Te Necesito Conmigo

Eduard se puso de pie y camino hasta su puerta de entrada, dándole el paso a la secretaria de su amigo, quien con una expresión de cansancio se encontraba, vestida con ropas anchas, su cabello en una coleta desprolija.

-Sentado en el sofá - Eduard respondió a la pregunta jamás hecha por la azabache. Isabella con fastidio entró y encontró a su jefe sentado en el sofá, con notoriamente sueño.

Alexander levantó su mirada al sentir su aroma y presencia, sus pupilas entonces brillaron al verla, con naturalidad le sonrió.

-Me he tardado unos minutos porque no encontraba transporte y entienda, son casi las dos de la madrugada señor - se excusó Isabella.

-No importa. Sabía que vendrías - Isabella calló, sus mejillas se tiñeron de carmesí y trato de evitar mirarlo directamente a los ojos ambarinos.

-¿Vamos señor? - pregunto segundos después.

-Necesito ayuda para caminar - Isabella suspiro y estiro su mano para tomar la de su jefe, Alexander la tomo y con aquella ayuda se puso de pie, paso un brazo por los hombros de su sexy secretaria y aprovecho para seguir inhalando desde cerca el aroma de la azabache.

-Apesta a alcohol señor - le dijo al empezar a caminar hasta la salida.

-Gracias - feliz, agradeció Alexander.

-No fue un cumplido -bramo Isabella. Llegaron junto a Eduard y Isabella le fulminó con la mirada.

-Sé que no está borracho señor vicepresidente - Eduard trago grueso - Cuando meta la pata en una presentación no evitaré el enojo de mi señor con usted...-se calló al darse cuenta de cómo se había referido a su jefe.

-¿"Mi señor"? - burlesco Eduard le encarno una ceja - Valla...

-Cállese, lo que dije es enserio - se volvió a sonrojar, salió de la casa mientras que de reojo miraba a su jefe, que afortunado que estaba un poco desconectado de la realidad y no la había escuchado.

Con algo de práctica ya, Isabella lo acomodó en el asiento de copiloto, le abrocho el cinturón de seguridad, saco de la campera de su jefe las llaves del coche.

-Señor no se duerma, llegaremos... ¡Awh! - dio un largo bostezo, tenía mucho sueño - Llegaremos en menos de diez minutos con ojos lagrimosos empezó a conducir, encaminándose hasta la mansión de su jefe.

-¿Isabella...? - la voz de su jefe resonó en el silencio del interior del coche, habían pasado ya cinco minutos de camino.

-Sí señor.

-Dime Alexander - como un niño pidió, Isabella suspiro.

- ¿Si señor Alexander? - Alexander volteo los ojos y sonrió, de costado la miraba y disfrutaba del perfil de su secretaria.

-¿Me odias? ¿Por eso es que ya no quieres seguir conmigo?- Isabella encontraba esa oración como doble sentido, pero la ignoro al ver el estado de su jefe.

-No lo odio, para nada. Y ya le dije muchas veces mis razones.

-Pero te he propuesto casarte conmigo y no aceptaste - Alexander no dejaba de mirarla, la luz de la noche en el rostro de su secretaria le hacía parecer que era un sueño.

-Fue egoísta al hacerlo, usted simplemente no quiere que deje de trabajar para usted - le reprocho con desilusión.

-No, no es solo eso Isabella, yo te quiero... Tú ¿Me quieres? – Isabella estaciono el coche frente a la mansión de su jefe y con curiosidad lo miro, su jefe aún la miraba y esperaba una respuesta. A pesar de su borrachera en su mirada se notaba la sinceridad y eso Isabella lo noto desde un principio.

-Si lo quiero. Lo quiero señor - respondió de la misma manera, sincera y por primera vez aceptando un 10% de sus sentimientos para con su jefe.

-Lo que dije la otra vez es cierto - Alexander entonces tomo la mano de Isabella y entrelazo sus dedos con los de él.

-¿Qué es qué? - murmuro la azabache.

-Que te necesito conmigo...-

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Entreabrio sus pares de ojos, los rayos del sol cruzaban el cristal de su gran ventanal, se cubrió sus ojos con su antebrazo izquierdo y gimió con incomodidad. Su cabeza retumbaba y su cuerpo, sin haberse puesto de pie, ya le pesaba.

Se sentó en su cama y se sostuvo su cabeza con sus manos, todo le daba vuelta.

¿Qué carajos había pasado ayer?

Lo único que recordaba era haberle pedido a Isabella que se casará con él, ella lo había rechazado de la peor manera y luego se encamino a casa de su amigo para desahogarse y estaba demasiado claro, que se había emborrachado.

¿Pero cómo había llegado a su casa? ¿Eduard se había apiadado de él? Creía eso imposible, entonces...

-Qué bueno que ya se despertó – la voz de Isabella se escuchó desde la puerta de entrada de su habitación.

Giro su cabeza y la vio ya vestida con su uniforme habitual de trabajo y sería... más sería de lo normal, sus ojos azulados parecían dagas de hielo y su mirada era fulminante ¿Qué había pasado?

-¿Isabella? - con confusión trato de ponerse de pie, pero su cuerpo no le respondió- ¿Qué ha...?

-Son las diez de la mañana, he avisado que se atrasaría debido a asuntos personales, he retrasado la junta que tenía programada para dentro de dos horas. Será mejor que se prepare y baje a desayunar - el tono frió de la azabache lo dejo estático ¿Por qué lo trataba así?

-Espera...- pero fue tarde, Isabella lo había ignorado y se había retirado de la habitación - ¿Qué carajos?

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Nuevamente trataba de recordar lo que había hecho en su borrachera de anoche porque inmediatamente se dio cuenta que Isabella fue la que lo había ido a buscar a casa de su mejor amigo y también porque la vio salir de la habitación asignada para ella en su mansión.

Isabella no le había vuelto a dirigir la palabra, en el desayuno solo se dedicó a observarla mientras que ella conversaba con la anciana Clara y lo ignoraba por completo a él. En el viaje en coche hacía la empresa él le hacía preguntas-que ya sabía la respuesta- pero Isabella con señas le respondía.

Al llegar a la empresa, ella se había adelantado y esta vez era Alexander у quien la seguía por detrás, se encontraba temeroso, Isabella Smith era y es brava.

No sabía lo que había hecho pero sea lo que sea, al parecer fue como iniciar la tercera guerra mundial con su secretaria.

Tener un mal entendido con una mujer nunca es bueno, nunca.

-¡Buenos días! - exclamaron los empleados y luego con confusión miraron como Isabella Smith pasaba por delante de su jefe.

Alexander como siempre, no devolvió el saludo y aún pensativo siguió a su secretaria.

-Espera, Isabella - le llamo Alexander harto de la situación, su secretaria ya estaba detrás de su escritorio - ¿Qué es lo que...?

-Tiene diez minutos para prepararse para la junta – sin mirarlo le interrumpió.

-¡Dios! ¿Qué carajo he hecho para que me trates así? - exclamo molesto mientras rodeaba el escritorio de su secretaria poniéndose en frente de ella.

-¿Qué, que hizo? - sarcástica dijo - Mejor siga con su trabajo que yo hare el mío. Y por cierto, como he terminado casi todo mi trabajo me retirare antes.

- ¿Y a dónde vas?

-A usted eso no le interesa - mascullo entre dientes, la actitud de su jefe ya le cansaba y lo decía también por lo sucedido en la noche.

-Sabes que después de tomar no recuerdo nada, dime que he hecho - casi rogo Alexander girando la silla de Isabella haciendo que quedaran frente a frente.

-Señor Arnault...- murmuro Isabella con la mirada hacia abajo.

-Vamos a mi oficina - ordeno y sin dejarla responder ni oponerse al agarre de su mano, tiro de ella, llevándosela a arrastras al interior de la oficina de él.

Isabella empezó a mirar con temor, no por si alguien los cachaba, sino por el terrible descubrimiento que tuvo anoche, se había dado cuenta que poseía sentimientos por Alexander Arnault. su jefe, y aquellos sentimientos cada vez se intensificaban cada vez más y más.

-Señor...- una vez trato de resistirse y marcharse trotando de la oficina de su jefe.

-Que he hecho - la interrumpió, sin soltar su mano se giró a ella y avanzo un paso, Isabella retrocedió uno.

-Señor, distancia por favor - con la mirada baja dijo, si miraba esos iris dorados se rendiría a ellos.

-¿Distancia porque? - Alexander volvió avanzar a ella con un paso largo - En todos estos años, no hemos mantenido distancia.

-Pues deberíamos empezar a tener - y con aquel pretexto retrocedió un paso - Tengo que hacer mi trabajo, por favor señor - rogaba con un nudo en la garganta.

-¿Qué es lo que paso? ¿Por qué me tratas de esa manera tan fría? - Alexander necesitaba una respuesta a aquello.

-Nada.

-No te creo. Dime Isabella – con la mirada fija en ella avanzo uno más.

-¡Que no ha pasado nada! - grito incapaz de seguir ocultando lo que había descubierto, levanto su mirada y choco con el dorado fundido de su jefe, se rindió.

-¡No te creo, dime! - el también exclamo y avanzo aún más quedando a centímetros de rosarse.

-¡Descubrí que siento algo por usted! - Alexander calló, abrió sus ojos de la sorpresa y la miro, Isabella tenía pequeñas gotas de lágrimas en sus ojos y sus mejillas sonrojadas.

-¿Qué? - ah Alexander la alegría lo invadió quería volver a escucharlo.

-Ya lo escucho, ahora búrlese, y bóteme como lo hace con todas...- Isabella entonces quiso voltearse para irse pero el agarre en la mano que tenía con su jefe lo impidió.

-Contigo nunca – Isabella la atrajo a él chocando sus cuerpos y con su otra mano elevando el rostro de Isabella.

-Señor - murmuro Isabella hipnotizada por aquellos ojos. Alexander roso sus labios con los carnosos de su secretaria haciendo anhelar lo por venir. Ambos cerraron de apoco sus ojos.

-También siento algo por ti - y choco los labios con los de su secretaria.

Un hormigueo, ambos, empezaron a sentir con tal acción. Sus labios encajaban a la perfección, su ritmo y sus movimientos eran sincronizados. Ambos sintieron como de alguna manera se completaban.