Novela en emisión! No está terminada... No se impacienten.
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cap 9
Entonces, se acercó más y la otra mano que tenía libre fue a parar a mi otra mejilla, me atrajo a él y volvió a besarme, un pequeño roce, una caricia de sus labios a los míos.
—Tienes apenas veintiún años, eres muy joven y como te dije. —apoyo su índice en el centro de mi pecho. — En cuestiones del corazón, los seres humanos no tenemos control, solo pasa y ya. Recuerda que ya rompiste las reglas una vez y puede que algún día alguien llegue a gustarte tanto que solo las olvidaras.
— ¿Pedimos pizza? Y por favor, ya no me beses.
Se puso de pie y me tendió la mano.
—Puede ser adictiva. — Su endemoniada sonrisa era más que atractiva y sus gestos sugerentes lo combinaba a la perfección. — La pizza, la comida chatarra y mis besos también, claro.
Hasta entonces, sólo había recibido dos pequeños besos de Jasper. Quería más, pero si lo hacía, rompería una de mis reglas. Jasper tenía más de veinticinco años y, por muy tentador que fuera, no podía permitírmelo.
—Jasper…
Con una sonrisa traviesa y un tono seductor, respondió:
—Bebé…
Si él quería jugar, yo también lo haría, sin darme cuenta de que solo estaba apretando más las cadenas que me había puesto al venir aquí.
—Me encantaría descubrir qué tan adictivos son tus besos, pero…
Me alejé y me dirigí a recoger mis cosas, deseando darme una ducha. Jasper me siguió, tomándome del brazo para que mi cuerpo chocara suavemente contra el suyo. Sus grandes manos se posaron en mi cuello y bajó la cabeza para besarme de nuevo.
—Pero, ¿qué, bebé?
Le sonreí y puse mis manos en su pecho para separarnos.
—Pero tienes más de veinticinco años y no quiero romper mis reglas. —Besé su mejilla y luego fui por mi maleta. —Pide una pizza con extra queso.
Él sacudió la cabeza y me siguió con la mirada.
—Mi edad es solo un número. Eso está en tu cabeza, pero está bien, esperaré a que tú misma quieras besarme. Te advierto, cuanto más tiempo pase, más intenso será. Y cuanto más intenso, más vas a desearlo. Así que, yo que tú, me apuraría, bebé.
Las cosquillas en la zona que no quiero mencionar se hicieron presentes, ese chico de treinta y seis años sabía lo que quería y yo fui lo suficientemente bruta como para desafiarlo y ponerme a jugar con el… Que mal estaba, pobrecita mi yo del pasado que no lo vio en el momento.
— Eso no va a pasar Jace —Recordé el apodo que había dicho su hermano y le sonreí dela misma forma que él me había sonreído a mí. — No pienso romper más ninguna de mis reglas.
Seguí mi camino y me encerré en la habitación que seguía oliendo a ese chico que deje en New york y lo primero que hice fue salir otra vez, ya que seguía con ganas de provocar, busque a Jasper.
—¡Jasper! ¡Me haces un favor!
Se apareció en el umbral de la puerta de su habitación, sin camiseta, descalzo y con el pantalón abierto.
Madre de dios, me estoy preguntando que tan fuerte es mi carne.
—¿Ya te decidiste? Pensé que te tardarías al menos unas horas más. —Se corrió para darme espacio, una clara provocación. — Puedes pasar.
—¿Me dejas pasar? —asintió y entre como dueña de casa y observe todo lo que tenía en su desordenada habitación, parecía un jodido adolescente. — ¿Cuál es tu perfume favorito?
Supongo que no se esperaba que le preguntara eso y supongo también que no esperaba que pasara junto a él y ni lo determine. Vi que su cabecita rubia de melena leonina comenzó a trabajar.
—¿Cuál es? — Volví a preguntar, enarcando una ceja.
Se movió y abrió una puerta, adentrándose en lo que parecía un enorme vestidor. Joder, tenía ropa de diseñador pero prefería vestirse informal y despreocupado. Un segundo después salió con un perfume entre sus manos.
—Es este. ¿Por qué? — Bvlgari, negro y dorado.
Me lo entregó y le sonreí. Lo destapé y lo acerqué a mi nariz para oler su fragancia. Me gustaba. Luego, se me ocurrió la peligrosa idea de acercarme más a él. Me planté frente a Jasper y pegué mi nariz en su pecho y después en su cuello, inhalando. Sí, efectivamente, ese era su aroma. Él estaba quieto y atento a lo que estaba haciendo, y yo disfrutaba de lo tenso que se había quedado con esas simples y atrevidas acciones.
Luego recordé lo que él me había dicho hace un momento: “Para toda acción existe una reacción”, y quise que la tierra me tragara en ese instante.
Me separé de él con una inocente sonrisa y juraría por Dios que los ojos verdes que me miraban en ese momento eran los ojos del mismísimo Asmodeo; se le veía la lujuria a kilómetros.
—¿Eres consciente de lo que acabas de hacer, bebé? — Bajé la mirada y lo seguí, también notando lo que él estaba viendo, el bulto en su pantalón. ¡Que estaba abierto del cierre! — ¿Y ahora cómo arreglas esto?
¡En ese momento, sentí más terror que Cell peleando con Gohan! y le pedí a Diosito que el lobo no se comiera a Caperucita. Retrocedí un paso y él avanzó otro, así hasta que mis piernas chocaron con su cama. No vi venir el momento en que de repente estaba sentada en su cama, con su perfume en mis manos y arrepintiéndome por todos mis pecados.
—¿Y ahora, bebé? — No pude articular palabra, porque mis lindos ojitos azules estaban instalados en su lindo, fuerte y trabajado torso, en su tatuaje de dragón y en la ve, que se dibujaba en sus caderas y que se perdían exquisitamente en el borde de sus pantalones.
Santa María, madre de dios… rece internamente al ver semejante obra de arte.
—Lo siento, quería corroborar que ese sea el perfume y no me estuvieras mintiendo. Puede que no me haya dado cuenta de la forma en que lo hice.
—Aja, ¿Recuerdas que te dije algo en tu habitación hace un momento?
Asentí repetidamente como niña regañada y pensé que si le ponía cara de gatito con botas me perdonaría y me dejaría ¡Pero no! Se abalanzo a mí y termine con la espalda sobre el colchón y con el sobre mí, con sus piernas a cada lado de mi cuerpo.