Liz, una joven de 22 años, quedó embarazada muy pronto y fue expulsada de su casa por sus padres, viéndose obligada a vivir con el padre de su hijo en la comunidad de La Chapa.
Tras el nacimiento de su hijo, empezó a sufrir todo tipo de abusos y humillaciones por parte de su marido.
Hasta que, inesperadamente, será salvada por quien menos imagina y vivirá una historia de amor llena de pasión, altibajos y mucha emoción.
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Capítulo 12
COBRA
Me acosté en mi cama y el sueño vino enseguida, soñé con Liz, que estábamos en un lugar hermoso, que ella estaba radiante.
Desperté por la mañana, me duché. Me puse mi desodorante, mi perfume que solo uso importado, me puse una bermuda negra y una camiseta blanca, tomé mi radiecito, billetera y mi pistola y bajé las escaleras. Fui hacia la cocina y ya escuché la voz de Dedé, él estaba sentado en la silla hablando hasta por los codos mientras Liz preparaba algo en la estufa. Ella estaba hermosa con un vestido blanco ligero y corto, cabello recogido en un moño y sonreía conversando con su hijo.
— Buenos días. Dije entrando en la cocina.
— Buenos días, tío.
— Buenos días Gael. Ella respondió un poco apenada.
— Acabo de hacer café fresco y estoy haciendo un sándwich caliente para Dedé, ¿quieres?
— Quiero sí, gracias.
Dije y ella dio una sonrisa y se giró hacia la estufa.
Le dio un bocadillo a su hijo y comenzó a hacer el mío.
— Tío, nunca he visto a mi mamá tan bonita. Ella es bonita ¿verdad?
Percibí a Liz sonrojándose de vergüenza.
— Sí Dedé, tu mamá es linda. Dije hipnotizado mirándola.
— Ella me dio mi sándwich caliente y se sentó con nosotros.
— Tío Gael, mi mamá y yo vamos a mi escuela
— Dedé lleva más de una semana sin ir a la escuela, voy a conversar y avisar que mañana él regresará.
— Está bien, el vapor iría con ustedes.
— No es necesario, está cerca, vamos caminando.
— Él va con ustedes y punto. No quiero que anden sin seguridad.
Percibí que Liz iba a replicar, pero desistió.
— Voy a trabajar, hasta más tarde Dedé. ¿Liz me puedes llevar hasta la puerta?
Ella vino siguiéndome en silencio hasta la puerta, la jalé por la mano y pegué nuestros cuerpos iniciando un beso caliente.
— Gael....
— No quiero que andes sin seguridad en la calle. Fui.
Salí y no le di tiempo de responder.
Llegué a la boca, di un saludo a los vapores de la puerta, entré a mi sala y estaban Derel, DK y Zóio tirados en el sofá fumando un porro.
— Buena vida eh, vago. ¿Todo bien por aquí?
— Todo en perfecto orden jefe.
— Zóio ve para la casa, quiero que seas la seguridad de Liz y del muchacho, ellos no salen.
Me miraron con aire de risa y se echaron a reír.
— ¿Tengo cara de payaso carajo?
— De payaso no, de bobo sí. DK dijo burlándose de mí.
— ¿Seguridad para la mina Cobrinha?
— jajajajaj.
— Vayan riendo sus payasos.
— La mina vivió aquí siete años y nunca salió de casa, es inocente. Ella no sale sin seguridad y punto. Y no quiero saber de gracias hacia ella. La mina está a mi cargo.
— Tú mandas patrón.
Zóio salió en dirección a mi casa y yo me quedé haciendo la contabilidad. Este fin de semana hay baile, entonces tengo que reponer el stock. La facturación será alta.
LIZ
Fui a salir de casa con Dedé y ya había un vapor esperándome.
— Señora, el patrón me mandó. Voy a ser su perro guardián.
— ¿Y ahí jovencito? ¿Te acuerdas de mí?
— Mamá, este tío ayudó el día que tú moriste.
Dedé dio un abrazo al muchacho.
— ¿Adónde vamos patrona?
— Yo no soy patrón de nadie joven. Puedes llamarme Liz.
— Vamos a la escuela de Dedé y después a la casa de Doña Helena y del señor João.
— Tú mandas patrona.
Entramos al coche y fuimos para la escuela, conversé con la profesora, directora, psicóloga. Conté todo, no escondí nada.
Recibí el total apoyo y mañana Dedé vuelve a las clases.
Salimos de la escuela y fuimos para la casa de Doña Helena, que nos recibió con alegría.
— Liz querida, que bonita estás.
Tomamos un café conversando, su João llegó también.
— ¿Y cómo están las cosas en la casa de mi hijo? Si él te trata mal me avisas que le jalo la oreja.
— Está todo bien abuelo. Solo que él mira a mamá con cara de bobo.
— Dedé... Lo reprendí.
Todos rieron de mi constreñimiento.
— Quédate tranquila Liz, me encantaría tenerte como nuera. Helena guiñó el ojo a Dedé.