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Casada con el Tío de mi Ex: La Novia Reencarnada

Casada con el Tío de mi Ex: La Novia Reencarnada

Status: Terminada
Genre:CEO / Reencarnación / Enfermizo / Casada Con Mi Ex's Familiar / Completas
Popularitas:293
Nilai: 5
nombre de autor: Bruna Chaves

En su vida pasada, fue engañada por el hombre que amaba: falsamente acusada de adulterio el día de su boda, despojada de todas sus posesiones y llevada al suicidio por la traición de él y su amante.
Pero el destino le otorgó una segunda oportunidad: tres meses antes de aquella tragedia.

Decidida a cambiar su final, acepta el compromiso arreglado por su abuelo con un CEO en silla de ruedas, el mismo hombre que alguna vez rechazó y que fue humillado por todos a causa de ella.
Sin embargo, durante la ceremonia de compromiso, una revelación sacude a todos: él es el joven tío de su exprometido.

Esta vez, ella lo defiende, enfrenta las humillaciones y decide casarse con él, sin imaginar que aquel “inválido” oculta secretos oscuros y un plan de venganza cuidadosamente trazado.
Mientras ella lo protege de las burlas, él destruye en silencio a sus enemigos y le devuelve todo lo que le fue arrebatado.
Pero cuando la máscara caiga, ¿qué quedará entre ellos? ¿Gratitud, amor… o una nueva forma de traición?

NovelToon tiene autorización de Bruna Chaves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5

El silencio del coche era casi sofocante. Después del compromiso, mi abuelo me dejó al cuidado de Gael, como si quisiera que pasáramos algún tiempo a solas para "conocernos mejor". Yo mantenía los ojos en la ventana, observando las luces de la ciudad pasando rápido, pero, en el fondo, cada detalle de aquella noche se repetía en mi mente como un eco: la mirada furiosa de Adrian Castellani, sus palabras de desprecio, el choque general de los invitados.

Y, sobre todo, el modo en que Gael se había posicionado. No solo me había aceptado, sino que me había defendido.

Cuando el coche se detuvo delante de la mansión Castellani, casi contuve la respiración. Era un palacete clásico, de líneas sobrias e imponentes, iluminado por reflectores que destacaban su grandiosidad. Al bajar, Gael extendió la mano, y por un momento percibí cómo era firme, cálida, real.

—Entra —dijo, en tono tranquilo, pero cargado de autoridad.

Atravesé el hall con pasos hesitantes. El suelo de mármol reflejaba la luz de las lámparas, y en las paredes, retratos de la familia Castellani me encaraban como jueces silenciosos. Adrian también formaba parte de aquel linaje, y solo de pensarlo, mi estómago se revolvía.

Gael condujo la silla hasta la sala de estar. Se acomodó frente a mí, con una postura que, aunque limitada por la silla de ruedas, exudaba poder. Sus ojos oscuros estaban fijos en mí.

—Enfrentaste a Adrian sin vacilar —comenzó él, con voz baja y firme—. Pocas personas se atreven a contradecirlo en público.

—Pocas personas saben lo que él realmente es —repliqué, con amargura.

Gael arqueó la ceja, curioso.

—¿Y tú lo sabes?

Por un instante, temí haber hablado de más. Apreté las manos en el regazo, buscando mantener la calma.

—Sé lo suficiente. Lo bastante para entender que no debo confiar en él.

El silencio se extendió entre nosotros. Yo podía sentir el peso de su mirada, como si intentara arrancarme secretos que no estaba lista para revelar.

De repente, él rió levemente, un sonido bajo y ronco.

—Eres más interesante de lo que imaginé.

Yo desvié los ojos, incómoda con el modo en que aquellas palabras me afectaron.

Aquella noche, antes de retirarme al cuarto de huéspedes, algo sucedió que me dejó en alerta. Yo volvía del jardín, intentando calmarme, cuando oí un ruido proveniente del pasillo principal. La curiosidad me guio, y, escondida detrás de una columna, vi a Gael.

Estaba solo, la silla de ruedas apoyada en una mesa. Y, delante de mis ojos incrédulos, él se levantó.

El movimiento fue seguro, firme. Apoyó las manos en la mesa solo por un instante, pero luego caminó con pasos decididos hasta la estantería, donde removió algunos documentos. No había temblor, no había dolor visible, no había nada que recordara a un inválido.

Mi corazón se disparó.

Él no era deficiente.

Contuve la respiración, temiendo ser descubierta. Pero Gael parecía ajeno a mi presencia, absorto en sus propios pensamientos. Pocos minutos después, retornó a la silla y, como si nada hubiera sucedido, empujó las ruedas en dirección al escritorio.

Volví a mi cuarto, los pensamientos en turbión. A cada latido del corazón, la verdad se hacía más clara: él fingía. Había fingido durante años, tal vez. ¿Pero por qué?

Cerré los ojos y juré para mí misma: si quería sobrevivir en aquel juego de poder y venganza, yo necesitaría entender quién era, de hecho, Gael Castellani.

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