Son tantas las lágrimas que he derramado en mi vida, que mi corazón se volvió de piedra. No me juzguen, soy Marina y ésta es mi historia.
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El Cumpleaños
Después de ver lo triste que estuvo por días don Raymundo decidí no preguntar más por su familia y su pasado. Debía dejarlos descansar en paz.
Nos abocamos a seguir con las clases. Me gustaba y era muy exigente conmigo misma. Mientras seguía practicando él se iba a su cuarto a trabajar. Cada día era una nueva experiencia para mí. Los días estaban helados y entrabamos temprano a continuar con las clases.
Ya podía leer.. Así que cada uno leía sentados en la cocina. Era una rutina agradable.
Días después...
Me levanté temprano pero ya estaba todo listo. Había hecho pan y otras cositas dulces.
Me extrañé de ver la mesa tan bonita.
Y un regalo!!! Envuelto en un brillante papel
--Buenos días Marina.
--No recuerdas que día es hoy?
--Mira el reloj
El reloj tenía abajo el calendario y había una nota. La leí....era hoy!!!
El día de la elección de mi nombre.
--Hace un año que decidiste tu nombre y dijimos que ese sería el día de tu nacimiento.
--Feliz cumpleaños pequeña.
Me pasó el regalo. Lo abrí con mucho cuidado para no romper el papel. Dentro había un libro, que tenía por nombre. "La maravillosa historia del mundo" Y venía con una dedicatoria
"Que el conocimiento te haga una mejor persona de lo que ya eres" Raymundo Silas Ward
Era un libro gigante y contaba como fueron los comienzos de la humanidad, pasando por las culturas y guerras que asolaron el mundo. Era hermoso y el mejor regalo que podía recibir. Amaba leer.
También me pasó una cajita de madera, estaba labrada con mariposas y decía Marina. La abrí y dentro estaban unos hermosos aros de oro y una pulsera todos eran iguales a mi anillo, que llevaba en mi mano, jamás me lo sacaba.
Lo miré y corrí a abrazarlo, que felíz era, que importante era sentirse amada y yo sentía el cariño que él tenía por mí.
Cada detalle que labró en las joyas , los hacían únicos. La cajita la tocaba y era tan perfecta. Estos momentos los atesoraria por el resto de mi vida.
No sabía que decir.
--No pude hacerte una torta, las que hacía mi abuelita eran las mejores. No tenemos huevos, si no ya verías la que te haría.
--Este es mi primer cumpleaños y será por siempre el mejor. Gracias Don Reymundo nunca olvidaré este momento.
El tiempo pasó rápidamente y cada día era una lección nueva.
Hasta que me dijo algo que no quería escuchar, y que en mi inmadurez de niña no me había dado cuenta..los víveres se acababan.
--Hija se acabó el trigo, si se acaba no podemos hacer harina y no tenemos pan. Nos queda para tres o cuatro días más.
--Es tiempo de ir a comprar víveres.
--No quiero salir de aquí.
--Está bien hija, yo iré...
Fue al calendario y marcó una fecha.
Pasado mañana me iré de amanecida y regresaré al otro día.
Pepito me ayudará a trasladar todo. Quiero que cuando escuches que yo vengo. Te escondes con los perros.
--No quiero que él te vea.
--A pesar que confío en él plenamente, nunca se sabe. A él lo conozco de más pequeño que tú, fuí amigo de su padre, él falleció muy joven, me hice cargo de la educación de él y de su hermana. Por lo mismo siempre me ha ayudado.
--Está bien, lo haré como usted dice.
No pude dormir en la noche, tenía miedo y si algo le pasara? A lo mejor debería acompañarlo.
Mi temor a perderlo era más grande que el miedo a que me capturaran.
Estaba sentada en su sillón esperandolo.
--No importa que no haya harina, le dije
--Tenemos conservas y avena.
--No se vaya, por favor
--Si voy ahora, no iré en dos años más.
--Y podremos vivir tranquilos. Los suministros se acabaron antes, porqué llegaste tú y ahora compraré un poco más. Así estaremos tranquilos un par de años más.
--Tu eres una señorita Marina y necesitas cosas de mujer.
--Yo no necesito nada, vivo bien así. Con ésta ropa.
--Querida no tienes zapatos, ropa interior, no tienes nada.
-- Pepito me ayudará a trasladar en su vehículo todos los víveres, es harto, él conoce el lugar. Lleva años haciéndolo, es de mi entera confianza, no me visita por qué yo le tengo prohibido.
Lo acompañe hasta la salida. Lo abrace fuerte y me hice la valiente para no llorar.
Llevaba su mochila, de ahí caminaría unos siete kilómetros hasta llegar al camino. De ahí se trasladaría a la casa de Don Pepito y él lo acompañaría hacer todas las compras.
Tenía miedo, pero no de quedar sola, era de no verlo nunca más. No sé quién me trajo aquí. ... Díos? no lo sé. Lo que si sé es que yo era feliz y veía éste lugar como mi hogar.
La cocina encendida y la tetera humeante esperando preparar el café. No le pedía más a la vida.
Que palabras tan linda decir hogar. Miraba a mi alrededor y veía a mis perritos echados a mis pies tranquilos, recordaba los momentos cuando pasaban los días y apenas nos alimentabamos. Se les veían las costillas y buscábamos famelicos en los basureros si encontrábamos algo que comer. Que terrible fue mi pasado.
Quien iba a pensar que estaría aquí. Oculta.
Todo se lo debía a él a don Raymundo, el me había brindado un espacio en su hogar, yo nunca pensé que sería así y lo nervios me consumen por saber cómo estará.
Las dudas y el temor me tenían muy alterada. Vaquero y Susy notaban mi estado de ánimo.
Traté de leer y no lo logré y pensar que todavía no era su regreso. Sería mañana.
El día transcurrió lentamente y la noche llegó y yo sin poder conciliar el sueño.
Al otro día estuve pendiente de escuchar si él ya venía. Y nada, no había podido comer, solo alimenté a mis perros. Y esperé.
Cómo a las siete Vaquero tocó mi mano y movió su cola. Era él, lo sabía.
Me encerré en mi dormitorio con ellos. En un silencio total.
Hoy no había encendido la cocina a leña, por si entraba y así no levantar sospechas.
Transcurrió como unas dos horas y sentí que ya no habían voces.
Tocaron a mi puerta. Eran don Reymundo, mi corazón comenzó a latir con normalidad. Estaba de vuelta.
El abrazo que me dió, me dió a entender lo importante que me había vuelto para él.
Gracias mi Dios.....ya podía estar tranquila. La única persona importante en mi vida había vuelto.