Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Consejo amistoso
Renji
Bebo el líquido ambarino, tratando de eliminar la discusión que acabo de tener con Emma. Tratando de eliminar el miedo y el dolor que vi en sus preciosos ojos.
–Sabía que te encontraría aquí.
–¿Dylan? –pregunto asustado cuando veo a Conor sin mi hijo.
–Con su madre, donde debe estar –devuelve de inmediato antes de sentarse a mi lado y pedirle al barman que le sirva una copa de whiskey–. ¿Por qué le dijiste la verdad a Dylan sin consultarlo primero con Emma? ¿En qué estabas pensando?
Miro a mi amigo, decepcionado. –Siempre piensas lo peor de mí, ¿no? Te apuesto que hasta pensaste que abusé de Emma.
–Sigo pensándolo –responde.
–Por supuesto que lo haces –devuelvo amargamente–. Siempre piensan lo peor de mí, incluso Ming lo hace a veces.
–¿Qué hago yo?
Me giro al escuchar la voz de Ming a mi espalda.
–¿Qué mierda? –pregunto–. Deberías estar en China, cuidando a tu madre.
–Debería y volveré a hacerlo, pero Conor me dijo que necesitabas a un amigo y por eso estoy aquí –dice y coloca su mano sobre mi hombro y asiente–. Felicitaciones –agrega–. Conor me dijo que tenías tu mini copia.
Sonrío al pensar en mi hijo y ambos hombres a mi lado, abren sus ojos sorprendidos.
–¿Fue eso una sonrisa? –pregunta Conor.
–Creo que fue una mueca –devuelve Ming.
–Creo que deberíamos haber llegado antes, Alek –dice Mauro a mi lado, sorprendiéndome–. Nos perdimos la primera sonrisa de nuestro chico.
Alek sonríe y golpea mi hombro. –Felicitaciones por tu hijo, amigo. ¿Cuándo podremos verlo?
–No puedo creer que tú y yo seamos los únicos que quedamos con cerebro –le dice Mauro a Ming, quien sonríe–. Todos ustedes enloquecieron y se pusieron a repoblar la tierra con pequeñas versiones suyas –agrega, sacudiéndose violentamente–. Necesito un trago –le pide al barman.
Alek y Ming también hacen sus pedidos.
–¿Qué pasa contigo y la consentida de Conor? –pregunta Mauro, moviendo sus cejas–. Muy joven para ti, pero hermosa. Definitivamente querría hundir mi polla en ella –suelta.
Lo miro furioso, igual que Conor.
Levanta sus brazos, rindiéndose. –Vaya, lo siento. Jesús, uno no puede bromear ahora. Por si no lo sabes yo estaba bromeando –le dice a Conor–. Pero nuestro gruñón si hundió la polla en la chica. Y vaya puntería la tuya –agrega mirándome con una sonrisa fastidiosa.
Quisiera golpearlo, pero decido que debo beber. Definitivamente necesito más alcohol para soportar a Mauro esta noche.
–¿Cómo estás con lo de ser papá? –pregunta Ming curioso.
Vuelvo a sonreír al pensar en mi hijo y ahora todos jadean.
–Definitivamente no fue una mueca –dice Ming.
–Deberíamos tomar una foto. ¿Este lugar tiene cámaras? –pregunta Mauro mirando hacia el techo y las esquinas del bar.
–Dylan es perfecto –digo, ignorando sus bromas–. Es muy inteligente y le encanta construir cosas. Es un niño muy amable y respetuoso, y callado también.
–Se parece a ti, a excepción de lo amable y respetuoso –dice Alek mientras recibe su copa.
–No entiendo cómo no caí antes en que Dylan era tu hijo. Siempre lo encontré parecido a alguien, pero imagino que mi cerebro no me permitió cerrar el círculo.
–Por supuesto que no, amigo –dice Mauro con una sonrisa fastidiosa en su rostro–. No pudiste llegar a esa conclusión porque no quisiste pensar en Renji profanando a tu pequeña Emma.
Tomo a Mauro de su camisa. –A la próxima vez te borraré esa sonrisa que vende portadas, estás advertido.
Lo suelto y el idiota me lanza un beso.
–¿Qué piensas hacer? –pregunta Ming.
–Reclamar mis derechos como padre –digo y Conor se tensa a mi lado–. Emma no me está dejando otra alternativa.
–Esa no es la solución, Renji. Piensa en Dylan. Ese niño ama a su madre.
–Lo sé. ¡¿Crees que no lo sé?! –pregunto furioso–. Pero Emma no quiere que me acerque a Dylan.
–Hoy la hiciste vivir su peor pesadilla, yo no tomaría en serio lo que te pudo haber dicho –dice Conor–. Dale tiempo. Tú no la viste perder la cabeza, amigo, pensó que alguien se había llevado a Dylan, como lo hicieron con ella. Y tú, imbécil, no llevaste tu celular –agrega molesto–. Juro que la próxima vez que vea a Emma sufrir de esa manera te cortaré la cabeza.
–Una madre se vuelve una fiera salvaje cuando se trata de proteger a sus hijos –dice Alek–. Lo veo en Mía todo el tiempo.
–Tu esposa era una fiera salvaje antes de la maternidad y lo sabes –dice Ming, haciendo reír a Alek.
–La cagué, lo sé. Intenté disculparme, pero no quiso escucharme. No quiere que Dylan se convierta en mi heredero.
Conor levanta su ceja. –¿Le dijiste a Emma que quieres que Dylan se haga cargo de los Yakuza? ¿Estás loco?
–Te adelantaste mucho, amigo –dice Ming–. Primero esa chica tiene que aceptar que serás parte de la vida de su hijo. No deberías haberle lanzado toda la caballería encima.
–Estoy de acuerdo –dice Alek.
–Incluso yo sé que te apresuraste –suelta Mauro–. Pensé que eras el más inteligente del grupo.
–Ella tiene que saber la verdad –defiendo.
–Primero tiene que aceptar que estarás en sus vidas, idiota –masculla Conor–. Amenazarla no es el camino correcto. Emma ha pasado por mucho, Renji. Y sí, sé que tú también lo has hecho, todos lo hemos hecho, pero te aseguro que no hemos sufrido ni un ápice de lo que ella tuvo que sufrir en manos de esos enfermos. Recuerda los videos, recuerda todas las cosas que le hicieron a esa niña. Tenía siete años, por amor a Cristo –dice y sacudo la cabeza cuando recuerdo los vídeos que tuve que revisar–. Dylan es su mundo entero, Renji. Si la lastimas arrebatándole a su hijo, la lastimarás más que todos esos hijos de puta, te lo aseguro.
Trago el nudo que se forma en mi garganta. No, no puedo lastimarla, no a ella que me ha dado el mejor regalo que alguien me haya dado jamás.
–Buscaré la forma de acercarme a ella –le juro a Conor.
–¡Así se habla! –dicen todos mis amigos al mismo tiempo.
Por Dylan, y por la chica que vi en esos vídeos, encontraré la forma.