En el imponente Castillo de Lysandre, Elaria, una joven reina de 20 años, gobierna con determinación desde que la tragedia golpeó su familia. Tras la inesperada muerte de su madre años atrás, Elaria asumió el trono bajo la tutela de su padre, el rey Aldred. Aunque ha demostrado ser una líder firme y justa, su vida ha estado rodeada de aislamiento y deberes, lejos de los ojos curiosos del reino. Todo cambia cuando el rey decide abrir las puertas del castillo para un gran baile, invitando a familias nobles y plebeyas a una noche de celebración. Lo que parece un intento de reconciliarse con su pueblo pronto se convierte en caos, pues un grupo de infiltrados entra al castillo con la intención de robar las joyas de la corona. En medio de la confusión, Elaria se encuentra cara a cara con uno de los ladrones: un joven atractivo y enigmático cuyos ojos parecen revelar más secretos que intenciones maliciosas. Aunque debería detenerlo, algo en ella no lo hace.
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Capítulo 15
El aire se volvía cada vez más fresco conforme ascendíamos, y las sombras del bosque comenzaban a alargarse mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas. La caminata se estaba volviendo más difícil, y mi respiración comenzó a acelerarse. Noté que Kael había reducido el ritmo para acomodarse a mi paso, pero no dijo nada.
—¿Cuánto falta para llegar? —pregunté, mirando hacia arriba, esperando ver alguna señal de lo que nos esperaba.
—No mucho —respondió él, sin siquiera mirarme, sus ojos fijos en el terreno frente a él.
La respuesta era vaga, pero estaba acostumbrada a la forma de hablar de Kael. Siempre tan impreciso, siempre guardando secretos. En ese momento, el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles llenaba el silencio entre nosotros.
De repente, algo me hizo detenerme. Fue una pequeña figura moviéndose en la distancia, oculta entre los árboles. Pensé que era solo un animal, pero luego algo en la forma en que se movía me hizo sospechar que no lo era.
—Kael, ¿viste eso? —le susurré, señalando discretamente.
Él se detuvo, su postura tensándose de inmediato, y siguió mi mirada.
—No es nada —dijo, pero su voz no sonaba tan segura como siempre.
—¿Estás seguro? —insistí, con un nudo en el estómago. Algo no estaba bien.
Kael tardó unos segundos en responder, y cuando lo hizo, su tono fue más serio.
—Alguien nos sigue.
La tensión se hizo palpable. Sin perder tiempo, Kael me tomó de la mano y empezó a caminar más rápido, guiándome por el sendero con una rapidez que apenas podía seguir. Mi corazón latía con fuerza, y la adrenalina comenzaba a recorrer mi cuerpo.
—¿Quiénes son? —pregunté, casi sin poder hablar de la ansiedad.
—No lo sé, pero no quiero averiguarlo —respondió, manteniendo su paso firme.
El sonido de pasos detrás de nosotros comenzó a acercarse, y por un momento, sentí que todo lo que había hecho hasta ahora había sido un error. ¿Qué estaba buscando realmente en esta huida? ¿Escapar de lo que mi padre quería para mí? ¿O huir de un destino que ni siquiera podía definir?
Aceleramos aún más, hasta llegar a un claro en el bosque. Pero en lugar de sentir alivio, me di cuenta de que estábamos atrapados. No había más caminos que seguir.
—¿Qué hacemos? —le pregunté, mi voz temblorosa.
Kael se giró hacia mí y me miró fijamente, como si estuviera tomando una decisión crucial.
—Quédate cerca de mí —dijo con firmeza, y su voz estaba cargada de algo que no había escuchado antes. Una mezcla de urgencia y protección.
De repente, una sombra emergió de los árboles, y la figura que habíamos visto antes dio un paso adelante, seguida por otras dos. Eran hombres, y su apariencia era sombría, vestían ropas oscuras y sus rostros cubiertos. No parecía que tuvieran buenas intenciones.
Kael se puso en posición, protegiéndome con su cuerpo.
—¿Qué quieren? —le pregunté, tratando de sonar más valiente de lo que me sentía.
Uno de los hombres se adelantó, una sonrisa maliciosa cruzando su rostro.
—Lo que queremos es a ella —dijo el hombre con voz grave, señalando hacia mí.
Kael se tensó, sus puños apretados.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Kael, su tono más desafiante ahora.
El hombre sonrió, mirando a sus compañeros con cierto orgullo.
—Tu “reina” tiene un precio muy alto, ¿sabes? —dijo, y luego miró a Kael con una expresión casi burlona—. El rey ha prometido una gran recompensa por encontrarla, y nosotros sabemos exactamente lo que queremos: a ella.
Mis ojos se agrandaron al oírlo. Ya se dieron cuenta. Estaba a punto de preguntar, pero Kael fue más rápido.
—¿Y qué? ¿Creen que me van a intimidar con promesas de dinero? —dijo Kael, dando un paso hacia ellos—. ¿Qué les hizo pensar que la entregaré sin más?
El hombre más grande dio una risa burlona, acercándose más, con el brillo de la codicia en sus ojos.
—Vas a tener que hacerlo —dijo, con tono cruel—. El rey ya lo ha dejado claro. Cualquiera que la entregue recibirá una recompensa. Y con lo que tiene, podemos vivir como reyes. Literalmente.
El último de los hombres, que hasta ahora había permanecido en silencio, cruzó los brazos y dio un paso hacia mí, observándome con interés.
—Te vamos a llevar al rey.—dijo, su voz era fría, calculadora.
Kael, sin embargo, no se movió ni un centímetro. Su mirada se endureció, sus ojos brillaron con determinación.
—No lo harán —dijo con firmeza.
Me miró, asegurándose de que yo estuviera a salvo a su lado.
—¿Y qué van a hacer, exactamente? —dijo Kael, su tono desafiante no dejaba lugar a dudas.
El hombre alto le lanzó una mirada amenazante, pero Kael no se inmutó. Los otros dos hombres, al ver que la situación se tensaba, también comenzaron a acercarse lentamente, pero Kael se adelantó, posicionándose entre ellos y yo, de tal forma que mi cuerpo estaba completamente cubierto por el suyo.
—¡No se atrevan a tocarla! —gritó Kael, su voz resonando con tal autoridad que hizo que los hombres vacilaran por un segundo.
—¿Crees que puedes detenernos? —dijo el primero, el más grande, mientras avanzaba lentamente hacia Kael—. ¿Qué harás, chico? Nos conocemos. Hemos matado a hombres por menos. No te metas en esto.
Kael no respondió, pero su postura y la forma en que lo miraba dejaron claro que no iba a retroceder.
—No es necesario que lleguemos a eso —dijo el hombre, con tono algo más calmado, pero sin perder la amenaza en su voz—. Solo entregan a la chica, y todo estará bien. El rey se encargará de recompensarnos.
Sin embargo, Kael no mostró ningún signo de ceder. Pude ver cómo sus ojos se llenaban de una furia contenida, pero a la vez había algo más. Una calma tensa que parecía saber exactamente cómo manejar la situación.
—No la tocarán. —dijo Kael, y esa última frase hizo que los tres hombres se detuvieran, sorprendidos por la seguridad en su tono.
El hombre que había hablado antes, el líder, frunció el ceño, molesto.
—¿No lo entiendes? No es solo tu vida la que corre peligro. Si no nos entregas a la chica, todo esto se pondrá feo hasta para ti. Y no quiero que lleguemos a eso. —Su tono se hizo más amenazante.
Kael, sin apartar la mirada, respondió con una frialdad aún mayor.
—Entonces será feo para todos nosotros. Pero no la tocarán, ni se la llevarán.
El hombre levantó la mano, como si estuviera a punto de dar una orden, pero Kael, con rapidez y sin perder tiempo, dio un paso al frente.
—Te dije que no la toques. —Su voz se mantuvo tranquila, pero cargada de algo peligroso, como si estuviera dispuesto a todo para protegerme.
El silencio se alargó por unos segundos. El hombre líder intercambió una mirada con los otros dos, y por un momento, parecía que iban a atacar. Pero entonces, uno de los hombres que estaba a su lado, el más callado, dijo algo en voz baja.
—Mejor no arriesguemos a pelear con él. —Parecía que estaba sugiriendo que era más sabio retirarse.
El hombre líder lo miró por un momento, pero al final, su expresión se suavizó un poco, aunque la codicia seguía brillando en sus ojos.
—Tienes suerte, chico —dijo, dándose la vuelta con un gesto de desdén—. No vale la pena el enfrentamiento ahora. Pero recuerda, que te estaremos observando. La recompensa sigue en pie.
Con esa amenaza, los tres hombres comenzaron a retroceder lentamente, sin apartar la mirada de nosotros, hasta que finalmente desaparecieron entre los árboles.
Kael no bajó la guardia hasta que estuvo seguro de que se habían ido. Luego, dejó escapar un suspiro de alivio.
—Eso fue… —comencé a decir, pero Kael me interrumpió.
—No tienes idea de lo que casi pasó. —Su voz era más suave ahora, aunque aún se notaba la tensión.
Me miró por un instante, como si estuviera evaluando mi reacción, y luego asintió.
—Vamos, tenemos que seguir moviéndonos. No estamos a salvo aún.
Y con eso, comenzó a caminar nuevamente, guiándome hacia adelante.
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