Flora, una doctora que trabajaba en un Instituto, fue transportada por un extraño libro, ingresando de forma 'accidental' en una novela que le resultaba desconocida.
Una voz sonaba en su cabeza de vez en cuando ¿Ayudar al protagonista? ¿Hacer que la protagonista lo vea y que ambos se reconcilien?
¡No puede quedarse con el hermoso protagonista ¿Porqué debería ayudarle a su hermana mayor?!
Es la villana de la novela, la tipa cruel a la que todos odian, sin embargo ¿Porqué el protagonista la busca tanto y parece interesado en ella? ¿No debería pasar tiempo con la persona que amaba?
¡Sus tareas se están saliendo de control!
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Defiende a la manada.
Flora se paró al lado de la manada, sus hijos fríos cayeron sobre estos hombres. Sus ojos cayeron sobre las pieles de los cachorros que colgaban sobre las caderas de esos tipos.
Cuando vio a los dos cachorros ya sin vida y a los otros que ya tenían como pieles para el cuerpo, una furia sin nombre se elevó desde lo más profundo de su corazón ¡Demasiado cruel!
Ahora entendía porque esos cachorros estaban tan malheridos ¡Resulta que estos salvajes cazadores los lastiman y matan!
Flora se alegraba de saber un poco sobre artes marciales, o al menos, este cuerpo por sí solo podía jugar. Ella sacó dos de sus cuchillas y dio un paso al frente con el rostro inexpresivo.
-¡Oh pero que belleza tenemos aquí! Hermosa dama ¿No quieres jugar con estos hermanos mayores? Te juro que no dole...- Antes de que las palabras del tipo cayeran, una pequeña cuchilla salió volando y se clavó en su frente.
Varias agujas plateadas volaron con destellos plateados, golpeando algunos puntos vitales de dos tipos robustos. Quedaron inmovilizados.
-¡Muevanse, ella es experta en armas ocultas!- Gritó el líder con sorpresa.
Flora presionó el pie derecho con fuerza y se lanzó hacía adelante, cortando con precisión el punto vital del hombre en la cien. Su cuerpo era ligero y rápido, sus pies apenas parecían tocar la tierra.
Estos eran hombres robustos y de cuerpos pesados, comparados con Flora cuyo cuerpo era pequeño, eran como montañas a las que les costaba evitar los golpes rápidos que solo atacaban sus puntos de acupuntura.
Al ver que la humana estaba de su lado, los lobos atacaron a los paralizados e indefensos hombres. Cuando vencían a uno, sacaban a sus desfallecidos cachorros de sus cuerpos.
Cuando solo quedó el líder, Flora y la manada los rodearon, cuando la chica lo paralizó con ayuda de los lobos, ellos lo atacaron sin piedad, tal y como ellos hicieron con sus pobres cachorros.
Flora no sintió lástima por esos tipos, esta era solo su retribución por todo el mal que les habían hecho a esos indefensos animales.
Ella acarició la cabeza de uno de los cachorros fallecidos y las lágrimas brotaron, fue tan triste ¡Tan malos! Eran criaturas hermosas y de carácter noble que les gustaba estar en familia.
La manada llamó a sus cachorros y al verlos ya vendados y sin dolor, no pudieron evitar mirar a la humana que lloraba por la muerte de sus cachorros.
-Estos hombres eran desalmados, se lo merecían.- Murmuraba la chica en voz baja -Incluso a los que hacen llamar animales tienen más conciencia humana que ellos.- Dijo mientras limpiaba sus lágrimas.
La pareja del lobo líder se acercó y apoyó su cabeza suavemente sobre el pequeño cuerpo del cachorro, dejando dos lágrimas correr de sus redondos ojos azules -Mi cachorrito...- murmuró con un temblor de su cuerpo.
Después de todo, era madre. En las manadas, las relaciones de los lobos siempre eran profundas, sobre todo la matriarca con sus hijos. Los adultos protegían a los cachorros, sin importar de quién fuese hijo.
Eran tres hembras y cinco machos, todos tenían pareja, algunas se quedaron a cuidar la manada mientras que otros vinieron a buscar a esos cazadores.
-Aun no soy madre, pero puedo entender tu dolor, lo siento mucho.- Flora nunca fue una mujer muy sentimental, aunque lloró al ver la película del Titanic y aún lloraba al verla, eso no significaba que llorara por todo.
Sin embargo, al ver el dolor de estos lobos le hizo pensar en sus padres ¿Cómo estarán ellos ahora?¿La extrañan y la echan de menos? Incluso su abuelo, quien formó gran parte de su infancia ¿La extrañará?
Ella acarició la cabeza de la matriarca y se quedó en silencio, luego los ayudó con sus heridas. Los lobos la miraron con agradecimiento y se permitieron tratar.
Todos fueron vendados, Flora incluso les aplicó algo de pulpa hecha con hierbas para las heridas, así sanarían más rápido y disminuirían el dolor.
-Humana Flora ¿Qué haces aquí? En este lugar no habitan los humanos, a menos de que sean como esos tipos.- Preguntó la matriarca con seriedad, aún sin querer apartarse del cuerpo de su cachorro.
Su cachorro mayor se acurruco al lado de su padre junto con otra de sus crías, los otros dos cachorros se apoyaron contra sus padres, buscando protección.
De nueve cachorros, solo pudieron salvar cuatro.
Flora bajo la mirada hacia el cachorro que abrazaban y soltó un suspiro -De hecho, mi prometido ha sido envenenado y para poder curarlo, necesito cinco piedras de Colmillo Plateado, quería ir a su manada a conseguirlos pero...al ver a sus crías, me arrepentí, no quiero ser como esos tipos, aún así, valoró la vida de mi prometido.
Ella fue sincera al hablar, no esperaba mentirles, talvez, ellos de alguna forma podrían ayudarle.
Los ojos del pequeño gorrión brillaron al escuchar esas palabras.
La Matriarca y el Patriarca se miraron y luego miraron a Flora, era la segunda vez que se encontraban con un humano tan amable, la primera vez, fue un hombre cuyos ojos color esmeralda se habían grabado en los corazones de la manada.
En ese entonces, si no fuese por él, todos ellos ya estarían extintos desde hace siglos, era el rey de las bestias, a quien todos los seres místicos y espirituales respetan. Aquel dragón que a pesar de estar envenenado y débil aún así los ayudó... Nunca olvidaron esa gratitud hacia él.
Al ver a la humana delante de ella en un dilema, la matriarca dijo -Nosotros los lobos, solo tenemos una pareja de por vida, incluso si nuestra pareja muere en algún momento, nosotros nunca tomamos a otro cónyuge. Solo aceptamos a un cónyuge en nuestro corazón...
-...Sin embargo, el corazón de los humanos es cambiante, tienen hasta cuatro o cinco humanas más en sus manadas. Pero tú... al parecer, tu corazón ya es devoto y no puede ser arrebatado.- Continuó la matriarca, mirando con sus ojos azules a Flora.
Ella olfateo y sus ojos brillaron con sorpresa -Él también es devoto a ti y te ha regalado parte de su esencia, nuestra manada está en deuda con su cónyuge y contigo, si deseas esas piedras para salvarlo, nuestra manada puede ayudarte. Es lo mínimo que podemos hacer para agradecerte.
Al escuchar las palabras de su padre, el lobo patriarca también olfateo a Flora, sus ojos brillando con sorpresa -Qué pequeña que es esta montaña, efectivamente, es su esencia.
-¿Hablan de mi prometido?¿Como lo conocieron?- Preguntó Flora, cuando ellos decían esencia, supuso que se trataba de su olor, esto talvez podría ser debido a la escama que estaba dentro de su cuerpo.
Además, ella había notado el miedo y el respeto en las expresiones de los otros lobos, solo la pareja líder se mantuvo tranquila a su lado.
-Él salvó a nuestra manada hace unos años.- Fue lo único que dijo el Patriarca, sí el Dragón real no le había dicho nada era por algo, además, ya había visto los ojos del gorrión, él también olía igual a ese ser tan imponente.
Al parecer, ese ser estaba vigilando a su cónyuge.
La matriarca lo miró y luego asintió, Flora tampoco insistió, ya podía hacerse más o menos la idea. Ellos conocían a Antonio en su verdadera forma.
Flora acepto la gratitud de la manada y recibió sus piedras colmillo plateado. Ella pensó que tenían que abrir al animal para sacarlas, sin embargo, ellos mismos podían expulsarlas de sus cuerpos sin sufrir daño.
-Estás piedras están llenas de energía espiritual, duran una decena de años en formarse, cuando ya son muy molestas, simplemente las expulsamos. Pero los humanos piensan que solo matandonos pueden conseguirlas ¿Porqué nunca las piden? Incluso a nosotros nos estorban.- Dijo el Patriarca con tono molesto.
Flora miró esas cinco piedras de color azul oscuro, parecían translúcidas y brillantes, como perlas pulidas, eran pesadas.
Con razón eran difíciles de mantener en el estómago.