Mi Pequeña Collins

Varios meses habían pasado, lentamente esa adolescente temerosa que bajo del avión la madrugada de un día de primavera en Italia, fue descubriendo un mundo diferente, grandes personas formaron parte de su vida diaria, aunque extrañaba demasiado. El poder tomar decisiones que solo dependían de ella la habían convertido en una joven mujer decida a ser exitosa.

Lizet, fue alabada por la portada de Grazia, el fenómeno de la joven de los ojos de esmeralda se había derramado por todo el continente europeo y americano tanto así que recibió diferentes propuestas de trabajo, su rostro poco a poco fue reconocido en el mundo de la moda.

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El invierno en Italia era un gran espectáculo que Lizet disfrutaba sin duda, viajo al Lago di Braies.

Es uno de los lagos más famosos de Italia y no es para menos. Recorrerlo durante la estación fría es más que un acierto; menos turistas, tranquilidad, y una estampa única al ver las montañas nevadas, el reflejo en el lago y toda la vegetación cubierta con toques de nieve era una vista sin igual.

La joven mujer estaba allí para cubrir una nueva portada de otoño inverno.

-Bien muñeca ahora mírame, Lizet volteo y sus ojos se clavaron en el lente, la hermosa sonrisa perlada hacia detallar sus labios rosas.

Sus cabellos negros como la noche, estaban cubiertos con un gorro de   blanco con bordes suaves, su cuerpo llevaba un conjunto invernal en tonos tierra acompañados de botas que llegaban hasta sus rodillas, era la perfecta combinación con el paisaje que parecía abrazarla con su belleza.

-Una más, quiero que voltees y dejes caer tu cabello, juega con el gorro.

Lizet hizo caso y agrego aquellos toques únicos que el fotógrafo adoraba, parecía entender a la perfección lo que el profesional necesitaba.

- Es perfecta- afirmo Amanda\, cubierta con un tapado de piel. La empresaria siempre se hacía tiempo para visitar a Lizet\, admiro que a pesar de su corta edad se adaptó sin problemas a una nueva vida

-Definitivamente es una mina de oro. afirmó el fotógrafo feliz con el resultado, luego de chequear en la pantalla cada toma.

-¡Listo terminamos por hoy!- grito el profesional y todos aplaudieron, el frio comenzaba a calar los huesos, varios asistentes corrieron a cubrir a Lizet.

-Toma preciosa- uno de los asistentes acerco un chocolate caliente.

-Gracias Emil, no sé qué haría sin ti- sonrió sincera.

Lizet consiguió conquistar el corazón de sus compañeros y colaboradores, aunque como toda modelo en ascenso también tenía una que otra competencia, pero estas no fueron de gran importancia, desde que piso Italia se ahogó en el trabajo y dejo cualquier sentimiento oculto, Cameron paso a ser un secreto profundo en su corazón y allí prefería que se quedara.

-Hola Preciosa- Amanda Müller abrazo a la joven mujer, la quería como si fuera una hija.

-Amanda, es bueno verte, quería hacerte un pedido, si es posible- Lizet tomo del brazo a la mujer y ambas caminaron hacia las camionetas que las llevarían al hotel donde se alojaban.

-Dime querida, si esta en mi poder ayudarte, sabes que cuenta con mi apoyo.

-Gracias – Lizet sonrió feliz, pronto volvería a casa, pero tenía un plan que necesitaba de apoyo.

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En la empresa todo permanecía como siempre, Lion y Cameron cerraron importantes tratos, la vida parecía continuar para todos excepto para una persona.

-Carolina, lleva estos documentos a recursos humanos, dile a Patrick que los acelere cuanto antes- Cameron entrego los documentos.

-Si señor Anderson - la joven secretaria tomo la carpeta y salió a paso apresurado.

Cameron ingreso a la oficina, y como lo había hecho desde la partida de Lizet, esperando que un milagro sucediera, tomo el teléfono y marco aquel número que se encontraba en marcado rápido.

- El número al que intenta comunicarse se encuentra momentáneamente fuera de servicio.

Llevo su cuerpo cansado a la silla detrás de su escritorio y dejo caer el teléfono.

Casi un año había pasado, Lizet nunca respondió sus llamados, mensajes o correos, lo poco o mucho que sabía de ella era a través de la familia o aquellas revistas que compraba de contrabando para pasar las noches acariciando cada imagen en donde el bello rostro de su princesa aparecía.

Su único refugio eran las charlas interminables con Alma, que una y otra vez le decía que debía darle espacio a lulú, que se lo debía pues fue él quien trazo la línea entre ellos.

-Maldita línea- se reprochó una y otra vez con el corazón en la mano.

Esas esmeraldas ya no le pertenecían, ahora le pertenecen al mundo y se sintió un completo fracasado, un cuerpo vacío. Todo se volvió oscuridad, aprendió la cruel lección con la ausencia de aquella joven que era la luz que iluminaba su mundo.

Si tan solo pudiera tenerla cerca, haría que cada lagrima derramada por su error se borrara, la haría feliz como nunca lo había hecho. Sonrió con tristeza, a quien quería engañar, como podría hacer eso sin lastimar a su mejor amigo.

Cameron se reconoció egoísta, Lizet era importante en su vida, y estúpidamente creyó que siempre estaría para él, incluso alejándola mil veces.

-Estúpido. Susurro

Abrió uno de los cajones del escritorio y allí estaba la imagen sonriente de Lizet la noche de su cumpleaños número 18, Cameron acarició la imagen, reconocía esa sonrisa perfecta, pero esos hermosos ojos verdes reflejaban tristeza, y la única persona que ocasiono tal dolor fue él.

Extrañaba su aroma, la manera de saltar como una niña alegre por un helado de menta y limón- rio al recodar el horrible sabor cuando lo probo por primera vez- extrañaba ver películas de terror en el sofá de su casa y sentir como ese menudo cuerpo se acurrucaba en su pecho buscando refugio.

El sonido de aquella risa que inundaba cada espacio, se fue apagando en sus recuerdos, más de una vez cerraba fuertemente sus ojos para recordarlo y alguna que otra lagrima se perdía en sus mejillas.

-Te extraño demasiado princesita- su dedo recorrió la imagen, una amarga sonrisa se dibujó en sus labios y el deseo perdurable de volver a tenerla en sus brazos.

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