Las aventuras de la princesa Bella Volt del Imperio de Oro de un gran mundo mágico.
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
** Todas novelas independientes **
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Emperador 1
Ernesto, rapidamente buscó a Bella antes de que los guardias lo llevaran al gran salón. La encontró cerca, vestida con la sobriedad elegante propia de su rango, pero con los ojos encendidos de preocupación.
Ernesto (susurro):Bella.. Hans me aconsejó que no mienta, que no dude… y que intente que la emperatriz esté presente.. Dice que ella es la única que podría suavizarlo si tu padre se enfurece.
Bella lo escuchó con seriedad, mordiéndose el labio inferior.. Ese era precisamente su mayor temor..lo que Ernesto enfrentaría no era solo una prueba, era ponerse frente al hombre más temido del imperio.
Bella:Entonces no irás solo.. Yo misma hablaré con mi madre.
La princesa no tardó en llegar hasta el salón donde estaba la emperatriz Emma.. Bella le explicó, con la voz temblorosa pero decidida, que Ernesto estaba a punto de ser llamado y que, si no intervenía, podría acabar en desgracia por algo tan simple y puro como amar.
Emma la observó en silencio. En sus ojos brilló una mezcla de ternura y gravedad.. comprendía el alcance de lo que su hija le pedía. Finalmente, se levantó, posó una mano sobre el hombro de Bella y asintió.
Emperatriz: Está bien. Lo conoceré. No dejaremos que entre solo a esa jaula.
Así fue como, minutos después, las grandes puertas del salón del trono se abrieron con solemnidad. Ernesto, con el pecho tenso y la frente perlada de sudor, dio sus primeros pasos en ese lugar que imponía más que cualquier campo de batalla.
Y allí estaban ellos: el emperador Vitorio Volt, alto, robusto, cabello cano, ojos celestes… sentado con porte imponente y la mirada afilada como acero, y a su lado, la emperatriz Emma, cuya sola presencia parecía equilibrar la severidad del momento.
El eco de la voz del emperador llenó el salón como un trueno contenido.
Emperardo: Así que.. tú eres el hombrecito que le escribe a mi hija.
Ernesto sintió cómo un sudor frío le recorría la espalda. Sus rodillas temblaron, pero logró mantenerse firme..
[Hans me dijo… no dudes, no mientas]
Ernesto: Sí, su majestad.. Yo soy quien le ha escrito.
El emperador no respondió de inmediato. Solo lo observaba, como si quisiera desarmarlo con la mirada, arrancarle las capas de dignidad hasta dejarlo desnudo en su esencia.
Emma, sentada a su lado, intervino con suavidad, su tono como un bálsamo en medio de esa tensión:
Emperatriz: es cierto, Vitorio. Ernesto Parsons ha mantenido correspondencia con nuestra hija durante meses. Una relación constante, respetuosa… y que, por lo que veo, ha traído alegría a Bella.
El emperador ladeó apenas la cabeza, sin apartar la mirada del joven barón.
Emperador: ¿Y crees dijo despacio, cada palabra cargada de peso que un simple Parsons puede aspirar a algo con una hija mia.. con nuestra Bella?
Ernesto apretó los puños discretamente, respiró hondo y se obligó a sostenerle la mirada.
Ernesto: No lo sé, su majestad… pero lo que sí sé es que la princesa Bella.. Es la mujer que admiro, respeto… y amo.
Emma entrecerró los ojos, pero en ellos había un brillo sutil de aprobación: Ernesto había sido honesto y directo.
l silencio del salón se rompió con una carcajada baja, seca, que resonó como un golpe en el pecho de Ernesto.
Emperador: ¿Amar a mi hija? ¿Un hombre como tú? No me hagas reír, Parsons.
Los labios de Vitorio se curvaron en una mueca que no era sonrisa, sino una muestra de desprecio calculado.
Emperador:Ya mandé a investigarte.. Sé de tus… hazañas. Ese espectáculo patético con aquella mujer, Claire. La forma en que se burlaba de ti, cómo te humillaba… y lo peor, cómo seguiste tras ella como un perro herido.
Ernesto bajó la mirada un instante, el recuerdo lo atravesó como una herida vieja que nunca cerró del todo.
Emperador:Y no olvidemos que sin tu hermana, la condesa Greenville, jamás habrías enderezado tus negocios. ¿Qué mérito tienes tú, más allá de un apellido menor y la paciencia de tu familia para sacarte de los agujeros en los que tú mismo te metiste?
El golpe fue brutal, pero Ernesto, temblando por dentro, apretó la mandíbula y se obligó a no retroceder.