Noah encontró su final en manos del amante de su esposo y creyendo que todo había acabado, se resignó aceptando su muerte.
Pero el destino le dio una nueva oportunidad. Noah regresa a su pasado, justo cuando su caída empezó y donde perdió todo. Pero esta vez sería diferente, Noah pensaba aprovechar esta nueva oportunidad para alejarse de todos aquellos que lo traicionaron. ¿Podrá escapar de su trágico destino?
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Dos pares de ojos, unos grises y los otros negros, se miraron en la distancia. Noah fue el primero en voltear a otro lado, intentando regular su respiración y esperando que su rostro luciera tan indiferente como imaginaba.
Así, en menos de cinco minutos, los restos del arreglo roto fueron recogidos y cambiado por uno nuevo.
Fue entonces que los invitados volvieron a recordar que se trataba de un banquete de cumpleaños, pero tal parecía que luego de las revelaciones, confrontación y demás, sobraba el ambiente festivo. Muchos querían irse a casa, es solo que había llegado el joven líder de la familia más influyente, ¿quién querría irse? ¡Podrían perderse una oportunidad única en la vida de relacionarse con el hombre!
Sin más que decir, las personas hicieron su mejor esfuerzo por ignorar los recientes sucesos, como si no hubiera ocurrido nada, y comenzaron a felicitar al recién descubierto Víctor en el acto, además de a Noah —a pesar de que los mismos que volvían a decir efusivamente “feliz cumpleaños” ya lo habían dicho una vez cuando llegaron—.
El chico se sintió asqueado por el cinismo de todos, pero la gente lo rodeaba con sonrisas y felicitaciones, impidiéndole alejarse.
Pero entonces cuando ya se estaba desesperando, las personas parecieron abrirse como una marea, dando paso a Hugo y su pequeño grupo.
Mientras le veía caminar directamente hacia él, Noah creyó que había regresado a un pasado que no extrañaba. Vio al beta, con su traje gris, el cabello cubriendo su frente y esas gafas… La imagen era tan similar a la versión de su primer vida, que le hacía recordar cosas que deseaba dejar en el olvido.
Esperando siempre a un esposo que no iba a casa, hablando con sus secretarios, conociendo a su esposo a través de esa múltiple barrera humana.
Sintiéndose incómodo, vio al beta y recordó varias escenas similares. Casi era un ritual para ellos que Noah esperaba durante horas; Hugo llegaba y le daba excusas plausibles; y cuando el chico se aburría, lo atormentaba con preguntas personales que rara vez eran respondidas.
Incluso, en una ocasión en la que no tenía nada mejor que hacer y ya se había cansado de esperar —durante la única cita que había acordado previamente con su esposo—, se atrevió a preguntarle por qué ocultaba su rostro de esa manera tan extraña siendo tan apuesto, pero no obtuvo una respuesta clara del hombre. Era obvio que no le gustaba hablar sobre eso, y Noah solo preguntaba por curiosidad, no por un verdadero interés, así que lo dejó pasar luego de un par de minutos.
Atrapado en esos recuerdos, Noah fue despertado, cuando una mano se acercó a la suya y la tomó con precaución. Con algo de sorpresa, miró hacia su derecha, solo para ver a Aleida a su lado. La mujer intentaba mostrar una sonrisa y fingir que nada pasaba, pero ambos sabían que mucho sí había pasado.
—Hablemos después. No es el momento —dijo ella con voz suave.
El chico quería reír. No habían pasado ni veinte minutos, pero la mujer ya podía fingir que lo toleraba. Esto era mucho más rápido que en su primer vida. Y todo era solo para impresionar al heredero de los Barlovento.
Ignorando a Aleida, Noah solo retiró su mano en silencio. No se apartó, pero no dejó que lo volviera a tocar.
Por el rabillo del ojo, vio cómo Carlos el mayordomo, escoltaba a Víctor a una habitación privada. El alfa fue alejado del ojo público.
A Noah no le importaba lo que decidiera hacer Aleida a continuación, pero debía esperar la oportunidad de escapar.
Así llegó su vista a Hugo.
El hombre se percató de su mirada y asintió en su dirección. El chico solo pudo responder de la misma manera, sintiéndose perdido. Las personas a su alrededor notaron las acciones de ambos y casi al mismo tiempo, cientos de rumores y dudas comenzaron a circular en sus mentes.
¿Por qué vino el Líder Barlovento? ¿Cuál es la relación entre los dos? ¿Qué sucederá entre ambas familias? ¿Alianza, ruptura, guerra fría? ¿No estaba el joven Líder comprometido con el hijo menor de los Craso? Si es así, entonces ¿por qué ni siquiera mira en su dirección? ¿Acaso ya sabe sobre la infidelidad del omega?
Y la más importante de todas, ¿cómo los posibles cambios sociales los afectarían a ellos y sus familias?
Con la última pregunta corrompiendo sus corazones, cada uno de los invitados se hizo a un lado, permitiendo que el grupo de cuatro avanzara sin problema, y sobre todo, dándoles una vista en primer plano de lo que sucedería a continuación. Cualquier mínimo detalle, movimiento y palabra entraría a sus ojos para ser analizado.
Hugo agradeció con una sonrisa de trabajo, aún cuando sabía las intenciones de los viejos zorros al mostrar tanta amabilidad, y dirigió el camino hasta un joven Noah, cuyo nerviosismo no hacía más que aumentar.
Por alguna razón desconocida, el corazón del pelinegro comenzó a latir con rapidez cuando en un costado detrás de Hugo, alcanzó a ver el borde de una silla de ruedas que era acercada a cada segundo. De pronto, tuvo el impulso de escapar sin mirar atrás, pero sus pies no le obedecieron y se quedó estancado, viendo como Hugo seguía acercándose.
El chico solo pudo apretar las manos en un puño y esperar a que el beta llegara a su lado. Y gracias a la ayuda de todos, fue más pronto de lo que deseaba.
—Joven Ballestero. —Saludó Hugo. Noah quería alargar los saludos formales con el secretario, pero este pareció ver sus intenciones y sin previo aviso, se hizo a un lado, revelando al alfa que se encontraba sentado en la silla de ruedas.
—Noah —llamó él, mirándolo con atención. Casi perforándolo.
—Líder Barlovento —asintió Noah, esquivando la mirada del hombre. Se sentía extraño al verlo tan cerca y tan vívido, cuando en su propia percepción, había muerto en los brazos del otro hace apenas unos minutos.
—No eres un empleado de mi grupo, no es necesario que seas tan formal conmigo —dijo el otro con voz profunda y algo divertida. —Además, me haces sentir demasiado viejo, cuando solo hay una diferencia de siete años entre nosotros.
Noah tuvo el impulso de afirmar “es demasiada diferencia”, pero se mordió la lengua antes de que las palabras salieran de su linda boca.
En la línea de tiempo actual, esta era la primera vez que se veían en un ambiente familiar. Sus interacciones podían contarse con una mano; encima, todas las reuniones se efectuaron siempre con Noah acompañando a su padre a reuniones de negocios, buscando “aprender”. Así que sería extraño que él fuera imprudente frente al otro ahora.
—¿Entonces, cómo debería dirigirme a usted? —preguntó, fingiendo ser un poco dócil. La apariencia mostrada fue inconscientemente encantadora y dulce, aún cuando no era su intención original.
Más de un invitado se volvió a sorprender por el cambio de actitud de un segundo a otro del chico, pero ¿quién podría culparlo?
Frente al beta de recién cumplidos diecinueve años, estaba el legendario joven Líder de Grupo Corporativo Barlovento. ¿Quién se atrevería a ser irrespetuoso? Todos comprendieron su actuar y no juzgaron, menos cuando ellos mismos habían fingido sonrisas y felicitaciones en los últimos sesenta segundos.
Frente a semejante personaje, los problemas personales era lo que menos le importaba a uno. Si pudieran complacer al volátil hombre, bastaría para vivir bien el resto de sus vidas.
Y con las recientes revelaciones, muchos creyeron que el joven Noah buscaba complacer al temible hombre con su brusco cambio de actitud. Un pensamiento que en su razonamiento, tenía bastante lógica, aunque era una jugada sumamente peligrosa.
El hombre estaba en una silla de ruedas, pero su crueldad y agudeza era bien conocida por toda la sociedad de clase alta en Ciudad H. Todos querían acercarse, pero muy pocos se atrevían. Así que en secreto, aplaudieron los intentos del chico, tuvieran efecto o no.
Los viejos zorros, con varios años de experiencia, se hicieron a un lado, dejando al chico con él.
Es solo que el pelinegro no apreció “sus sacrificios” dando un paso atrás y detestó a todos por ser tan cobardes.
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