Mariel, hija de Luciana y Garrik.
Llego a la Tierra el lugar donde su madre creció. Ahora con 20 años, marcada por la promesa incumplida de su alma gemela Caleb, Mariel decide cruzar el portal y buscar respuestas, solo para encontrarse con mentiras y traiciones, decide valerse por si misma.
Acompañada por su hermano mellizo Isac ambos inician una nueva vida en la casa heredada de su madre. Lejos de la magia y protección de su familia, descubren que su mejor arma será la dulzura. Así nace Dulce Herencia, un negocio casero que mezcla recetas de Luciana, fuerza de voluntad y un toque de esperanza.
Encontrando en su recorrido a un CEO y su familia amable que poco a poco se ganan el cariño de Mariel e Isac.
NovelToon tiene autorización de vane sánchez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 11
Una puerta abierta
Amara D’Argent se giró lentamente hacia Isac, quien aún tenía el ceño fruncido, como si algo no terminara de encajar.
A su lado, Mariel lo observaba en silencio, esperando su reacción.
—Joven, —dijo Amara con ese tono calmado y elegante que parecía envolverlo todo—,sé que acabas de llegar y estás claramente sobreprotegiendo a tu hermana, lo cual respeto… pero quiero que escuches lo que tengo que decir con mente abierta.**
Isac se tensó al escuchar la palabra “sobreprotegiendo”, pero no interrumpió.
Sus ojos se mantuvieron fijos en ella, firmes, sin dejar de lado su desconfianza.
—Le he ofrecido a Mariel colaborar con nosotros. Mi nieto acaba de abrir una nueva división dentro del Grupo D’Argent: eventos privados con experiencias únicas.
Y créeme cuando te digo que su trabajo, su sabor tiene lo que ninguna otra empresa puede ofrecer: alma. Y eso es lo que estamos buscando.
Isac cruzó los brazos.
—¿Y qué espera usted a cambio?
Amara entrecerró los ojos, como si midiera sus palabras con precisión.
—Reconocimiento mutuo, por supuesto. Su marca seguiría siendo suya. Dulce Herencia seguiría existiendo.
Lo que les ofrecemos es apoyo logístico, promoción… acceso a una clientela a la que, por medios convencionales, tal vez tardarían años en llegar.
Mariel mantenía la mirada baja, nerviosa, dejando que su hermano tomara la palabra.
Él siempre había sido su escudo, su cable a tierra.
Pero ahora… su alma estaba distraída. Ailín seguía ahí, callada, observándolo.
—¿Y su nieto? ¿Dónde está? ¿Por qué no viene él a hablar directamente con ella? —preguntó Isac con tono neutral, pero firme.
—Está fuera del país. Regresa pronto. Pero créame… cuando la conozca, no dejará pasar esta oportunidad.
No por interés, sino por visión.
Y si lo desea, cuando se dé ese encuentro, pueden estar presentes ambos.
Isac bajó la mirada hacia su hermana.
Mariel tenía los labios apretados, como conteniendo todas las emociones a la vez.
—No hemos dicho que sí. —murmuró ella, casi en un susurro.
—Ni espero una respuesta hoy. —respondió Amara con una sonrisa suave—Solo quiero que lo piensen. Con calma. Y con visión.**
Ailín por fin habló, su voz era suave, sincera:
—Me gusta lo que haces, Mariel. Y me caes bien, aunque solo te conozco de unos días ojalá digas que sí. Me encantaría que estuviéramos más cerca.
Isac volvió a mirar a la joven. Y por un segundo, un segundo apenas, sintió que algo dentro de él latía con más fuerza.
Pero lo enterró. Aún no.
Amara asintió una última vez, entregó otra tarjeta y subió al auto con su nieta.
El elegante carro rojo se alejó entre el murmullo del tráfico, dejando a los hermanos de pie bajo la sombra del toldo.
—¿Y bien? —preguntó Mariel en voz baja.
Isac cerró los ojos por un momento y exhaló.
—Lo hablaremos esta noche.
Pero antes… necesito contarte algo que ni yo sé cómo explicar.
...----------------...
La tarde se había disuelto sin que se dieran cuenta, y la ciudad comenzaba a iluminarse poco a poco con luces tenues.
Los hermanos caminaron en silencio hasta casa, sin prisas, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Isac cargaba una caja ligera con lo poco que quedó del día de ventas, mientras Mariel llevaba las tarjetas que Amara les había dejado.
No hablaron durante el trayecto, y eso ya decía bastante.
Una vez dentro, Mariel cerró la puerta con cuidado, como si no quisiera perturbar la calma de las paredes.
Se quitó los zapatos, dejó las tarjetas sobre la mesa, y se giró para mirar a su hermano.
—Habla. —dijo, cruzándose de brazos—Desde que viste a Ailín, tu energía cambió por completo.
¿Quién es? ¿Qué sentiste?
Isac dejó la caja sobre la mesa y se sentó con lentitud, como si el peso de la respuesta le hubiera presionado los hombros.
Pasó una mano por su cabello y bajó la mirada antes de decir palabra alguna.
—No lo sé. O tal vez sí… pero no lo quiero aceptar.
—¿Isac?
La voz de Mariel sonaba firme, pero suave.
Lo conocía mejor que nadie. Sabía cuando no estaba fingiendo. Y esta vez, no lo estaba.
Él la miró por fin, con los ojos más serios de lo habitual.
—Cuando la vi… sentí algo. No como una corazonada, no como una sospecha.
Fue más profundo. Más real. Como si algo dentro de mí… despertara.
Mariel frunció el ceño.
—¿Despertara cómo?
—Como cuando papá te habló por primera vez de los lazos de alma.
Cuando mamá nos contó cómo supo con cada uno de nuestros padres, que estaba enamorada.
Mariel… Ailín es mi alma gemela.
Un silencio cayó entre ellos como un jarro de agua fría.
El tipo de silencio que no necesita gritar para ser abrumador.
Mariel se sentó frente a él, en completo shock.
—¿Estás… seguro?
—No quiero estarlo. Pero lo estoy.
No sé cómo explicarlo. No tiene sentido. Ella es humana.
No siente lo mismo, no reacciona, no lo sabe.
Pero yo… lo sentí.
Como si todo dentro de mí se alineara solo por verla.
Mariel apretó los labios.
—¿Y qué vas a hacer?
¿Decírselo? ¿Alejarte? ¿Ignorarlo?
Isac negó con la cabeza.
—No lo sé.
Ni siquiera estoy seguro de que decirle algo sea justo.
Ella no sabe quién soy… ni quién es en realidad.
Y si lo siente un día, no quiero que sea porque yo la obligué o la presioné.
Quiero que lo descubra por sí sola.
Mariel lo observó, con el corazón enredado.
—Eres más fuerte de lo que crees.
Y aún así… decides esperar.
Eso te hace valiente.
Isac bajó la mirada, pero en sus labios apareció una leve sonrisa cansada.
—Tal vez.
O tal vez solo soy un tonto que se enamoró en el momento menos oportuno.
Mariel se levantó, rodeó la mesa y lo abrazó por la espalda, con suavidad.
—Tonto o no… no estás solo.
Y lo que sea que venga con Ailín, lo vamos a enfrentar juntos.
Como siempre.
El nudo en su pecho se aflojó un poco.
Y aunque no tenían respuestas aún, por primera vez en mucho tiempo,
Isac se permitió sentir esperanza.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Los días pasaron entre horneadas, pedidos duplicados y una tensión que flotaba en el aire sin nombre.
Mariel e Isac discutieron la propuesta una y otra vez, consultaron a Luciana a través del arete, escucharon la opinión de sus padres…
Y al final, la decisión se volvió inevitable.
Había algo en esa oportunidad que resonaba con fuerza en ambos:
el deseo de crecer, de avanzar, de demostrar que podían construir su camino más allá del apellido, del linaje, del pasado.
Esa tarde, Mariel tomó el celular con manos decididas y marcó el número que Amara había dejado.
La mujer contestó casi de inmediato, como si supiera que llamaría.
—Mariel. Me alegra escucharte.
¿Han tomado una decisión?
—Sí. Aceptamos la propuesta. —dijo con firmeza.
Un leve silencio al otro lado de la línea.
—Sabía que lo harías. Justamente le conté a mi nieto sobre ustedes esta mañana.
Acaba de regresar al país y está interesado en conocerlos en persona.
Mariel intercambió una mirada rápida con Isac, que estaba a su lado, atento.
—¿Cuándo? —preguntó él.
—Mañana.
Les enviaré la ubicación de una de nuestras salas privadas. Será una reunión informal, pero quiero que nos tomemos el tiempo para hablar, mirar posibilidades… y conocernos.
Mariel asintió con seriedad, aunque por dentro su estómago se retorcía un poco.
Era su primera reunión con empresarios reales.
Y aunque Amara le había demostrado respeto, el nieto seguía siendo un misterio.
—Estaremos ahí.
Gracias por confiar en nosotros. —añadió Mariel, con sinceridad.
—Gracias a ustedes por tener el valor de dar el paso.
Nos vemos mañana, querida.
Esa noche, mientras organizaban el menú para el siguiente día de venta, ninguno de los dos hablaba demasiado.
La decisión estaba tomada, sí, pero el nerviosismo estaba en el aire.
—¿Estás lista para conocer al nieto de la mujer que nos ofreció cambiar nuestras vidas? —bromeó Isac mientras lavaba los utensilios.
—Estoy más lista para mantener la cabeza en alto. —respondió Mariel, ajustándose el moño de su delantal.
Y aunque no lo dijeron en voz alta,
ambos sabían que esa reunión no solo definiría su futuro…
sino que abriría una puerta que los llevaría mucho más lejos de lo que imaginaron.