Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
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Cosas extrañas
La mañana era fresca y el aire en el bosque estaba cargado de tranquilidad, un contraste absoluto con los pensamientos que rondaban la mente de Dorian. Magnus le había hablado temprano, dejando caer insinuaciones que lo desconcertaban profundamente. Incluso él mismo había comenzado a notar que algo en Lucian ya no cuadraba, pero no sabía cómo enfrentarlo. Así que decidió salir a caminar para aclarar su mente.
Mientras avanzaba entre los árboles, disfrutando del crujir de las hojas bajo sus pies, su vista captó una figura conocida a lo lejos. Allí estaba Liona, sentada tranquilamente bajo la sombra de un árbol, inmersa en un libro. Dorian rodó los ojos con irritación inmediata.
"Otra vez esta fastidiosa," pensó. Desde niños, Liona siempre había sido un pequeño tornado en su vida. Solía perseguirlo cuando él y Caelan eran inseparables, proclamando que un día se casarían. Era ruidosa, persistente y, para él, una molestia. Cuando su amistad con Caelan terminó, lo único que no extrañó fue a aquella revoltosa.
—Deberías tener cuidado —le dijo en tono seco, sin acercarse mucho—. Los rebeldes andan por todas partes, y la barrera ya no es tan segura como antes.
Liona levantó la mirada, visiblemente molesta. Ya había percibido su presencia hacía rato, pero decidió ignorarlo hasta que habló.
—No necesito que te preocupes por mí. Sé defenderme sola —respondió con fastidio.
Dorian suspiró pesadamente. La guerra de palabras entre ellos nunca terminaba.
—Solo era una advertencia, pero ya que la princesita no acepta ni siquiera un consejo, entonces me retiro —dijo con sarcasmo, girándose para marcharse.
Sin embargo, Liona, con su espíritu combativo, no iba a dejarlo ir sin responder.
—Pues si el consejo viene de la persona más tonta del territorio, prefiero pasar de él —le lanzó con desdén.
Dorian se detuvo en seco y la miró furioso.
—Eres un dolor de cabeza, ¿lo sabías?
Liona cerró el libro con fuerza y lo dejó caer al suelo.
—Y tú eres un imbécil, ¿lo sabías?
La distancia entre ellos se redujo cuando Dorian dio un paso al frente, claramente irritado.
—¡Cállate de una vez!
Pero Liona no se achicó, mirándolo directamente a los ojos con el mismo desafío.
—¿O qué? ¿Me vas a callar tú?
Ambos se quedaron mirándose, con los ojos encendidos de furia. La tensión era tan palpable que casi se podía cortar con un cuchillo. Fue entonces cuando Lyra apareció en escena, regresando con una canasta de manzanas que había ido a buscar. Al ver a los dos en medio de lo que parecía una pelea, carraspeó con fuerza, logrando que ambos se separaran de inmediato.
—¿Siempre son así ustedes dos? —preguntó con una ceja alzada.
Liona señaló a Dorian con el dedo.
—No es mi culpa. Este idiota siempre quiere tener la razón.
Dorian abrió los ojos, incrédulo.
—¡Lo dice la que cree sabérselas todas! Cuando en realidad solo se la pasa inmiscuyéndose en la mente de los demás.
Ambos volvieron a mirarse con ese mismo desafío, listos para comenzar otra ronda de insultos. Sin darse cuenta, Lyra soltó sin pensar:
—En el territorio había una pareja de lobos que, cuando se conocieron, peleaban demasiado. Pero en realidad, se gustaban. No será que ustedes...
Antes de que pudiera terminar la frase, los dos gritaron al unísono:
—¡Claro que no!
Se miraron con furia y, en un movimiento casi sincronizado, se alejaron en direcciones opuestas. Dorian caminó rápido, visiblemente enojado, mientras Liona recogía su libro del suelo con brusquedad y se marchaba en silencio.
Lyra observó la escena con una sonrisa divertida y mordió una manzana de su canasta.
—No se gustan, ¿eh? Ja. Estos dos o se quieren o se odian —murmuró para sí misma, disfrutando de su pequeño descubrimiento mientras seguía su camino.
Lyra caminaba tranquilamente entre los árboles, disfrutando del aroma fresco del bosque y sosteniendo su canasta de manzanas recién recogidas. El crujir de las hojas bajo sus pies era casi hipnótico, una melodía calmante que le permitía desconectar de todo el caos que últimamente envolvía al territorio.
De repente, un dolor punzante en su pecho la detuvo en seco. Era una sensación indescriptible, como si algo intentara arrancarle el alma desde dentro. Soltó la canasta, y las manzanas cayeron al suelo, rodando entre las hojas secas. Quiso gritar, pedir ayuda, pero su voz no respondía. El dolor crecía, extendiéndose como fuego por cada fibra de su cuerpo.
Una niebla oscura empezó a rodearla, envolviéndola. El humo que surgía de su cuerpo era espeso, un tono entre negro y rojizo que se retorcía como si estuviera vivo. Su loba, que había permanecido en un silencio cómodo durante días, se manifestó por primera vez en mucho tiempo, con un tono alarmado.
"¿Pero qué está pasando? ¿Acaso moriremos de esta manera tan tonta?" susurró la loba, claramente sintiendo el mismo dolor desgarrador.
Lyra intentó responder, pero ni siquiera podía mover los labios. Sus fuerzas la abandonaron rápidamente, y su visión comenzó a nublarse mientras el aura negra se hacía más intensa, como si algo oscuro y antiguo estuviera reclamándola. Finalmente, su cuerpo no pudo más, y cayó al suelo con un golpe sordo, las hojas amortiguando su caída.
El bosque quedó en silencio, salvo por el suave murmullo del viento y el ocasional movimiento de las hojas. La canasta estaba volcada, y las manzanas esparcidas a su alrededor, mientras Lyra permanecía inmóvil, envuelta en aquella extraña energía que parecía emanar directamente de su esencia.