En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 13
La tensión entre Helena e Iván se había vuelto insoportable. Ambos sabían que el juicio no era lo único que los mantenía en conflicto. Las emociones que habían estado tratando de ignorar finalmente habían llegado a un punto crítico. Cada vez que sus miradas se cruzaban, una batalla silenciosa estallaba, una mezcla de deseo, resentimiento, y algo más profundo, algo que ninguno de los dos estaba listo para admitir.
Iván, desde su oficina, observaba los documentos del caso, pero sus pensamientos estaban con Helena. La frialdad que siempre lo había caracterizado comenzaba a desmoronarse. No podía ignorar lo que sentía por ella, pero sabía que acercarse significaba traicionar todo en lo que creía, y lo que era peor, arriesgar la integridad de su juicio.
Helena, por su parte, luchaba con su propia desesperación. No solo estaba perdiendo a su padre poco a poco, sino que también sentía que estaba perdiendo una parte de sí misma en ese proceso. Lo que había comenzado como una batalla legal se había transformado en algo mucho más complejo: su corazón estaba dividido entre su deber y lo que comenzaba a sentir por el hombre que, hasta hace poco, consideraba su enemigo.
Una tarde, después de otra sesión en la corte, Helena lo encontró en el pasillo. Sus ojos se encontraron, y por un instante, el mundo se detuvo. La rabia y el dolor en sus corazones estaban tan presentes como la atracción innegable que los unía.
—¿Vas a seguir ignorando lo que está pasando? —Helena rompió el silencio, su voz temblando tanto por la rabia como por la vulnerabilidad.
Iván cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse, pero no podía ocultar más lo que sentía.
—No se trata solo de lo que siento, Helena. Esto es más grande que tú y yo. Estoy aquí para hacer justicia, no para... —Su voz se cortó, incapaz de terminar la frase.
Helena dio un paso hacia él, sus ojos llenos de lágrimas y determinación.
—Esto ya no es solo sobre justicia, Iván. No puedes seguir pretendiendo que no está ocurriendo nada entre nosotros.
Iván se quedó en silencio, sus emociones luchando por salir a la superficie. Sabía que tenía que mantenerse firme, que su responsabilidad como juez era lo primero. Pero la verdad era que su corazón ya había sido herido. Y cada vez que miraba a Helena, sentía que estaba perdiendo esa batalla interna.
Finalmente, sin decir una palabra más, Iván se dio la vuelta y se alejó, dejando a Helena sola en el pasillo, con el dolor de un amor que nunca debería haber comenzado y el peso de la verdad que ambos no podían ignorar.
Helena caminó por el pasillo vacío del tribunal, sus pasos resonando en el silencio pesado que los envolvía a ambos. Su corazón latía con fuerza, no solo por la presión del caso, sino por la cercanía de Iván, cuya presencia parecía llenar cada rincón del lugar. Se detuvo frente a la puerta de su oficina, debatiéndose entre tocar y alejarse antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.
Iván, al otro lado, sabía que estaba ahí. Su instinto lo había alertado mucho antes de escuchar los pasos de Helena. Su mente estaba dividida: una parte de él quería abrir la puerta y dejar que todo lo que sentía por ella saliera a la luz, pero la otra parte, la que se había forjado tras años de rigidez y control, sabía que sería un error.
Finalmente, el sonido de los nudillos de Helena tocando la puerta lo sacó de sus pensamientos. Respiró hondo antes de abrir.
—Helena —dijo con una voz que intentaba ser neutral, pero que no podía ocultar la turbación que ella le causaba.
—Necesito hablar contigo —respondió ella, entrando sin esperar su respuesta.
Iván cerró la puerta tras ella, consciente de que este encuentro no sería fácil.
—Sabes que no debería estar teniendo esta conversación contigo fuera de la corte —comenzó, tratando de mantener el control—. No puedo involucrarme emocionalmente en este caso.
Helena lo miró directamente a los ojos, su mirada intensa y llena de sentimientos encontrados.
—Pero ya lo estás, Iván. Sabes que esto va más allá de un simple juicio. Tú sientes lo mismo que yo, y no puedes seguir ignorándolo.
Iván apartó la vista, su mandíbula tensa. Sabía que ella tenía razón, pero no podía permitirse caer en la trampa de sus propios sentimientos. No ahora, no mientras su deber estaba en juego.
—Esto no cambia nada —dijo finalmente, su voz grave—. Mi deber es hacer justicia, y no puedo dejar que lo que siento interfiera.
Helena dio un paso hacia él, su proximidad haciendo que su control se tambaleara.
—¿Y qué pasa con lo que yo siento? —susurró—. ¿Qué pasa con nosotros?