Sinopsis:
Reon, un joven aventurero, siempre sintió que su vida tenía un propósito mayor. Cuando descubre un amuleto mágico, es transportado a Elaria, un mundo fantástico lleno de misterios y peligros. Acompañado por una poderosa hechicera, un valiente guerrero, y una astuta ladrona, Reon emprende una épica misión para convertirse en el mejor aventurero y proteger a Elaria de una amenaza oscura. Pero en este nuevo mundo, el mayor desafío será descubrir su verdadero poder y enfrentar su destino.
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Capítulo 11: El Sendero de los Cuatro Elementos
El viento frío de las montañas golpeaba el rostro de Reon mientras él y Lysandra se alejaban de Tal'Shara, la Ciudad Perdida. A medida que descendían por el sendero pedregoso, la atmósfera se tornaba más densa, como si la misma naturaleza estuviera consciente de la importancia de su misión. El camino se estrechaba, y a su alrededor, los árboles centenarios susurraban con el viento, como si les estuvieran enviando advertencias veladas.
"El Espejo del Destino nos mostró más de lo que imaginaba," dijo Lysandra mientras caminaban. "El siguiente paso nos lleva al Santuario de los Cuatro Elementos, un lugar donde las fuerzas primordiales de la naturaleza convergen. Allí se encuentran los fragmentos de un artefacto que debemos unir para proteger a Elaria."
Reon recordó las visiones que había visto en el Espejo del Destino: fuego, agua, tierra y aire, cada uno representado por poderosos guardianes. Sabía que para llegar a los fragmentos, tendrían que enfrentarse a pruebas que desafiarían no solo su fuerza, sino también su espíritu y su conexión con la naturaleza.
Tras horas de caminata, llegaron a la entrada de un vasto bosque, cuyas hojas doradas parecían brillar con una luz interna. Era un lugar antiguo, donde la magia fluía en cada brizna de hierba y cada roca. Reon sintió una extraña calma al cruzar el umbral del bosque, como si una fuerza invisible lo acogiera. Lysandra le indicó que este era el Bosque de Alquiem, el primer paso hacia el Santuario de los Cuatro Elementos.
"El Santuario se encuentra en el corazón del bosque," explicó Lysandra. "Cada uno de los elementos tiene su propio dominio dentro del santuario, y debemos enfrentarlos en un orden específico: primero el aire, luego el agua, después la tierra y finalmente el fuego."
Reon asintió, comprendiendo la lógica detrás de esa secuencia. El aire, etéreo y libre, debía ser dominado primero para encontrar el flujo de agua, el cual daría forma a la tierra, que a su vez, nutriría el fuego. Sin embargo, cada paso del camino estaría lleno de desafíos.
El bosque los envolvía mientras avanzaban, con árboles tan altos que sus copas parecían tocar el cielo. A medida que se adentraban más, el ambiente comenzó a cambiar. El viento se hizo más fuerte, y Reon sintió que el aire a su alrededor se volvía más ligero, casi como si el suelo mismo empezara a perder solidez bajo sus pies.
"Estamos entrando en el dominio del aire," dijo Lysandra, sus ojos brillando con un resplandor mágico mientras levantaba las manos, sintiendo la corriente del viento. "Aquí es donde se encuentra el primer fragmento. Pero para obtenerlo, debemos probar nuestra habilidad para dominar este elemento."
De repente, una ráfaga de viento feroz los rodeó, levantando hojas y polvo a su alrededor. En medio del torbellino, una figura apareció flotando en el aire. Era un ser etéreo, con un cuerpo translúcido y alas hechas de puro viento. Sus ojos eran como remolinos, girando con la misma intensidad que las corrientes que lo rodeaban.
"Soy Zephyra, el Guardián del Viento," dijo la figura con una voz que era una mezcla de susurros y gritos. "Si buscas el fragmento del artefacto, deberás demostrar tu control sobre el aire, demostrar que puedes navegar en sus corrientes y escuchar sus secretos."
Reon sintió la presión del viento contra su cuerpo, pero se mantuvo firme. Recordó lo que Lysandra le había enseñado sobre la magia elemental: para dominar un elemento, primero debía comprender su naturaleza. El aire no podía ser controlado a la fuerza; debía ser guiado, respetado, y utilizado con sabiduría.
Concentrándose, Reon comenzó a mover sus manos en patrones circulares, imitando el flujo del viento. Sentía la energía del aire a su alrededor, una fuerza libre y salvaje, pero también obediente a aquellos que sabían cómo hablar su idioma. Poco a poco, las ráfagas se hicieron menos violentas, transformándose en una brisa suave que envolvió a Reon y Lysandra.
Zephyra observó con ojos agudos, notando cómo Reon no intentaba someter el aire, sino trabajar en armonía con él. Con un movimiento de sus alas, el Guardián del Viento descendió suavemente, su expresión ahora más tranquila.
"Has demostrado respeto y habilidad," dijo Zephyra. "El fragmento del aire es tuyo."
Con un gesto, el Guardián del Viento hizo aparecer un cristal brillante, que flotó lentamente hacia Reon. Al tomarlo, sintió una corriente de energía que lo conectaba directamente con el elemento aire, una sensación de ligereza y libertad que nunca antes había experimentado.
"Este es solo el comienzo," continuó Zephyra. "Los otros guardianes serán menos indulgentes. Prepara tu espíritu para lo que viene."
Con el fragmento del aire en su poder, Reon y Lysandra continuaron su viaje a través del bosque. La atmósfera cambió una vez más, volviéndose más húmeda y fresca. Pronto llegaron a un claro donde un lago cristalino se extendía ante ellos, sus aguas tranquilas reflejando el cielo como un espejo.
"El dominio del agua," murmuró Lysandra. "Aquí es donde enfrentaremos la segunda prueba."
De las profundidades del lago, una figura emergió lentamente. Era una mujer de agua, su cuerpo fluido y cambiante, con cabello largo que caía como cascadas y ojos profundos como el océano. Su presencia irradiaba una calma poderosa, pero también una sensación de insondable profundidad.
"Soy Nereida, la Guardiana del Agua," dijo la mujer, su voz resonando como una melodía suave. "Para reclamar el fragmento del agua, debes demostrar que puedes moverte con la fluidez del agua, adaptarte y cambiar sin perder tu esencia."
Reon, aún sintiendo la energía del fragmento del aire, comprendió que la prueba del agua sería diferente. Donde el aire era libre y caótico, el agua requería control interno y adaptabilidad. Sabía que necesitaría dejar de lado cualquier rigidez, permitiendo que su cuerpo y mente se movieran con la corriente en lugar de luchar contra ella.
Sin dudarlo, Reon entró en el lago, sintiendo el agua rodearlo. A medida que se sumergía más profundo, la luz del sol se filtraba a través de las olas, creando patrones de sombras en el fondo. Reon cerró los ojos, concentrándose en su respiración y en los ritmos del agua a su alrededor. Sentía cómo las corrientes suaves lo guiaban, cómo el agua respondía a sus movimientos.
Nereida observaba, evaluando cada acción. Reon comenzó a nadar, no con fuerza, sino con gracia, permitiendo que la energía del agua lo llevara hacia adelante. Con cada movimiento, sentía que se volvía parte del lago, fusionándose con su serenidad.
Finalmente, Nereida extendió una mano, y desde el fondo del lago, un segundo fragmento emergió, brillando con una luz azulada. Flotó hacia Reon, quien lo tomó con gratitud. Al igual que con el fragmento del aire, sintió una conexión profunda con el elemento agua, una sensación de calma y equilibrio que lo llenó por completo.
"Has pasado la prueba del agua," dijo Nereida, su voz suave y amable. "Pero no te confíes. Las pruebas que siguen serán aún más difíciles."
Con dos fragmentos en su posesión, Reon y Lysandra dejaron atrás el lago y continuaron su camino. Ahora, el bosque se volvía más denso, con raíces gruesas y rocas enormes que obstaculizaban su avance. La tierra bajo sus pies era rica y oscura, y podían sentir el latido de la vida misma en cada paso.
Llegaron a una caverna rodeada de árboles ancestrales cuyas raíces parecían adentrarse profundamente en la tierra, conectándose con el corazón del mundo. Era aquí donde enfrentaría la tercera prueba, la prueba de la tierra.
"Estamos en el dominio de la tierra," dijo Lysandra, su voz baja mientras contemplaba la caverna. "Este será un desafío de resistencia y fortaleza."
Sin más advertencias, Reon y Lysandra entraron en la caverna. La oscuridad los envolvió, pero en el fondo, podían ver un brillo cálido, como si algo los llamara. Mientras se adentraban más, el suelo comenzó a temblar ligeramente, y una figura masiva emergió de las sombras.
Era un ser hecho de roca y tierra, con un cuerpo robusto y ojos que brillaban con una luz interna. Sus movimientos eran lentos pero poderosos, y cuando habló, su voz resonó como un terremoto.
"Soy Galdor, el Guardián de la Tierra," declaró el ser, su tono firme y autoritario. "Para obtener el fragmento de la tierra, debes demostrar tu capacidad para soportar las cargas del mundo, para ser firme y constante en tu propósito."
Reon sabía que esta prueba sería diferente de las anteriores. No se trataba de moverse con gracia o adaptarse, sino de mantenerse firme frente a la adversidad, de mantenerse en pie cuando todo a su alrededor parecía colapsar.
Reon se plantó con determinación, sintiendo el peso de la tierra bajo sus pies y la presión del aire en sus pulmones. Galdor alzó su brazo masivo y lo dejó caer con fuerza sobre el suelo, haciendo que la caverna temblara violentamente. Las paredes comenzaron a cerrarse, y el techo parecía que iba a derrumbarse sobre ellos en cualquier momento.
Pero Reon no se movió. Cerró los ojos y se concentró en su respiración, conectando con la esencia misma de la tierra. Sentía cada vibración, cada pequeño temblor, y se convirtió en parte de ellos. Sabía que la tierra podía ser feroz y destructiva, pero también era el cimiento de toda la vida, estable y confiable. Con esa certeza, se mantuvo firme, sin dejar que el miedo o la presión lo sacudieran.
Galdor observó, impresionado por la inquebrantable resolución de Reon. Finalmente, el guardián asintió con aprobación y extendió su mano de roca. Del suelo, un tercer fragmento emergió, sólido y pesado, brillando con una luz terrosa. Reon lo tomó, sintiendo una nueva fuerza arraigada en su interior, una conexión profunda con la tierra y su poder.
"Has pasado la prueba de la tierra," dijo Galdor, su voz resonando con respeto. "Eres digno de llevar este fragmento, pero recuerda: la fuerza sin control puede ser destructiva."
Con los tres fragmentos en su poder, Reon y Lysandra salieron de la caverna, listos para enfrentar el desafío final: la prueba del fuego.