque compleja y llena de conflictos, era como un imán que atraía la atención y las emociones de Adrien, sumergiéndolo en un torbellino de sentimientos encontrados.
Los ojos de Adrien se encontraron repetidamente con los de Carlo a lo largo de la noche, cada mirada parecía llevar consigo un mensaje encriptado de emociones no expresadas. Por un lado, había una chispa de deseo y anhelo en la mirada de Adrien, un deseo de conexión genuina y un anhelo por encontrar un refugio en Carlo. Pero también había una sombra de dolor y confusión, una sensación de ser atrapado en un laberinto emocional del que no podía escapar.
Carlo, por su parte, mostraba una mezcla de irritación y tristeza en su rostro. La presencia de Cedric a su lado, siempre sonriente y amigable con Adrien, le recordaba constantemente la distancia que había entre ellos. A pesar de su disgusto por la actitud de Cedric, Carlo se sentía más dolido por la indiferencia de Adrien hacia él. Cada vez que sus miradas se cruzaban, Carlo podía sentir el vacío que se había formado entre ellos, un vacío que parecía crecer con cada segundo que pasaban separados.
La música suave de fondo y las conversaciones animadas de los invitados creaban un ambiente irreal a su alrededor. Adrien intentaba mantenerse ocupado hablando con otros, pero su mente y su corazón seguían volviendo a Carlo, como si estuvieran conectados por un hilo invisible que no podían romper. La cercanía física entre ellos en ese espacio público solo aumentaba la tensión emocional que flotaba entre ambos.
Mientras tanto, Cedric notaba la tensión entre Adrien y Carlo, pero decidía no intervenir directamente. En su mente, la presencia de Carlo siempre había sido un obstáculo en su relación con Adrien, pero al mismo tiempo, reconocía que no podía ignorar la profundidad de los sentimientos de Adrien por Carlo. Cedric se sentía atrapado en un triángulo emocional complejo, donde sus propios sentimientos de amistad por Adrien chocaban con una sensación de competencia y celos hacia Carlo.
La noche avanzaba y las emociones seguían enredadas en un torbellino interno para todos ellos. Era como si el destino hubiera decidido jugar con sus corazones en medio de esa fiesta de beneficencia, mostrándoles que el amor y la complicación a menudo van de la mano, dejando a cada uno de ellos luchando con sus propios demonios emocionales en medio de la elegancia superficial de la velada.
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Hola, una disculpa a todxs por la tardanza, no había tenido ánimos de seguir con la historia por la muerte de una de mis mascotas. No tenía ánimos de nada. perdón. Pero aquí está el capítulo y tendré otro listo pronto.