"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
NovelToon tiene autorización de Amilkar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El club
En el Club BoysG, la música resonaba con fuerza, y las luces parpadeaban en un frenesí de colores que hacían de la noche algo vibrante. Dahna se encontraba entre la multitud, buscando un cambio en su monótona rutina. Había decidido que esa noche se distraería un poco, tal vez encontrando algo de interés en medio de la algarabía para su misión de atrapar a criminales. La idea de pasar desapercibida entre las sombras, como una depredadora observando a sus presas, le resultaba intrigante.
El club estaba lleno, y para la suerte —o desgracia— de Dahna, se topó con Cassandra y su grupo de amigas. Era obvio que Javier, su novio, no estaba presente. A él no le gustaba mezclarse demasiado con este grupo, prefería mantener las distancias y proyectar una imagen más reservada. Sin embargo, Dahna ya lo tenía clasificado en la categoría de "idiotas".
Con un cigarrillo entre los dedos, Dahna le dio una calada profunda y soltó el humo con la mirada fija en Cassandra, quien la observó de arriba abajo, con una sonrisa burlona.
—Miren quién ha decidido salir de su cueva, si es la santa del salón —dijo Cassandra con una risa maliciosa, buscando la complicidad de sus amigas.
Dahna arqueó una ceja, sonriendo con ironía. No iba a dejar que esa niña mimada le ganara en su propio terreno.
—Si los santos se visten de toga, prefiero ser del lado oscuro —respondió con voz tranquila, pero cargada de veneno, mirando directamente a los ojos de Cassandra.
El comentario de Dahna fue como un dardo, directo y certero. Cassandra frunció el ceño, claramente molesta. Sus amigas, un grupo de jóvenes superficiales, no pudieron contenerse y arremetieron con insultos.
—¿A quién crees que engañas, Amara? Sigues siendo la misma fracasada de siempre —dijo una de las chicas, cruzándose de brazos.
—Sí, eres solo una pobre diabla que se cree mejor que los demás —intervino otra con una sonrisa cargada de desprecio.
—Me sorprende que alguien como tú se atreva siquiera a entrar a este club. Deberías estar agradecida de que te dejamos respirar nuestro aire —añadió otra, riendo junto a las demás.
—Por favor, Amara, con esa cara de muerta que tienes, hasta un cadáver sería más entretenido de mirar —continuó una cuarta, arrancando risas burlonas de las otras.
—¿Qué esperas conseguir aquí? Nadie quiere ver a una perdedora como tú, deberías largarte antes de que alguien te saque a patadas —remató la última, mirándola de arriba abajo con asco.
Dahna escuchaba todos aquellos insultos sin inmutarse, como si el veneno que destilaban esas chicas no fuera más que una brisa pasajera. Le dio otra calada a su cigarrillo, antes de responder con una frialdad que les heló la sangre.
—Al menos yo no me vendo por un par de zapatos caros, a diferencia de ustedes, que son más baratas que la basura en la que viven —dijo, lanzando una sonrisa irónica.
—Miren quién habla, la que tiene que esconderse detrás de su grupito para sentirse valiosa. Yo al menos sé lo que valgo, no como tú, que dependes de la aprobación de tus "amiguitas" para no sentirte como la mierda que eres —replicó, con una carcajada seca que sonó como un eco siniestro entre las luces del club.
—Y Cassandra, no te hagas la santa. Sabemos que te portas bien solo frente a tus papis, pero cuando la luz se apaga, eres peor que cualquiera de las que andan por las esquinas. Aunque, claro, cada quien busca la atención como puede, ¿verdad? —agregó Dahna, clavando su mirada como un cuchillo en la líder del grupo.
—Hablan de cadáveres, pero cada vez que las veo, solo pienso que están más muertas por dentro que yo. Al menos yo no finjo ser alguien que no soy. Así que, ¿quién es la verdadera muerta aquí? —susurró, acercándose un paso, su voz siendo apenas un murmullo que Cassandra y sus amigas sintieron como un golpe en el estómago.
—La diferencia entre ustedes y yo es que yo sé que soy un monstruo, pero al menos no pretendo ser un ángel para luego clavar un cuchillo en la espalda de todos —finalizó Dahna, sonriendo con una oscuridad que hizo retroceder a las chicas, que no esperaban una respuesta tan contundente.
Cassandra, roja de ira, perdió el control y levantó la mano, intentando darle una bofetada a Dahna. Sin embargo, Dahna, con reflejos casi sobrenaturales, la detuvo antes de que la mano de Cassandra rozara siquiera su piel.
—¿De verdad crees que soy la misma Amara, la estúpida que se quedaba callada? —dijo, apretando la muñeca de Cassandra con una fuerza que hizo que la otra chica soltara un quejido de dolor.
El bar se silenció por un momento, y todas las miradas se centraron en la escena. La tensión era palpable, y Dahna no dejó de mirar a Cassandra, sus ojos brillando con un destello peligroso.
—Esa dulce niña que conociste murió el día que me lanzaste al lago, el día en que te creíste superior y me hiciste tu blanco. Pero sabes qué, Cassandra, su reemplazo es mucho mejor. Soy más fuerte y más lista que cualquiera de ustedes, y te aseguro que no me dejaré pisotear otra vez. Así que, por tu propio bien, quédate lejos de mí y deja de meterte con mi vida, porque ahora el infierno es mío —dijo con una sonrisa que hizo que a Cassandra se le helara la sangre.
Las palabras de Dahna calaron hondo, pero en lugar de retroceder, Cassandra y sus amigas se abalanzaron contra ella en un ataque de rabia. No esperaban que Dahna fuera una combatiente experimentada; con movimientos precisos y ágiles, esquivó cada intento de golpe y las neutralizó una por una, dejándolas en el suelo entre quejidos de dolor. Disfrutaba cada instante, sintiendo una liberación en verlas sufrir, como si cada golpe fuera una forma de borrar el pasado que esas chicas le habían impuesto.
El ruido de sirenas comenzó a llenar el aire, y en cuestión de segundos, los clientes del club empezaron a salir apresuradamente. Pero Dahna, en lugar de huir, caminó con calma hacia la salida, sin preocuparse por las consecuencias.
Justo cuando estaba por salir, se chocó con un pecho firme y musculoso. Levantó la vista para encontrarse con la mirada azul y fría de Nicolás, quien la miraba con sorpresa.
—¡Ey, fíjate por dónde vas, idiota! —exclamó Dahna, irritada por el choque que había interrumpido su diversión.
Nicolás la observó, incrédulo por la forma en que la chica se expresaba, antes de que ambos fueran interrumpidos por dos policías que se acercaron rápidamente, esposas en mano.
—¡Ey, qué te pasa! ¡Suéltame! ¿Acaso no sabes quién soy? ¡Soy Dahna! —gritó, forcejeando contra uno de los oficiales, mientras lo miraba con odio puro.
—Oh, en serio, Dahna. Pues ya tendrás tiempo de explicarlo en la comisaría. Seguro que eso te salvará de dormir en la estación esta noche —respondió el policía, ajustando las esposas mientras observaba a la chica que no dejaba de intentar liberarse.
Nicolás negó con la cabeza, algo divertido por la actitud explosiva de la joven, pero intentó intervenir.
—Señor oficial, debe haber un error, yo no estoy involucrado en esta situación —dijo, intentando mantener la calma.
—Eso es lo que todos dicen, amigo. Acompáñenos a la comisaría y ahí se aclara todo —replicó el oficial, sin soltar a ninguno de los dos.
Dahna gruñó, mirando a Nicolás con furia contenida, mientras él suspiraba resignado, pensando que la noche había tomado un giro inesperado. Sin más opciones, ambos fueron llevados hacia el coche policial, listos para enfrentar las consecuencias de la caótica noche que Dahna había desencadenado.