Soy Sandra Mehias mi familia era una de las mas poderosas del país, pero debido a un mal negocio hecho por mi padre quedamos sin nada, mi esposo Fabriccio Berlusconi un poderoso empresario dueño de empresas Berlusconi.
Nuestro matrimonio siempre estuvo cargado de amor, aunque en ocasiones teníamos problemas como en cualquier matrimonio habíamos logrado formar un hogar estable para nuestros hijos: Maria Alejandra de 16 años e Iker de 14 años, ambos la luz de mi vida.
Pero un día todo cambió el cuento de hadas que había creado desapareció y mi matrimonio de 20 años fue marcado por una tragedia. Acompáñame a descubrir secretos ocultos y traiciones que marcaron el fin y el inicio de mi vida
NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo XIII Una propuesta
Llegamos a casa de Amanda, una propiedad que conocía muy bien, entusiasmada de poder ver a mi amiga baje del auto junto a Marcelo y Adrián, Amanda abrió la puerta mostrándose sorprendida al verme ahí.
"¡Sandra, amiga al fin te veo!" Exclamo corriendo a abrazarme.
"He estado muy ocupada amiga, por eso no había podido cuadra un día contigo", respondí sinceramente.
"Sé que mi hermano es un obsesivo del trabajo, pero eso no justifica que me hayas abandonado". Respondí regalándome.
"¿Ustedes dos son amigas?", preguntó Andrés con una sonrisa.
"Sí, Sandra y yo nos conocemos desde hace algunos años". Amanda contestó con cariño.
"Bueno tenemos que irnos, Sandra despídete", intervino Marcelo molesto.
"Deja de ser tan gruñón, mejor quédense y almorzamos juntos". Propuso Amanda entusiasmada.
"Es imposible, tenemos mucho trabajo". Respondió Marcelo con frialdad.
"Nos vemos otro día, amiga, tengo muchas cosas que contarte". Abracé a Amanda y me despedí de Andrés para luego volver al auto. Marcelo por su parte se quedó un rato hablando con su hermana y parecía como si estuviera regañando a su hijo.
"El señor no es mala persona, solo que le ha tocado muy duro en la vida". Comento Frank mirando en dirección de Marcelo.
"Todos tenemos problemas, pero eso no nos da el derecho de maltratar a los demás". Respondí volviendo la mirada al frente.
Marcelo subió al auto notándose visiblemente molesto. "Vamos a la empresa", ordenó como siempre lo hacía. Ni un por favor, ni un gracias era realmente un hombre muy arrogante.
"Mi hijo quiere cenar contigo, el sábado vendremos a casa de Amanda así que organiza tu tiempo para que nos acompañes". La verdad la actitud de Marcelo me tenía cansada, si no fuera porque necesito el trabajo ya lo hubiera mandado al diablo.
"Iré a la cena solo porque Andrés me está invitando y obviamente para ver a mi amiga, así que no crea que es por su intransigencia". No pude controlarme más y dejé salir mi carácter dejando sin palabras a mi jefe.
El auto continuo su trayecto, aunque el ambiente en este estaba muy cargado, Marcelo tenía una vena marcada en su cuello, era como si se estuviera conteniendo, pero a decir verdad no me importaba si se envenenaba en su propio veneno. No tenía por qué seguir bajando la cabeza, de igual forma el mes estaba por terminar y para la cena él ya no sería mi jefe.
Bajamos del auto y su majestad no se dignó a esperarme, entro al imponente edificio como alma que lleva al diablo. "Le aconsejo que no haga molestar al jefe, él es muy impulsivo y puede terminar haciendo algo que se pueda lamentar". Dijo Frank sin voltear a verme.
No respondí nada, simplemente entré en el edificio y me dirigí a mi lugar de trabajo, al llegar a mi escritorio recibí una llamada. Era de mi abogado donde me decía que mi ex suegra había alegado que yo era una mala madre y que dejaba mucho tiempo a mis hijos solos, en pocas palabras me estaba acusando de negligente. "Eso es mentira, ¿qué podemos hacer?". Pregunté preocupada.
"Por el momento debemos demostrar que la señora miente, le aconsejo que no descuide a sus hijos y si es necesario quédese en casa algunos dias". La solución del abogado era absurda, yo tenia que trabajar para poder mantener a mis hijos. Estaba entre la espada y la pared, me senté en mi silla algo distraída en este momento solo quería salir corriendo de esa empresa, tomar a mis hijos y desaparecer de la faz de la tierra, pero para eso necesitaba mucho dinero y en este momento no contaba con los recursos ni para pagar un taxi. Estaba metida en mis pensamientos cuando escuché a mi amargado jefe llamándome. Sin más remedio entre en la oficina de presidencia.
"Digame señor, ¿en que le puedo ayudar?", pregunté sin ánimos.
"Quiero dejar las cosas claras", dijo mientras caminaba hacia mi.
"No le entiendo". Respondí abriendo los ojos como platos.
"Sabe muy bien a que me refiero, debe cuidar la forma en la que me habla. No soy hombre que aguanta que le lleven la contraria y usted lo ha hecho en dos ocasiones en menos de veinticuatro horas". Sus palabras sonaban frías, así que estaba segura de que esté sería mi último día de trabajo.
"A mí no me gusta que me quieran imponer cosas, usted quiere disponer de mi tiempo a su antojo y eso no lo puedo permitir", sabía que esté sería el final de mi estadía en esta empresa, pero no podía permitir que nadie me quisiera pisotear.
"Yo no quiero disponer de su tiempo a mí en realidad me gustaría disponer de su cuerpo". Me quede en shock al escuchar a mí jefe diciendo algo así. Tomo un mechón de mi cabello y lo acaricio con mucha suavidad acercándolo a sus fosas nasales, inhalo profundamente fijando su mirada en la mía.
"¿De qué habla señor?" Pregunté temerosa a la respuesta.
"No somos niños, así que sabes muy bien a lo que me refiero". Contestó con voz más ronca y cabe decir que sexy.
"Señor por favor mantenga su distancia, yo solo vine aquí a trabajar y no a buscar una relación de ningún tipo, además mi esposo tiene menos de un mes de haber fallecido..."
"Tu esposo era un imbécil, a que hombre en sus cinco sentidos se le ocurre engañar a una mujer tan hermosa". Su respuesta me dejó fría, realmente este hombre me consideraba hermosa y sí así fuera de igual forma él debía respetarme. "Antes de que me des una respuesta escucha mi propuesta". Dijo alejándose de mí.
"Solo quiero trabajar, no me interesa ningún otro trato". Me mantuve firme en todo momento.
"Escucha primero lo que te voy a proponer y después tomas una decisión". Las palabras de Marcelo me tenían nerviosa. En mi mente solo se reproducían las palabras 'acoso laboral'.
"Señor de verdad no haga que renuncie a mi trabajo, por favor deje las cosas así y le aseguro que olvidaré esto que está pasando". Dije tratando de mantener la calma.
Al parecer mi jefe entendió mis palabras y dejo que volviera a mi escritorio, sabía cual era su propuesta, pero yo no estaba dispuesta a venderme, la dignidad no tenía precio. Trabaje duro el resto del día para dejar todo en orden, igual solo me quedaban un par de días más en esta empresa.
Ella tiene q andarse con cuidado, porq una resbalada y lamalvada exsuegra le quita los niños