EN OTRA VIDA

LUCIA SMITH

María Alicia no llegó ese día ni los siguientes dos días. La llamé y le escribí Pero no me contestaba. No sé en este punto que es lo que siento, ya no sé ni que pensar.

Ella es mi media hermana, pero quiero escucharlo de sus labios. Mi madre se fue debiéndome una verdad.

Escuché voces en la sala. Dejé a Alexander en la cama y salí del cuarto. María Alicia estaba en la sala con el señor Marco. Tenía demasiadas emociones, sumado al posparto que me había dejado cierta tristeza por toda la experiencia vivida con el fallecimiento de mi madre.

Ella se quedó en silencio.

— Necesitamos hablar— dijo el señor Marco.

— ¿Qué me va a decir? Qué María Alicia y yo somos medias hermanas, que jugó con mi mamá y que tiene remordimiento de conciencia y es por eso que ahora me busca. Ya tengo 18 años, ¿por qué no me buscó antes? Siendo sincera, no quiero escucharlo. No quiero saber nada, mi madre ya no está y no puedo comprobar si lo que usted me vaya a decir sea verdad o mentira.

— Dame una oportunidad para explicarte. Prometo decir la verdad, no te voy a mentir.

¿Escucharlo? Mi madre esa vez se puso como una fiera cuando lo vio. ¿Por qué?

— Lucía perdóname por no decirte todo desde un inicio— María Alicia tenía su mirada en el piso— Pero por el aprecio que me tienes, si es que me aprecias, por favor escucha a nuestro padre. Tampoco es grato para mí, el darme cuenta de muchas cosas, yo también me he sentido mal.

Sus palabras sonaban sinceras.

— Está bien, voy a escucharlo. Solo por ti, porque a pesar de todo, tú me has ayudado mucho y eso te lo voy a agradecer toda mi vida.

Alexander empezó a llorar. Fui al cuarto y lo cargué. Lo llevé a la sala pensando que podía escuchar y darle de amamantar.

—¿Él es mi nieto? ¿Puedo cargarlo?

— Aún no. Déjeme dormirlo y ya regreso— me fui al cuarto.

Empecé a llorar.

Creo que tengo depresión posparto.

Diez minutos estuve con Alexander hasta que se durmió. Verlo a él, me hacía sentir culpa por qué siendo tan pequeño no tiene un padre presente. Dylan ni siquiera sabe que tiene un hijo. Soy una mala mujer.

Regresé a la sala.

— Soy todo oídos— les dije.

— No sé que te dijo tu madre de mí.

— Nunca dijo nada. Y yo nunca pregunté por ti.

— Estaba comprometido con la madre de María Alicia, cuando conocí a tu mamá en una visita al pueblo X. En ese tiempo, era un estudiante en mi último año de administración de empresas. Con un grupo de amigos decidimos investigar sobre una casa hogar que había en ese pueblo y queríamos hacer un evento para recaudar fondos con el fin de ayudar. Visitamos varias veces ese pueblo, y en cada ocasión miraba a tu mamá, ella trabajaba cerca. Nos hicimos amigos, nos empezamos a enamorar, yo amaba a tu madre, Pero cometí un error, nunca le conté que me iba a casar. Las cosas se dieron y ella salió embarazada. Yo me case y no volví al pueblo por un tiempo. Cuando regresé ella ya te tenía en sus brazos. Y fue en ese momento que le conté sobre mi matrimonio. María Alicia había nacido más o menos en el tiempo que tú naciste y eso no se lo conté.

— Mi mamá sufrió por tu culpa— tenía mi cara llena de lágrimas.

— Si y lo siento mucho. Iba de vez en cuando a verla. Cuando cumpliste tus tres años, ya no supe nada de tu madre hasta en ese día, en la fiesta de graduación del hijo de los Salvatore. Perdóname Lucía por todo. He sido un hombre malo, tu madre no merecía mentiras, ni mi doble vida. Esa es la verdad. Ese día, Elba estaba muy molesta y la entiendo. No pude lograr su perdón, lamento y siento su fallecimiento, porque ella fue la única mujer que yo he amado. Y perdóname María Alicia por decir esto.

— Eso ya lo sabía papá. Nunca quisiste a mi madre y todo terminó en un divorcio. Aunque me duele, entiendo.

— ¿Por qué no te casaste con mi madre si ella era el mayor de tu vida? No entiendo por qué llevar una doble vida. Si hasta los tres años estuviste viéndome, ¿por qué nunca me reconociste como tú hija? No sabes cómo duele cuando pasaban lista en mi aula, y yo era la única que tenía solo un apellido. Sentían lastima por qué no tenía padre, o cuando llegaba el maldito día del padre, me ponían a hacer tarjeta a mi padre cuando ni siquiera tenía uno. Cuando me gradué, todas mis compañeras iban tomadas del brazos de su padre y yo iba del brazo de mi madre, no me quejo por qué ella sacaba frente por mi, sino que tenía que pretender que no me importaba cuando realmente me dolía, muy adentro quería tener un padre. Es facil pedir perdón, Pero tú fuiste el primero en romper mi corazón.

— Perdóname— El señor Marco se puso de rodillas, tenía su cara inundada de lágrimas.

María Alicia tenía sus ojos rojos, siempre miraba a un lado o al piso. ¿Qué hago? No sé que hacer.

— Levántese señor Marco, no se arrodille ante mi que no soy Dios. Solo ante Dios se doblan las rodillas. Siendo honesta no se que hacer. Estoy rota por todos lados. Y ahora solo tengo que ser fuerte para mi bebé.

— Déjame recuperar el tiempo perdido. Voy a ayudarte con todo, tus estudios, quiero que te vengas a vivir a mi casa, no te hará falta nada.

Él se puso de pie y tomó mi mano y la mano de María Alicia.

— Yo las amo a las dos, son mi vida. Y con mi nieto seríamos una familia de cuatro. María Alicia yo te amo, Lucía también te amo, son mis hijas.

María Alicia lo abrazó, yo solo pude sostener mi mano con él. María Alicia me abrazó.

—¿Me perdonas?

— Si. Si te perdono. Yo te quiero mucho Alicia. Eres mi amiga, mi angel y ahora mi hermana.

Ese día empaque mis cosas y me fui a vivir con él señor Marco. Aunque se que es mi padre, me cuesta decírselo. Tal vez algún día, cuando mis heridas se sanen, le pueda decir papá. Vamos a dar ese paso, de convivir como familia.