Ella siempre supo que no encajaba en esa mansión. No era querida, no era esperada, y cada día se lo recordaban. Criada entre lujos que no le pertenecían, sobrevivió a las humillaciones de su madre y a la indiferencia de su hermanastra. Pero nada la preparó para el día en que su madre decidió venderla… como si fuera una propiedad más. Él no creía en el amor. Sólo en el control, el poder y los acuerdos. Hasta que la compró. Por capricho. Por venganza. O tal vez por algo que ni él mismo entendía. Ahora ella pertenece a él. Y él… jamás permitirá que escape.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El escape
Thalía corrió.
Corrió sin pensar, sin mirar atrás, sin saber cómo sus piernas la sostenían.
Las lágrimas le empañaban la vista, y el eco de las palabras del padre de Adrián la perseguía como un espectro: “Cuando nazca nos deshacemos de él. Y le diremos que murió.”
Su hijo.
Su bebé.
Eso… era lo que valía para ellos.
Solo un estorbo.
Un error.
Una vergüenza.
Sus pasos resonaron en la entrada del edificio donde vivía Joshua. Golpeó la puerta con fuerza, sin pensar, temblando de pies a cabeza. Y cuando él abrió, con el rostro confundido, ojeroso, como si no hubiese dormido bien en días… Thalía simplemente se desmoronó en sus brazos.
—Thalía… —Joshua la sostuvo, alarmado—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿El bebé…?
—Llévame lejos —murmuró contra su pecho, con voz ronca—. Por favor, Joshua… vámonos. Llévame contigo. No puedo quedarme ahí. No quiero que me arrebaten a mi bebé. No quiero verlos nunca más.
Joshua se quedó helado.
Thalía levantó la vista, desesperada.
—Quiero huir. Irnos a donde nadie nos conozca. Comenzar desde cero. No tengo a nadie más, Joshua… solo a ti.
—Thalía, no… —él tragó saliva, los ojos llenos de confusión y dolor—. Esto es muy serio. ¿Qué ocurrió?
—¡Lo escuché! —gritó ella, dando un paso atrás, los ojos desorbitados—. Lo escuché decir que iban a quitarme a mi hijo, que me dirían que murió. ¡¿Tú entiendes eso?! ¡Me quieren encerrar como si fuera una loca!
—¡Tranquila! —Joshua la sujetó de los hombros—. Nadie va a quitarte a tu hijo, ¿me oyes? Nadie. No mientras yo esté aquí.
Ella respiraba agitada. Estaba a punto del colapso.
—Entonces dime que sí —susurró—. Dime que nos vamos. Esta noche. Donde sea. Sin mirar atrás.
Joshua la miró… por primera vez, no supo qué decir.
Él siempre había querido cuidarla, protegerla… pero esta decisión lo cambiaba todo.
Acarició su rostro, con ternura.
—Si eso es lo que quieres… entonces sí. Nos vamos, Thalía. Te lo prometo. Nadie más va a hacerte daño.
Thalía regresó a la mansión en silencio. Empacó lo poco que tenía en una mochila. Su respiración era errática, su corazón golpeaba contra sus costillas como un tambor desbocado. Tenía que irse. Tenía que huir antes de que fuera demasiado tarde.
Joshua la esperaba en el auto. El motor encendido. El rostro tenso.
—¿Tienes todo? —preguntó con urgencia.
Thalía asintió, con las mejillas enrojecidas, los ojos hinchados de llorar.
—No puedo creer que deje a Amelia —susurró mientras se ajustaba el cinturón—. Ella no tiene la culpa de nada.
—Lo sé —dijo Joshua—. Pero no estás en condiciones de luchar ahora, Thalía. Primero tenemos que salvarte a ti… luego vendrá lo demás.
Ella asintió. Tragó saliva. Miró por última vez la mansión, esa jaula dorada donde la habían intentado convertir en esclava, muñeca de exhibición. Adiós, pensó. Adiós a todo esto.
Pero en cuanto el auto dobló la esquina…
una camioneta negra les cerró el paso.
—¡¿Qué demonios…?! —exclamó Joshua, golpeando el volante.
De ella bajaron tres hombres vestidos de negro. Uno de ellos era el chofer de la familia, otro, uno de los guardaespaldas del padre de Adrián.
—¡Thalía! —gritó uno de ellos—. ¡Sal del auto ahora mismo!
Joshua intentó retroceder, pero otro coche se puso detrás.
—¡No! ¡No, por favor! —suplicó Thalía, aferrándose a su barriga.
Joshua bajó del auto, furioso.
—¡No tienen ningún derecho! ¡Ella no es una prisionera!
Pero no esperó que él apareciera.
Adrián.
Desaliñado. Los ojos encendidos por la rabia. El pecho subiendo y bajando con violencia.
—¿Creíste que podías llevártela? —escupió, caminando hacia él.
Joshua apretó los puños.
—¡No le das nada más que dolor! ¡Tú no la mereces, Adrián!
—¡¿Y tú sí?! —rugió él.
Entonces, el primer golpe llegó. Sólido. Cruel.
Joshua cayó al suelo. Pero se levantó.
—¡No voy a dejar que le hagas daño!
—¡Y yo no voy a permitir que me quites a lo único que me queda! —Adrián gritó como un animal herido, y le propinó otro puñetazo… luego otro… y otro más.
Thalía gritaba desde el coche, llorando, suplicando.
—¡Adrián, basta! ¡¡Lo vas a matar!!
Pero él no se detenía. Como si toda su rabia contenida durante años explotara en ese momento. Hasta que el rostro de Joshua quedó cubierto de sangre y uno de los hombres tuvo que intervenir.
—¡Basta, señor! ¡Va a matarlo!
Adrián se apartó, jadeando. Sus manos temblaban. Su ropa manchada de sangre.
Y ahí fue cuando miró a Thalía.
Ella temblaba, pálida, asustada.
—¿Esto es lo que quieres para tu hijo? —le gritó con lágrimas—. ¡¿Esto?! ¡¿Un hombre que golpea hasta casi matar?! ¡¿Un mundo de violencia y manipulación?! ¡¿Esto es lo que crees que es amor, Adrián?!
Pero él no dijo nada.
Solo la miró… como si recién comprendiera lo que había hecho.
Thalía fue obligada a regresar a la mansión.
Joshua quedó tirado en el asfalto, inconsciente, con el corazón roto…
Y en su interior, Thalía sabía algo: ya no podría escapar tan fácilmente.
Pero tampoco sería la misma.
Tiago ya eres grande para dejarte envolver como niño creo q los padres q te dio la vida te han enseñado valores ojalá no te corrompas con esa persona q dice ser tu padre , Thalía y Joshua hicieron mal al no decirte la verdad por cuidar tu ntegidad , ahora quien sabe lo. Q te espera al lado de este demonio