“Lo expuse al mundo… y ahora él quiere exponerme a mí.”
NovelToon tiene autorización de Ari Alencastro para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 9:“Choques y centellas”
El aire entre ellos se tensó como una cuerda a punto de romperse.
La música, el murmullo de los invitados, las luces… todo parecía difuminarse.
Solo quedaban ella y él.
Isabella lo miraba con el ceño fruncido, tratando de mantener su orgullo intacto. Damián, por su parte, la observaba con esa media sonrisa arrogante que hacía que cualquiera quisiera arrojarle una copa encima.
—¿Sabes? —dijo ella, cruzándose de brazos— para ser tan popular, hablas demasiado en clave.
—Y tú para ser tan justa, te metes en líos que no puedes manejar —replicó él con calma.
—¿Ah, sí? Pues no sabía que la verdad daba miedo —contestó ella con una sonrisa forzada, aunque su voz tembló un poco.
Damián soltó una leve carcajada.
—La verdad no da miedo, Isabella. Lo que asusta es cuando la persona equivocada la usa.
Sus ojos azules la escanearon, como si quisiera leerla entera.
—Y tú… ni siquiera sabes lo que hiciste.
Isabella lo miró, confundida, dolida, pero antes de responder, una voz interrumpió la tensión.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó Tomás, el mejor amigo de Damián, acercándose con su sonrisa de chico encantador y peligroso. Tenía el cabello castaño claro, los ojos verdes y una actitud demasiado relajada para la situación.
—Sí, claro —Isabella sonrió nerviosa, tratando de quitarle hierro al asunto—. Solo… practicando mi talento para meterme en problemas.
Tomás rió, sorprendido por su respuesta.
—Entonces eres una experta. Pero con esa cara, cualquiera te perdona lo que sea.
Isabella se sonrojó un poco, bajando la mirada.
—Eso suena como un cumplido con truco.
—Tal vez lo sea —dijo él, acercándose un poco más—. Puedo ayudarte, ¿sabes? A salir de tu “mala fama”. Tengo mis conexiones… y me caes bien.
Isabella arqueó una ceja.
—¿Eso fue un intento de coqueteo o una oferta laboral?
Tomás rió a carcajadas.
—Ambas, quizás. Pero te advierto, trabajo caro.
Ella sonrió, un poco más relajada.
—Qué coincidencia, estoy en bancarrota emocional.
Damián, que había permanecido callado, apretó la copa entre los dedos. Su mirada se endureció, aunque su rostro seguía inexpresivo.
No le gustaba ese juego. No le gustaba que ella sonriera con otro.
Ella era su blanco, su desafío, su “lección pendiente”.
Nadie más tenía derecho a acercarse.
Tomás notó la mirada y sonrió de lado, provocador.
—¿Qué pasa, Damián? ¿Te molesta que hable con ella?
—Haz lo que quieras —dijo Damián con voz baja—. Solo recuerda que algunos incendios se apagan con agua… y otros, te consumen.
Isabella frunció el ceño.
—¿Eso fue una amenaza o un poema confuso?
Tomás soltó otra carcajada, dándole un pequeño toque en el brazo.
—Me caes demasiado bien, Isa.
Ella, torpe, al moverse, chocó contra la mesa y casi tiró la copa de Damián.
—¡Ay, no, otra vez! ¡Juro que no es mi hobby tirar cosas caras! —balbuceó, tratando de limpiar con una servilleta.
Tomás la ayudó, riendo.
—Definitivamente no eres de porcelana, ¿eh?
Ella le sacó la lengua en broma.
—Y tú definitivamente hablas demasiado.
Damián los observaba en silencio, con una mezcla de enojo y algo que ni él mismo entendía.
Cuando Isabella se incorporó, él dio un paso adelante, poniéndose frente a ella.
—No te confíes demasiado, princesa —susurró, apenas audible para los demás—. No todos los que sonríen quieren ayudarte.
Isabella lo miró desafiante.
—Gracias por el consejo, Su Majestad del Egocentrismo. Pero puedo cuidar de mí misma.
Tomás soltó una carcajada, disfrutando la tensión.
—Parece que alguien por fin te responde, Damián.
El ambiente se tensó otra vez.
Lucas, que estaba en el pasillo, vio la escena desde lejos.
Isabella riendo con Tomás, Damián mirándola con intensidad, y todo dentro de una atmósfera que no entendía.
Su ceño se frunció.
Algo en su pecho ardió, una mezcla de celos y confusión.
Se acercó, pasando por al lado de Sofía, que lo observó con una sonrisa apenas perceptible.
—Vaya… parece que el juego acaba de ponerse interesante —murmuró ella, susurrando a una de sus amigas—. Pero tranquila, Isa… pronto aprenderás que el amor no siempre salva. A veces destruye.
Isabella, sin saber nada de lo que se cocinaba a su alrededor, respiró hondo y decidió ir por un poco de aire fresco.
Estaba confundida, nerviosa y, para colmo, tenía el corazón latiéndole a mil por hora.
No sabía si era por la mirada desafiante de Damián, por la atención de Tomás o por la forma en que Lucas la había observado segundos antes.
Solo sabía que algo dentro de ella había cambiado esa noche.
Algo estaba empezando… aunque aún no sabía si era amor, guerra o ambas.