Esposa Por Herencia

Rosalin: tienes que estar bromeando ¿verdad?.

Alberto: tengo cara de hacer bromas.

Rosalin: ¿cómo puedes pretender que viva bajo el mismo techo que tu amante?.

Alberto: puedes irte si quieres.

Rosalin: no me iré, tú lo harás.

Alberto: ¿me gustaría saber cómo piensas echarme de mi propia casa?

Rosalin: ¡tú!, ¡no puedes hacerme esto!.

Alberto: me concentro en lo que estaba antes de que me interrumpiera y solo la ignoro, la dejo vociferando sola, como si no existiera.

Rosalin: me marcho al ver que soy ignorada. Esto no estaba en los planes. ¿Qué pasó?, nunca supe que me engañara. Pero si piensa que saldrá como quieres, estás equivocado. Aunque no lo sepas, tienes un pie en la tumba y si juego bien mis cartas esa chica pagará por tu muerte.

La mansión antes pacifica era todo un caos.

Adrián: ¡papá! ¡¿cómo pudiste hacernos algo como esto?!. Mi madre ni siquiera puede salir a la calle, sin ser objeto de burlas. Ella no se lo merece, siempre te ha apoyado.

Alberto: la hipocresía de este chico hace que me hierva la sangre. Si antes tenía mis dudas de que estuviera envuelto en los planes de Rosalin, ahora no las tengo. No tengo por qué pedir permiso para vivir mi vida como se me antoje y si no les gusta, ahí está la puerta, pueden irse cuando quieran.

Adrián: algo es extraño, siempre escucha mi opinión. Pero ahora ni siquiera le importa lo que diga, me mira con una frialdad que me toma por sorpresa. Nunca antes me había mostrado una expresión así. Pero la he visto, así es como veía a Dorian. Algo cambió, ¿acaso sabrá nuestros planes?.

Alberto: si no tienes nada más que decir, no me molestes. Me marcho dejándolo ahí, con un rostro consternado por la sorpresa de cómo lo he tratado, pero no me importa. Le di todo el cariño que le negué a mi propia sangre y solo recibí una traición de su parte. Las cosas nunca volverán a ser iguales.

El tiempo pasó, las noticias de la aventura del magnate Alberto Lombardi eran ya algo que todos veían como normal. Rosalin ya no podía salir ni siquiera de compras como tanto le gustaba. Donde quiera que fuera podía escuchar los comentarios hirientes. Alberto la había convertido en la cornuda del siglo, no se escondía, las fotos con esa chica estaban por doquier. Pero no podía pedirle el divorcio, si quería quedarse con todo debía ser su viuda. Para todos era la esposa tóxica, que se aferraba a un matrimonio sin sentido y no quería dejar libre a su esposo para que fuese feliz. Estaba frustrada, no podía alardear como siempre lo hacía ante otras mujeres de sociedad. Se había convertido en la burla de los medios. Si antes se creía una reina por ser la esposa de uno de los hombres de negocios más influyentes del país. Ahora otra portaba ese título, aunque solo fuera la amante, pero Alberto le daba el lugar que hasta ahora había sido de ella. Y por mucho que lo había intentado no daba con el paradero de esa chica. Ni siquiera su identidad. Si bien su rostro era conocido por todos, nadie sabía quien era. Alberto mantenía su información en anonimato y si no estaba cerca era difícil inculparla por la eminente muerte de su esposo. El tiempo se acababa, así que estaba ansiosa.

Rosalin: no has podido averiguar nada.

Adrián: no, mi padre no deja que nadie se acerque a esa mujer. Incluso se desconoce donde vive.

Risalin: ¿qué haremos?, no nos queda tiempo.

Adrián: tranquila, no pierdas la calma. Él te dijo que la traería aquí, esperemos que lo haga.

Rosalin: esta bien, haré lo que dices.

Los que ambos desconocían es que esa conversación estaba siendo escuchada por alguien mas. Alberto llevaría a vivir allí a Isabella y no quería accidentes, así que había mandado a instalar cámaras ocultas por toda la casa. No había un rincón que no fuera monitoreado y allí estaba, desde su oficina viendo la desesperación de Rosalin.

Alberto: así que ya tienes pensado escupir tu veneno sobre Isabella. Ay Rosalin, nada saldrá como quieres, te esperan días muy oscuros.

Connor: me alegra verte animado, ¿como te has sentido últimamente?.

Alberto: cansado

Connor: no debes hacer mucho esfuerzo y si quieres lograr tus planes, necesitas dejar atrás un poco de esa tristeza. Ese decaimiento no ayuda a tu salud.

Alberto: eso es imposible, cada día descubro más de las cosas que no vi. ¿Sabes?, por primera vez entre en la habitación de mi hijo, era tan humilde que no podía creerlo. Encontré su diario, no pude leerlo por completo, la culpa no me dejó conocer todas las miserias que vivió toda su vida. Así que es imposible que deje atrás la tristeza, aunque quiera no puedo hacerlo.

Connor: te entiendo, pero no te hace bien. Por qué no te reúnes con Isabella, es la única que consigue animarte.

Alberto: es una gran chica. Sabes, quisiera que fuera parte de la familia.

Connor: no me digas que te gusta. Puede ser tu hija y no estás para esos trotes.

Alberto: no seas idiota, me refería a que quisiera que fuera mi nuera.

Connor: eso no depende de tí.

Alberto: lo sé, pero aún así me gustaría que se conocieran. Tengo la sensación de que se llevarían bien.

Connor: ¿quién sabe?, pero tu hijo podría no aceptarlo, para todos es tu amante y él, sin ofender, debe odiarte. Así que no creo que se acerque a Isabella de manera amigable.

Alberto: tienes razón.

El tiempo pasó y ya era hora de la convivencia de ese supuesto triángulo amoroso. Si Alberto quería sentar las bases para que Dorian volviera y recuperara todo lo que era suyo. Esas bases tenían que ser fuertes y que se mantuvieran hasta su regreso. Ya que aunque estaba divorciado de Rosalin y había reducido el número de sus acciones en la compañía, esta información era un secreto para todos. Y aunque se supiera, aún mantendrían cierto porciento de poder, al igual que su hijo. Ya que aún no era hora de desenmascararlos. Pero tenía que mantener la mayor parte de la influencia de su lado. Ahí entraba Isabella, ella poseía el 20% al igual que Rosalin Adrián el 5% Dorian el 3 % y Alberto el 30% el resto era de los demás accionistas. Pero no importa que tan pequeño fuera el porcentaje, ya que era una gran empresa esos números se valoraban en millones y con esa distribucion tenía el poder garantizado. Ya que al morir sus acciones pasarían a Dorian, por eso el porcentaje de su hijo era el más bajo. Pero todo eso quedaría en representación de Isabella, ella sería el escudo ante toda esta tempestad. Pero no por eso la dejaría afrontar sola este problema que no era suyo.