¿Qué harías si el personaje que creaste se materializa en tu habitación? bueno eso mismo le paso a nuestra querida Arianna... quien aun no sé explica como es que eso sucedió.
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capítulo 13
Mauricio estaba de pie junto a la ventana del piso dieciocho, la taza de café en la mano se había enfriado sin que lo notara. Desde allí tenía una vista perfecta de la entrada al edificio corporativo de Lauren Global Investments, pero no era la arquitectura lo que ocupaba su mente, sino la imagen que acababa de atravesar la entrada principal.
Arianna.
Arianna, con su cabello suelto y su andar seguro, elegante como siempre. Pero no venía sola.
El hombre que caminaba a su lado, ligeramente desorientado pero con una sonrisa tranquila, era el mismo que Mauricio había visto en las noticias hace apenas unas horas. “¿Quien será el nuevo acompañante de Arianna Lauren?, decían los titulares. Algunos lo llamaban actor. Otros, excéntrico. Nadie sabía exactamente de dónde había salido, pero lo que sí estaba claro es que no era un nombre con historia. No era de familia. No tenía peso en el mundo en el que ellos se movían. Y aun así... ahí estaba, al lado de ella, con la misma confianza con la que Mauricio solía ocupar ese lugar.
El café tembló en su mano.
—Lo viste tú mismo, muchacho. Están juntos —le había dicho Lucios la noche anterior, con su voz firme y mirada inquebrantable—. No es un juego.
En ese momento, Mauricio no respondió. No le creyó del todo. Quiso pensar que era una provocación, un modo de hacerlo reaccionar. Pero ahora lo tenía frente a sus ojos.
Y no le cabía duda.
Arianna estaba con otro hombre.
Habían pasado cinco semanas desde que todo se derrumbó. Cinco semanas desde que ella, sin una sola lágrima, sin una palabra, lo dejó fuera de su vida. Un escándalo menor —una noche estúpida con su secretaria, un error sin intención, sin amor, sin sentido— lo había arrastrado a este vacío. Él quiso hablar, pedir perdón, enmendar lo ocurrido, pero Arianna fue categórica. No le dio espacio. Ni una reunión. Ni un mensaje. Solo el silencio… y un comunicado a la prensa cancelando el compromiso que tenían hacía tres años. Así. De golpe. Como quien cancela una reunión de negocios.
La puerta de su oficina se abrió sin golpear. Era Víctor, su asistente.
—Señor, la junta con el comité de desarrollo ha sido pospuesta para mañana. La señorita Lauren llegará en cinco minutos.
Mauricio giró el rostro apenas.
—¿Viene a esta oficina?
—No. A la suya, pero... el ascensor es el mismo. Pensé que querría saberlo.
Claro. Porque todos sabían. Todos hablaban. La oficina era una jaula de cristal donde los murmullos flotaban como nubes pesadas, listas para desatar tormentas.
Volvió a mirar por la ventana justo a tiempo para ver cómo Arianna y Caleb entraban al vestíbulo. Él le abría la puerta, ella reía suavemente. El tipo incluso le sostuvo el bolso por un momento.
¿Quién demonios es este imbécil?
—Eso es suficiente, Víctor. —Su tono fue más seco de lo que pretendía.
Cuando el asistente salió, Mauricio dejó la taza sobre la repisa y cruzó el despacho en silencio. Tomó su saco, se abotonó con precisión automática y salió al pasillo. No iba a esconderse. No ahora.
Esperó junto al ascensor que daba a la zona ejecutiva. Lo escuchó llegar antes de verlo. Un sonido metálico, las puertas deslizándose... y ahí estaban.
Arianna entró primero, con su porte acostumbrado, y luego Caleb, que parecía distraído mirando el arte en las paredes.
—Buenos días —dijo ella, sin sorpresa en el tono, al verlo.
—Buenos días, Arianna. Caleb.
El otro hombre se detuvo un segundo. Le tendió la mano, sonriente.
—Buenos días. Mauricio, ¿cierto? Ella me habló de ti.
El saludo fue firme, pero Mauricio apenas lo sostuvo. Se sintió como un puñetazo disfrazado de cortesía.
—Curioso —respondió—. Porque ella no ha hablado conmigo en semanas. De hecho, pensé que ya no hablábamos con los ex prometidos.
Arianna lo miró sin inmutarse.
—No hablamos porque no había nada que decir.
—¿Después de tres años?
—Después de lo que hiciste, no eran necesarios más diálogos. Solo acciones.
Caleb los observó en silencio, ladeando la cabeza como quien intenta entender una obra sin haber visto los primeros actos.
—Fue un error —insistió Mauricio—. Un desliz. Tú lo sabías, lo sabías desde el momento en que viste ese mensaje. ¿Pero qué hiciste? Me borraste. Me convertiste en un enemigo.
Arianna sonrió con frialdad.
—No. Te convertiste solo. No fue el error, Mauricio. Fue tu cobardía. No intentaste explicarlo hasta que ya había cámaras y rumores. No me buscaste para remediarlo. Te escondiste esperando que yo salvara lo que tú rompiste.
—¿Y lo salvaste así? ¿Llevando a otro hombre a vivir al departamento que era nuestro?
Los ojos de Arianna brillaron, no de emoción, sino de furia contenida.
—Ese departamento es mío, siempre lo fue. Tú solo estabas invitado. Ahora es Caleb quien ocupa mi tiempo, y mi vida. Lo demás ya no es asunto tuyo.
Caleb dio un paso hacia adelante. No agresivo, pero sí firme.
—No deseo causarte dolor. Pero no permitiré que le hables de ese modo.
Mauricio lo miró con desdén.
—¿Tú sabes quién soy?
—No. Pero tampoco me importa.
—Mauricio —interrumpió Arianna, tajante—. Este es mi lugar de trabajo. No quiero escenas. Tú y yo terminamos. Caleb está conmigo, y si no puedes aceptar eso... entonces mantente al margen.
Las puertas del ascensor se abrieron. Ella entró sin mirar atrás. Caleb la siguió. Mauricio se quedó allí, en el pasillo, con los nudillos apretados, el corazón latiendo como un tambor de guerra.
El eco del ascensor desapareció. Y con él, la certeza de que la había perdido para siempre.
Gracias por esto...