El Límite De La Tentación.

—¡Deja tus estupideces a un lado, Dusan! — en un rápido movimiento obtengo su pistola—. Aquí nadie matará a nadie. ¿Crees que con la muerte se solucionan los problemas? Solo estás dejándote llevar por la cobardía. ¿No dijiste que querías vengarte de quiénes asesinaron a Violet? Pues usa la cabeza, y ten tus objetivos claros.

—¿Y quieres que me quede sentado, esperando a que los enemigos vengan a mí?

Las ganas de golpearlo no faltan, lo que provoca que levante mi mano para dejar la huella de una cachetada en su mejilla.

—¡Eso no es lo que un hombre de verdad diría! Usa más la cabeza, y menos los huevos.

Le doy la espalda, regresando al auto.

—¿Dónde vas, Esme?

—A descubrir si sigo siendo la Esme de antes, y no la estúpida que se enamoró de su cliente — enciendo el auto, marchandome del lugar sin mirar atrás.

«Esta no eres tú, Esme. Tu grave error fue enamorarte de él»

...DUSAN...

Me siento una mierda, una completa mierda que no sabe dónde ir.

Esme tiene razón es decir que soy un cobarde que no sabe utilizar la cabeza. ¿Quién soy en realidad? ¿Cuál es mi verdadero yo? Creo que, mi verdadero yo murió hace más de seis años.

—¿Se encuentra bien? — la repentina pregunta de Daphne me saca de mis pensamientos.

Había olvidado completamente que esta niña existía.

—Regresa a tu cuarto — llevo un cigarrillo a mi boca, continuando con la idea de quedarme en el jardín para disfrutar de un poco de viento.

—¿Le puedo ayudar en algo?

—No. si

—A mí se me hace que sí. ¿Está de mal humor por la psicóloga?

—Déjate de preguntaderas, recuerda que si estás aquí es porque a mí se me dió la gana; así que ahorrate tus palabras — vuelvo a darle la espalda.

—Ahora entiendo la razón por la que ella no está con usted.

—¿Qué dices? — la miro a los ojos.

—Amargado, grosero, arrogante; así es usted. Pero déjeme decirle que el hecho de ser una prostituta, me ha hecho conocer todas las caras de las personas; yo ya conocí la suya. ¿Quiere un consejo?

—No.

—Luche por ella.

—Te dije que no quería ni un consejo...

—Usted también le gusta, lo pude percibir cuando conversé con ella. Pero con esa actitud idiota que tiene, la aleja más. Un detalle nunca está de más — me guiña un ojo, girandose de camino a su habitación.

Cara de niña, pensamientos de adulta. ¿Quién carajos es esta mujer?

...ESME...

«Los negocios» Por la discusión que tuve con Dusan, ni cabeza tengo para los dichosos negocios que he manejado de mi padre.

Un mensaje se refleja en la pantalla de mi celular, y quién más que el "oportuno" Dusan escribiéndome a las diez de la noche.

...«Te espero en mi casa. ...

...Por favor, no faltes»...

Su mensaje me deja con la mente en blanco, ni palabras tengo para responderle. ¿Qué hago?

Me prometí no verlo más; pero por primera vez, algo me resulta difícil de cumplir. Odio haber caído en lo que me prohibí; odio pensar en él; odio estar ahora, aquí, frente a las puertas de la mansión de Dusan Leonardi.

—Buenas tardes, señorita — sin rodeos, la sirvienta me hace pasar—. El señor la estaba esperando. ¿Desea tomar algo?

—No, solo quiero verlo. ¿Dónde está Dusan?

—Aquí estoy — con una expresión seria, el idiota me habla desde las escaleras—. Gracias por venir — habla luego de despedir a la mujer.

—Aquí me tienes, ¿ahora qué?

Toma mis manos, dando a notar cuan helado están las suyas.

—Vamos.

Sin mi consentimiento, me jala, y no me suelta hasta llevarme al interior de su habitación.

—¿Qué hacemos aquí?

La cercanía de su cuerpo me hace caer en la cama; dejándome sin escapatoria al ponerse sobre mí, con sus piernas en cada lado de mi cuerpo.

—¿Qué haces?

Su actitud me asusta, y no me gusta.

Quita los botones de su camisa, pero no hago más que abrir los ojos de par en par. ¿Qué le pasa a este loco?

—Dusan, quítate. ¡Quítate...!

Mis palabras se silencian al ver mi rostro tatuado en su pecho. Me ha dejado sin palabras.

—Dusan... tú...

Su mano mi arrastra a tocar aquel tatuaje bien formado y diseñado; sencillamente perfecto.

—Por tí soy capaz de entregar mi vida, de matarme si alguien me lo pide. Por ti soporto todo, pero necesito que estés conmigo. Cuando pienses que estoy jugando contigo, recuerda estas palabras. Te amo, Esme Howard. No pido un final feliz, solo la felicidad contigo. Te entrego todo, pero quédate conmigo.