Una Cenicienta Más

—Disculpa, no fue mi intención — dijo Marina, sin embargo Rafaela sabía que eso no era un accidente pero Rafaela era mucho más astuta no iba a caer en provocaciones, así que tomo una servilleta se limpió y dijo:

—No te preocupes no tiene importancia— con una gran sonrisa, las demás mujeres no dejaban de admirarla mientras que a Marina la miraron como si fuera una tonta, Rafael al ver lo sucedido no dudo en ir junto a Rafaela

—Te encuentras bien— dijo mientras la tomaba de la cintura

—Si, lo estoy— dijo Rafaela, como el plan de Marina no tuvo mucho éxito ya que el daño a Rafaela fue mínimo pudieron continuar en el bailé, Rafael la tomo de la mano la llevo hasta la pista y bailaron una melodía lenta, ellos se sumergieron en lo que sus corazones sentían que parecía que estaban solos, ellos podían sentir el calor de sus cuerpos, su respiración, ella sentía que estaba en las nubes o quizá era un hermoso sueño del cual no quería despertar, Rafaela se sentía como aquellas princesas de los cuentos, la música se dejó de escuchar sin embargo ellos siguieron bailando pues algo raro paso era como si ellos estuvieran escuchando la misma melodía, los que ahí se encontraban presentes comenzaron a gritar: —¡Beso! ¡Beso!— la aclamación era bastante que los despertó de ese encanto, Rafael tomo la barbilla de Rafaela y le depositó un suave beso, todos comenzaron aplaudir, el baile siguió su curso normal después de ese revuelo, cuando termino Rafael se sentía muy feliz y es que el estar con Rafaela se sentía muy cómodo, tranquilo y en paz, llegaron hasta su hogar los dos hablaban entre risas, el veía su boca y no pudo evitar recordar aquel beso que volvió a besarla pero está vez con mucha más pasión era un beso exigente, posesivo algo se apoderó en el que quería hacerle el amor, sentir el calor de su cuerpo, eso se estaba volviendo como una necesidad, el comenzó a besar no solo su boca, si no también su cuello el vestido comenzó a estorbarle así que lo desabrochó, Rafaela por su parte se estaba dejando llevar por sus instintos una niebla borro cualquier rastro de razón, y es que Rafael la tenía dominada por completo él, la llevo al sillón que estaba en la entrada la recostó, Rafaela se encontraba solo en bragas con un liguero que la hacia ver más sexi, más madura no se veía como una niña realmente se veía como una mujer, el tomo uno de sus pecho y comenzó a besarlo, ella se encontraba tan húmeda, tan dispuesta, el se sentía poderoso, lleno de pasión, ardiente era el momento justo para consumar su amor los dos estaban hechizados por esa linda noche, todavía escuchaban aquella linda melodía, pero justo cuando Rafael iba a quitar las bragas de Rafaela se arrepintió, el no podía hacerle eso, no quería dañarla, no si no había amor, el no podía dejarse llevar por el deseo, Rafaela lo miro desconcertada pero Rafael solo se limito a decir:

—Vístete y sube a tu habitación, esto no puede pasar—