Para escapar de las abrumadoras responsabilidades heredadas de su difunto hermano, Bitte, de 19 años, viaja a un remoto pueblo de Tailandia. Allí conoce a Estoico, un chico de 13 años abandonado por sus padres, quienes lo utilizaron para pagar una deuda de juego. Conmovida, Bitte decide adoptarlo a pesar de la mínima diferencia de edad, cargando así con una nueva responsabilidad. Sin embargo, lo que comenzó como un acto tierno y loable, pronto comenzó a oscurecerse.
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Capítulo 20: Vacaciones.
Resort Monte Verde.
Los más jóvenes, Vielen y Rech, jugaban con Behtlu en la arena, moldeando figuras, mientras Backler y Dash se sentaban en la orilla, más cerca del agua, absolutamente satisfechos y carcajeándose por la escena que les mostraba Khris en ese momento. Él se encontraba bajo un parasol y sobre una toalla, aplicándose capas excesivas de protector solar en el rostro y el cuerpo, ya que su tono de piel era muy distinto al de su hermano, quien era al menos varios tonos más oscuro. Esto no significa que él no utilizara protección, solo que su actitud al respecto era algo más relajada, por así decirlo. Dash, cuyo tono era similar pero más claro al de khris, había hecho lo mismo antes.
—¡Khris! —gritó Dash desde la distancia, buscando atraer su atención, y lo logró.
—¿Qué quieres? —respondió hastiado por el estrés; su forma de aplicar el producto no era la mejor y le estresaba demasiado—. Si me vas a ayudar, lo acepto de buena gana; pero si no, mejor ni me mires.
El chico, al escuchar la respuesta, decidió levantarse de donde estaba sentado y caminar hacia él para brindarle ayuda, ya que desde la distancia podía ver —no tanto la desesperación, sino más bien el estrés— que le causaba a Khris no poder aplicarse el producto adecuadamente por sí mismo. La sola idea de recibir ayuda de otro, y más aún viniendo de él, sabía que no era lo mejor para su altivo autoestima, pero ¿qué más le quedaba sino aceptar la asistencia de Dash? Mientras este se acercaba, Backler observaba su cuerpo y se repetía mentalmente que no se arrepentía de haberlo elegido y que se sentía contento de haber sido aceptado por la gran persona que era el muchacho.
—Ven, date la vuelta y te ayudo a ponerte el protector en la espalda. Llevo un rato mirándote y he notado que es la zona más complicada; no llegas bien y hasta parece que te dislocas el hombro intentándolo solo —mencionó Dash, dando a entender sus razones para ofrecer ayuda y así no hacer sentir inútil al chico, pues conocía su temperamento.
—Callado te ves más guapo, “cuñado” —respondió Khris sarcásticamente, lanzando una mirada juzgona y recibiendo a cambio un gesto de negación por parte de Eiffel, quien estaba a su lado, bajo su propia sombrilla, leyendo uno de los libros que había traído para entretenerse en las vacaciones familiares. El otro, sin hacer caso, continuó con su laboriosa tarea de aplicar completamente el protector en la zona dorsal.
—¿Y a ti qué te pasa? No me digas que prefieres a este recién llegado antes que a mí… Bueno, si es el caso ni me interesa. Allá tú y las rarezas que pasen por esa cabeza —cuestionó al más joven cercano.
—Resulta que tengo cosas más interesantes que hacer, como terminar este libro y quitarme de al lado a esta chica (de al menos quince años, que quedó impresionada conmigo desde el avión y que, por casualidad, se hospeda en el mismo resort). Perdona por no tener tiempo suficiente para perderlo contigo, señor Khris —contraatacó Eiffel, yendo directo a su ego, donde más le dolía.
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Tras terminar, Dash decidió regresar hacia donde estaba Backler.
—¿Estabas mirando mi cuerpo? —le preguntó al otro, quien lo miró sorprendido por la pregunta.
—Sí. ¿Cómo te diste cuenta? ¿Acaso soy tan evidente? —respondió e interrogó al mismo tiempo.
Ambos se observaron fijamente durante unos segundos, mientras el otro procesaba lo que iba a decir.
—Podría decirte que a veces, o más bien siempre, eres muy fácil de leer. Creo que no está en ti ocultar o disimular las cosas. Aún no entiendo cómo podías mentirles a tus ex —respondió Dash, entrando al agua, donde su interlocutor había decidido meterse momentos antes. El clima era cálido, pero dentro del agua se sentía un poco fría; la temperatura era distinta. El otro decidió tomarlo de la mano y acercarlo a su cuerpo, en un intento por hacerle entender que no le mentiría, que sería incapaz de hacerlo con él. Aunque él no terminaba de creerlo por completo.
Prefirieron cambiar de conversación y continuar con su propósito de pasar las mejores vacaciones juntos en compañía de la familia. Cabe destacar que el viaje no fue planeado por ellos; ninguno de los jóvenes en casa tenía conocimiento. Solo Bitte, el tío Steban y la tía Cristin estaban enterados y fueron los responsables de la organización. Además de ellos, Estoico también fue importante a la hora de elegir el resort donde se hospedarían durante dos meses.
Bitte y Estoico estaban junto a los tíos, sentados en el restaurante que se encontraba muy cerca de la playa, justo enfrente de donde estaban Eiffel y Khris, quienes se negaban a estar bajo el sol sin protección. O, más bien, podían estar expuestos siempre que tuvieran mucho protector solar, una sombrilla y bastante ropa; el calor realmente no les importaba. Eran chicos temerarios, aunque eso no impedía que estuvieran sudando a mares.
—¿Quién diría que estos dos, ni siquiera fuera de casa, dejarían de discutir? —comentó Cristin en tono jocoso, riéndose por las ocurrencias de sus sobrinos.
—Ya es parte de su dinámica diaria, más aún cuando se trata de Khris: siempre busca la manera de incomodar o pelear en momentos y por razones que carecen de lógica —respondió Estoico sin mostrar sorpresa, compartiendo la misma emoción, aunque de una forma un tanto diferente.
—Dejando a un lado las ocurrencias de Khris, ¿cómo te ha ido últimamente, Estoico? He escuchado por parte de Bitte que vas excelente en la universidad, con el mejor promedio de toda la carrera. Eso es genial —dijo Steban, contento por sus logros.
—Me alegra. Me recuerda a cuando Bitte estaba en la universidad; también era la mejor de su clase e incluso había adelantado materias por su gran dominio de los temas. Era maravilloso escuchar a los profesores decir que, antes de que los temas fueran evaluados o siquiera mencionados en clase, ella ya los estaba estudiando desde mucho antes —continuó, lleno de orgullo.
—Muy bien lo recuerdo. Cuando le faltaba poco por terminar la carrera, fue cuando me adoptó. Lo recuerdo como si fuera ayer. Bitte es, fue y será siempre un ejemplo a seguir para mí; una gran mujer —respondió Estoico mirándola, mientras ella tomaba una piña colada, la cuarta para ser exactos. Tenía buena resistencia al alcohol, aunque en ese momento no era gran cosa lo que estuviera bebiendo.
Ambos mayores percibían una atmósfera distinta a la que solían ver meses atrás, incluso muchos meses antes, la última vez que habían compartido un ambiente así. La forma en que Estoico pronunciaba su nombre, refiriéndose a ella directamente y no como solía hacerlo antes —como “madre”—, les resultaba llamativa. Sabían que, en el pasado, cuando esas palabras salían de la boca del joven, sonaban forzadas, como si las arrancaran de su garganta. Les costaba acostumbrarse a oírlo llamarla por su nombre, tratándola como a una mujer y no como a la figura materna a la que antes estaban habituados.
Según entendían, en su última conversación habían cerrado algunos temas que quedaban pendientes, aunque aún había cabos sueltos por resolver. Decidieron avanzar paso a paso para comprenderlos mejor. El chico, por su parte, optó por seguir asistiendo a sus sesiones con el doctor Clark para entender qué le estaba sucediendo, especialmente últimamente, cuando su mente se distorsionaba más ante los sucesos, las palabras, los detalles y las acciones de ella. Si bien podía ser que estuviera interpretándolo todo mal, y que sus sentimientos fueran distintos a lo que su mente le sugería —o a lo que él creía que era—, no podía tomar decisiones apresuradas. Ella, siendo la mayor, le había aconsejado precisamente eso.