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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:355
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario invirtiendo en Bitcoin mientras aún estudiaba, y ahora solo quiero una cosa: una vida tranquila... pero la vida rara vez sale como la planeo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 11. Tarde en mi primer día de trabajo

La lluvia aún golpeaba los ventanales cuando Adrián Foster cerró su laptop tras su última transmisión en Twitch. El chat todavía hervía con mensajes de incredulidad por el sorteo millonario, pero él no se arrepentía. Había dado un cierre digno, y ahora era tiempo de un nuevo comienzo.

—El camino apenas empieza —susurró, sirviéndose el último trago de vino antes de apagar las luces del estudio.

Durmió poco esa noche. No fue la tormenta la que lo mantuvo despierto, sino Emily Carter. Cada recuerdo de su sonrisa, cada palabra de ella en sus breves encuentros, se repetía en su cabeza como un eco delicioso e inquietante. A las tres de la mañana, el aguacero por fin cedió. Exhausto, Adrián se dejó llevar por el sueño.

Cuando abrió los ojos, la alarma de su celular marcaba las 8:10 a.m. Parpadeó incrédulo.

—¿Qué demonios…? —murmuró.

Y entonces lo recordó: ya no era un streamer, ya no era un espectador de su propia fortuna. Era el CEO de Coleman Media. Hoy era su primer día oficial.

Saltó de la cama como un resorte.

—¡Maldición! ¡Es lunes! —gritó, casi tropezando con la alfombra mientras corría hacia el vestidor.

Eligió un conjunto elegante pero moderno: camisa azul clara perfectamente planchada, pantalones ajustados oscuros y un blazer negro entallado. El reflejo en el espejo le devolvió a un hombre seguro, atractivo, con un aire que no dejaba dudas de que pertenecía a la élite de Nueva York. Sonrió con un toque de narcisismo.

—Perfecto. Un jefe joven, millonario y malditamente guapo.

Apenas bajó al estacionamiento subterráneo, su Aston Martin negro relució bajo las luces. Subió de un salto y aceleró hacia Manhattan.

Pero pronto se topó con la cruel realidad. La autopista estaba colapsada. Una interminable fila de autos avanzaba a paso de tortuga. Los cláxones resonaban como un coro desafinado, y algunos conductores gritaban improperios desde las ventanillas. El tráfico en hora pico de Nueva York no perdonaba, ni siquiera a los millonarios.

—Genial. —Adrián apoyó la frente en el volante—. Mi primer día como CEO y llego tarde.

Vio cómo algunos ciclistas y repartidores en scooters lo adelantaban fácilmente, esquivando autos y metiéndose por espacios imposibles. Una mujer de traje se bajó de un taxi, resignada, y corrió bajo la lluvia con sus tacones en mano para alcanzar un autobús.

Él suspiró. Podía comprar todo lo que quisiera, pero el tiempo seguía siendo un lujo inalcanzable.

Después de casi una hora de frustración, por fin llegó frente al rascacielos donde Coleman Media tenía sus oficinas. El reloj del tablero marcaba las 9:15. Ya estaba oficialmente tarde.

Entró al lobby y se encontró con otra sorpresa: una enorme fila frente a los ascensores. Decenas de oficinistas esperaban pacientemente, desayunando muffins, revisando sus celulares o charlando como si nada.

—¿En serio? —masculló Adrián, incrédulo—. ¿Nadie se preocupa por llegar tarde en esta ciudad?

Cuando por fin logró entrar a un ascensor, la experiencia fue como meterse en una lata de sardinas. Estaban tan apretados que apenas podía respirar. Una joven con tacones y falda lápiz se recargó demasiado contra él, intencionadamente. Adrián arqueó una ceja, incómodo.

“Perfecto. Primer día y ya me toca soportar esto.”

La mujer bajó en el piso anterior y le lanzó una sonrisa insinuante antes de desaparecer. Adrián bufó.

—Coquetear con un desconocido en un ascensor… Nueva York nunca decepciona.

Al llegar por fin al piso de Coleman Media, el reloj marcaba las 9:30. Había perdido media hora.

Nada más salir, escuchó una voz familiar y chispeante:

—¡Sr. Foster! —era Sophie Miller, la recepcionista, una joven alegre que siempre parecía de buen humor—. Pensé que ya no vendría.

Adrián sonrió para disimular la tensión.

—Digamos que tuve una pequeña pelea con el tráfico de Manhattan… y perdí.

Sophie frunció el ceño, levantando un muffin medio mordido.

—¿Quiere uno? Sé que no tuvo tiempo de desayunar.

Él arqueó una ceja divertido.

—¿Eso era para mí o estabas desayunando escondida?

Ella se sonrojó un poco, pero sonrió de inmediato.

—Bueno… tal vez ambas cosas.

Adrián rió, aceptando el muffin.

—Gracias, Sophie. No cambies nunca. Necesito gente auténtica aquí.

Mientras caminaba hacia la oficina principal, escuchó murmullos de algunas empleadas en el pasillo:

—¿Lo viste? Es aún más guapo en persona que en las fotos.

—Y tiene un Aston Martin… ¿cómo no enamorarse?

—No solo eso, ¡es dueño de la empresa!

Adrián no pudo evitar escucharlas. Sonrió para sí mismo. Claro, había llegado tarde, pero aun así, estaba dejando huella.

Empujó las puertas de la sala de juntas con decisión. Todos los gerentes ya estaban sentados, esperando. Las conversaciones se apagaron al instante, y decenas de ojos se clavaron en él.

—Buenos días a todos —dijo con voz firme, avanzando hacia la cabecera de la mesa—. Sí, llegué tarde. Y sí, soy su nuevo jefe. Pero créanme… a partir de hoy, Coleman Media no volverá a ser la misma.

El silencio expectante se transformó en atención absoluta. El primer día apenas comenzaba.

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