Santiago es el director ejecutivo de su propia empresa. Un ceo frío y calculador.
Alva es una joven que siempre ha tenido todo en la vida, el amor de sus padre, estatus y riquezas es a lo que Santiago considera hija de papi.
Que ocurrirá cuando las circunstancias los llevan a casarse por un contrato de dos años,por azares del destino se ven en un enredo de odio, amor, y obsesión. Dos personas totalmente distintas unidos por un mismo fin.
⚠️ esta novela no es para todo publico tiene escenas +18 explícitas, lenguaje inapropiado si no es de tu agrado solo pasa de largo.
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Festejo.
***NARRADO POR SANTIAGO***
—Corre, te hablan tus papás.
Me dice Alva, y medio me levanto, ya que Jacobo, como siempre, se ve muy tomado, y qué decir de la mujer que está a mi lado, viendo a la nada.
—¡Hola! ¿Qué tal aquí? ¿Todo bien?
Pregunta Mauricio, llegando a nuestra mesa.
—Tómate una copa, Mauricio, hay que festejar la soltería.
Dice Jacobo, y un celular suena, pero el tono nos hace mirar a Alva; ella abre su bolso, saca su celular, pero la llamada termina y vuelve a guardarlo. Mauricio acepta la copa e igual que Jacobo ya se ve tomado.
—Alguien quiere hablar contigo; un socio.
Me dice señalando una habitación diseñada para tratar temas de negocios, con paredes insonoras.
Me levanto y camino hacia la habitación. Cuando entro, veo a Paola sentada, de piernas cruzadas.
—Creí que no vendrías.
—¿Qué quieres?
Le digo y ella se levanta, caminando hacia mí.
—No estoy dispuesta a esperar dos años.
—Problema tuyo.
—Ese matrimonio no fue porque ustedes lo quisieran, por lo tanto no le debes fidelidad.
Me dice, alzándome la voz.
—¡Cállate! Maldita sea, se hará como yo quiera y si no quieres, ya sabes.
—He estado a tu lado por diez años. A mí nunca me diste mi lugar, no te podía decir nada si salías con otras, y ahora te casas, dándole mi lugar a una aparecida.
—¿Tu lugar?
Le digo riéndome.
—Ese es mi lugar, el título de esposa era mío.
—En eso te equivocas. La pasamos bien, no lo negaré, pero solo eso.
—Te conozco también para saber que ni siquiera la has tocado, porque a ti te gustan las mujeres como yo, ¿no? Chiquillas mimadas como ella.
—¿Así que dices conocerme?
Le digo sujetándola de la mandíbula. Quiere besarme, pero la suelto.
—Tú eres el único hombre al que le he entregado cuerpo y alma. Sabes que te amo y por ti haría lo que fuera, pero no me pidas que me quede tranquila cuando veo a esa de tu brazo, cuando con la que quieres estar es conmigo.
—Ese fue tu error, enamorarte de un hombre como yo.
—Solo dime: si te espero este tiempo, ¿me darás mi lugar al fin?
Me pregunta y la puerta se abre; es Mauricio, que la abre con Jacobo del brazo.
—Santiago, de lo que te has perdido.
Me dice Jacobo, y miro hacia afuera, no veo a Alva sentada, salgo de la habitación.
—Aún no terminamos.
Me dice Paola, pero sigo buscándola.
—Santiago, tómate otra copa con nosotros.
Me grita Jacobo con la botella en la mano.
—¿Dónde está Alva?
—Fue al baño, ahorita regresa —me dice, y Paola se cruza de brazos y se va molesta. Ya no hay gente y los meseros están levantando todo. Camino hacia los baños y entro cuando escucho a alguien hablar; veo a Alva frente al espejo.
—Eres un menso y ya no te quiero —dice hablándole al espejo, y solo pienso: ¿qué le dieron de tomar para que le esté hablando a un espejo?
Agarra su bolso y grita, dejándolo caer cuando me ve.
Lo levanto y ella me lo arrebata de la mano.
—Se dice gracias, por si no te han enseñado modales.
—Tengo modales, pero para las personas que igual se lo merecen.
—¿Así que yo no?
—Yo no dije eso.
—Al no darme las gracias me estás demostrando que yo soy uno de ellos.
—Bien, ¡gracias! —me dice y apenas logra articular palabras, pasa a mi lado pero la sujeto del brazo.
—¿Cuál es la prisa?
—Tú estás con tu amiga y yo estoy con amigos.
—¿Amigos?
Le pregunto y escucho a Jacobo y a Miguel llamándola.
—Una mujer no puede tener amigos y menos si está casada.
—Eso solo lo dicen los hombres que no saben respetar a una mujer.
—A los dos nos esperan, así que cada uno hay que regresar a donde nos esperan.
Dice y la suelto, caminando detrás de ella, quien se para en el pasillo e intenta quitarse las zapatillas, pero no puede.
—¿Puedes ayudarme?
Me dice y me paro a su lado, donde ella se sostiene de mi hombro mientras se quita las zapatillas sin agacharse totalmente.
—Oigan, hay lugares para hacer eso.
Dice Jacobo y ella se levanta rápido.
—De hecho hay habitaciones —dice Mauricio, y los dos se ríen.
—Estaba quitándome las zapatillas —dice Alva explicándoles.
—Lo mismo decía mi madre y mírenme, aquí estoy —dice Mauricio.
—Jodiendo como siempre —le digo y los tres se ríen.
—Alva, ven, Mauricio te va a enseñar una técnica.
Ella termina de quitarse las zapatillas, llevándolas en la mano, y camina con ellos; de por sí es bajita y ahora, sin zapatillas, es aún más.
Miro la hora y son las 3 a.m.; a las 7 a.m. tengo una reunión. Miro mi celular viendo las infinidad de llamadas y mensajes de Paola, una que otra de mi abuela y de un número desconocido.
Llego a la mesa y Mauricio está bailando con Jacobo, mientras Alva les aplaude y les tira flores de los centros de mesa.
—¡Vivan los novios! —les grita y su celular no deja de sonar.
—Hay que irnos —le digo y hace como que no es con ella.
Mauricio y Jacobo dejan de bailar y se vuelven a sentar.
—Oye Mauricio, llevo rato esperándote. No fueras tú su secretaria, porque con ella corres.
Le dice su novia a Mauricio y empiezan a discutir. Jacobo se levanta, agarrado de Alva, y pasa su mano por sus hombros, caminando a la salida. Los sigo y ayudo a Jacobo a entrar a un carro con su chófer para que lo lleve a su casa.
Meto a Alva al nuestro y entro seguido de ella. Apenas arranca el carro, ella cierra los ojos.
—No te duermas, porque no pienso cargarte —le digo respondiendo mensajes.
—Háblale a Patricio para que él me cargue entonces —me dice y dejo de escribir para verla; todavía se atreve a decírmelo.