El amor es el único sentimiento capaz de traspasar cualquier barrera o prejuicio impuesto por la sociedad, ya sea por diferencia de edad, religión, estatus o clase social, aunque a decir verdad muy pocos son los valientes que deciden dar ese paso de fe y confesarse ante esa persona que considera un imposible.
En esta historia el protagonista descubrirá que su amor no es tan inalcanzable como creía, ya que Lucia lo admira en secreto, porque sabe que a pesar de que Danilo es un soltero empedernido, un conquistador nato que le rehúsa al compromiso con ella es diferente.
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Capítulo N°16
Loreta caminaba de un lado para el otro del pasillo mirando de reojo su reloj para luego detenerse en la puerta.
—Le dije a tu amigo que la calmara, no que se quedara para siempre en la habitación. Ese maldito tonto me la va a pagar, es un aprovechado —protestó molesta.
—Lore, dale un minuto. Estoy seguro que deben estar aclarando sus diferencias. Recién los oí conversar—comentó Dimitrio, mientras escurría parte de la camisa.
—Voy a entrar.
—¡Espera! —gritó pero fue demasiado tarde.
Dimitrio negó con la cabeza, podían pasar los años pero Loreta seguía siendo impaciente e impulsiva y era evidente que jamás cambiaría.
Ella abrió la puerta de golpe, entonces vio como la pareja se besaba. Estaba estática en el umbral. No sabía cómo reaccionar, entonces vio como lentamente la pareja se separaban para poder recuperar la respiración, estaba por gritar hacer un escándalo cuando las palabras de su hermana la detuvieron
—Dany, te amo tanto. Ya no soporto vivir sin ti. No me dejes.
—Jamás lo haré, yo también te amo pequeña prefiero la muerte a perderte de nuevo—respondió y la volvió a besar con ternura, no quería separarse ni un minuto de su lado.
Dimitrio se acercó a Loreta, la tomó de la mano , la obligó a caminar y cerrando con cuidado la puerta la guió nuevamente al pasillo.
—Ellos…ellos… se …
—Ellos se aman —completó la frase por su esposa y acariciando con ternura su rostro le levantó el mentón y sus miradas se conectaron. Loreta estaba aturdida, no salía de su asombro y Dimitrio con voz autoritaria, firme pero con un dejo de súplica ordenó—. Es tiempo de que aceptes su relación, ellos se aman, se necesitan y nosotros no somos nadie para interferir entre dos personas que evidentemente no pueden vivir el uno sin el otro.
—No sé qué decir, Lucia lo ama, ella…—confesó.
—Cariño, solo deja que el destino siga su curso. Los dos son dos personas adultas que se aman y merecen intentarlo.
—Es que él es tan mujeriego, en cambio Lu nunca tuvo novio, ella es especial.
—Danilo era un soltero empedernido, un hombre con gustos extravagantes para elegir compañía sin embargo hace un tiempo que cambió por Lucia.
—¿Estás seguro?
— Sí, solo dale un voto de confianza, después de todo se lo debes. Danilo interfirió por los dos para que finalmente acepte que te amaba, para que reconozca mis sentimientos y deje de lado la ridícula alianza y rompa el acuerdo tonto que teníamos—le recordó y con ternura la abrazo—. Es momento de devolverle el favor—susurró antes de besarla.
Al separarse Loreta asintió
—Tienes razón, lo haré. Confiaré en ese tonto, pero si la hace sufrir te juro que lo torturaré hasta el cansancio y no seré para nada piadosa con él.
—Mi amor, nunca lo eres y eso me encanta —respondió con orgullo al ver en lo increíble temeraria mafiosa se había convertido.
—Solo abre la maldita puerta antes de que ese energúmeno llegue al siguiente nivel—ordenó evidentemente celosa.
— Amor, eres incorregible, Danilo no sería capaz de hacer algo semejante, tu hermana está herida —respondió riendo.
—Solo abre—respondió mordiendo su labio inferior.
Con precisión Dimitrio comenzó a tocar la puerta sin dejar de mirar lo nerviosa que se encontraba su esposa por intentar disimular que ya sabía que esos dos estaban juntos.
Los golpes en la puerta interrumpieron la entrega de la pareja y debieron separarse. Lucia tenía las mejillas de un color rojo intenso, sus labios hinchados y su respiración agitada.
—¿Qué le diremos? Loreta no va a aceptar lo nuestro—dijo ella sintiendo temor.
—No te preocupes por eso, yo le diré lo que sucede cuando sea el momento indicado. Ahora solo debes pensar en tu pierna y en recuperarte por completo. Quiero volver lo antes posible a Italia y quiero que vengas conmigo —sugirió antes de besar sutilmente su frente y ella asintió.
—Sí, sí me iré contigo —respondió sin pensar y se fundieron en un tierno abrazo.
Él con pesar se incorporó de la cama, no quería apartarse, quería permanecer para siempre con su pequeña entre los brazos, sin embargo había otros asuntos que atender. Al igual que Lucia, se sentía algo nervioso por la reacción de Loreta sobre todo porque estaba fallando a su palabra de honor a su juramento pero debía disimular ante su pequeña y darle confianza, no tenía sentido que ambos se preocupasen.
Danilo caminó por la habitación hacia la puerta, y en ese preciso instante ella se percató de su vestimenta, la cual era un desastre y comenzó a reír con ganas haciendo que él se volteara y la mirada con curiosidad entonces preguntó
—¿De qué te ríes?
—De tí, dime ¿Por qué estás vestido así y por qué no tienes zapatos?
—Es una larga historia, pero solo te la contaré si prometes dejar de reír.
—De acuerdo.
Danilo finalmente abrió la puerta y en su rostro reflejaba felicidad y alivio sin embargo al ver su futura cuñada su semblante cambió por pesar, ella estaba molesta, la conocía tan bien que era inevitable no darse cuenta.
—Pasen, Lucia ya despertó —índico sin dejar de sostener el pomo con firmeza.
Loreta ingresó a la habitación seguida por su esposo y pasó a su lado sin siquiera mirarlo. Ella no hizo ningún tipo de comentario, solo se acercó a la cama y al ver a su hermana riendo y con un brillo especial en sus ojos como cuando era niña supo de inmediato que su felicidad era al lado del tonto de su amigo.
—¿Cómo te sientes?—preguntó Loreta mientras inspeccionaba su rostro y tomaba la mano de su hermanita entre la suya.
—Muy bien, casi no me duele la pierna, solo si la muevo de golpe —respondió.
—Muy bien, eso es bueno y lo mejor es que te quedes tranquila y no la muevas —dijo Loreta intentando sonreír.
—Por supuesto—contesto intentando sonar sería, pero entonces Lucia miró a su cuñado y no pudo evitar reír con ganas—. Lo siento, no puedo evitarlo— se excusó—. Es que se ven tan ridículos.
Loreta giró para ver qué era eso tan gracioso que hacía que su hermana llorara de la risa, entonces ella también rió al ver lo ridículo que se veían los amigos con la ropa intercambiada.
Dimitrio tenía la camisa empapada, le quedaba muy suelta de brazos y el pantalón era demasiado corto y estrecho tanto así que al estar mojado le molestaba en sus partes intimas y a cada paso se acomodaba, sin embargo a diferencia de Danilo tenía puesto unos calcetines azules y zapatos italianos.
— ¡Ah no, ahora quiero saber que sucede aquí! —dijo Lucia intentando controlar su risa.
—Todo es por culpa del tonto de Danilo, que no puede controlar su temperamento y cuando le dijeron que tenías novio salió corriendo bajo la lluvia como el idiota que es—explicó Loreta.
—¿Novio?¿Qué novio?—preguntó Lucia mirando a su hermana y dejando de reír.
—Eso ya no importa, me ocuparé de ese asunto —respondió Danilo.
—¿Quién te dijo que tenía novio?
—Fue Roberto—contestó con seriedad Dimitrio—. Él inventó una historia algo difícil de creer pero ya conoces a Danilo, es impulsivo y testarudo al igual que tu hermana.
— Dimitrio, soy tu esposa, no hables así de mí.
— Es la verdad, ustedes dos son iguales de tercos—respondió encogiéndose de hombros.
—¿Por qué haría algo así?—interrogó Lucia.
—Eso precisamente es lo que voy a averiguar—contestó Danilo mientras se acercaba a la cama—. Ahora descansa, te dejo en buenas manos —sugirió mientras deposita un beso sobre su frente.
—Por favor, no te olvides de Carlitos, se lo dejé a Roberto para que lo cuide, pero debes traerlo de inmediato. Él me necesita.
—De acuerdo, lo haré —respondió sonriendo.
Danilo salió de la habitación, en compañía de su mejor amigo que al cruzar la puerta no dudo en preguntar
—¿Carlos?¿ Ese hombre existe?—Dimitrio levantó una ceja, sentía curiosidad por saber que estaba sucediendo. La tranquilidad con la que hablaba su amigo, como si ese hombre no fuera una amenaza lo tenía asombrado.
—Carlitos es su mono. Ese maldito nos engañó.
— Lo sabía.
— Lucia me contó que hace dos meses tenía ganas de abandonar sus sueños, cada día en la selva se volvió más agotador hasta que una mañana, salieron de excursión y encontró a su monito. Desde ese día se volvió su prioridad y se olvidó por completo de volver a la ciudad hasta hoy.
—Entonces no perdamos más el tiempo, vamos a recuperar el mono de mi cuñada y regresar a Italia lo antes posible —ordenó Dimitrio y salió deprisa del hospital.
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