El Amor Es...

— No hay nada de qué agradecer, Lorena. Es mi deber y mi deseo ayudarte en lo que pueda. Además, verlos a ti y a Dylan tan felices me llena el corazón de alegría.

Me pareció ver un brillo especial en sus ojos mientras decía estas palabras, algo que no había notado antes en él. Me sorprendió, pero no quise darle más importancia y seguí jugando con Dylan.

De repente, el teléfono de Alejandro comenzó a sonar y él se disculpó antes de contestar la llamada. Pude notar cierta tensión en su voz mientras hablaba, y fue entonces cuando decidí acercarme un poco más para escuchar la conversación.

— ¿Qué dices? No entiendo que es lo que está pasando. Si Felipe requiere mi ayuda, entonces tendrá que dejarme hacer las cosas a mi manera, voy a averiguar toda la verdad sobre el pasado de mis padres y ese hombre, solo espero que al final de todo, nada de esto sea verdad.

Las palabras de Alejandro me dejaron helada. ¿Estaba investigando su pasado? ¿Qué había descubierto y por qué tenía que ver con Felipe? Sentí un escalofrío recorrerme la espalda mientras observaba a Alejandro terminar la llamada con una expresión de determinación en su rostro.

Sabía que debía preguntarle sobre lo que acababa de escuchar, pero algo me decía que no era el momento adecuado. Decidí guardar silencio por el momento y tratar de averiguar más sobre lo que estaba ocurriendo antes de confrontar a Alejandro.

Mientras tanto, en otro lugar...

Felipe.

Escuché atentamente las palabras de mi asistente y sentí un nudo en el estómago al darme cuenta de que mi padre ya estaba enterado de mis investigaciones. Sabía que esto complicaba las cosas, pero no podía darme por vencido ahora.

— Gracias por avisarme, Yiyo. Necesito tiempo para poner en orden mis ideas y decidir cómo proceder. Pero antes de hacer cualquier cosa, debo hablar con Alejandro. Necesito acceso a su historia familiar, solo el puede hacer eso y necesito saber si estamos en la misma página.

Yiyo asintió con seriedad y me aseguró que estaría a mi disposición en todo momento, aunque estuviera lejos, lo cual me reconfortó un poco. Saber que contaba con su apoyo me daba un poco de alivio en medio de toda la incertidumbre que estaba enfrentando.

Decidí que lo mejor sería esperar a que Alejandro regresara para hablar con él. Pues Álvaro me había dicho que estaba fuera del país. Mientras tanto, debía mantener la calma y pensar con claridad en cómo seguir adelante en esta situación tan complicada.

Todo parecía estar llegando a un punto crítico, y sabía que debía estar preparado para lo que viniera a continuación. La verdad estaba cada vez más cerca, y estaba decidido a descubrirla cueste lo que cueste.

Por otro lado.

— Bienvenido señor Mendiola ¿Le traigo un café?

— ¿¡Dónde está Felipe!?

— El señor Felipe no ha llegado señor, se reportó enfermo y dijo que llegaría un poco tarde, que iría al doctor.

El hombre furioso salió de la oficina de su hijo dando un gran portazo. Todos en el piso administrativo se sorprendieron muchísimo al verlo así.

Gastón Mendiola condujo hasta el consultorio de Álvaro, y con ese aire de superioridad, irrumpió en el consultorio sin importarle nada.

— ¿Pero qué es lo qué le pasa? ¿Cómo se atreve a entrar de esa manera a mi consultorio? Estoy con un paciente y necesito privacidad.

— Al cuerno tus argumentos baratos muchachito. Vine hasta aquí, a esta pocilga, solo para que me digas, que fue lo que mi hijo vino a buscar aquí.

— ¿Disculpe? ¿Usted viene aquí, interrumpiendo una consulta médica, solo para averiguar a lo que vino su hijo? ¿Qué le hace pensar que yo le voy a dar información de mi paciente solo porque usted lo exige?

— Te crees demasiado porque tienes el respaldo del idiota de Montalver, pero ese no es rival para mí, así que ubícate doctorsito y dime lo que quiero saber, porque sospecho la razón por la que vino a verte, así que más te vale que no me mientas.

— Señor Mendiola, le voy a pedir de la manera más atenta posible, que se retire ahora mismo de aquí, yo no necesito respaldarme en nadie para decirle que es usted una persona demasiado abusiva y que está fuera de lugar. Si quiere saber algo sobre su hijo, vaya y pregunteselo a él directamente, yo no soy amigo ni de su hijo ni de usted, soy un doctor. Y mi ética profesional no me permite revelar que es lo que hablo o hago con mis pacientes.

— Ok, ya verás lo que significa ofender a Gastón Mendiola, te daré una lección que nunca olvidarás imbécil.

— Haga lo que quiera, sí quiere, hágalo de una vez, no soy ningún cobarde, yo voy de frente. ¿Entonces qué? ¿Va a hacer algo? Si no va a hacer nada, entonces lárguese de aquí, evíteme el mal gusto de tener que sacarlo.

Gastón estaba muy ofendido, salió de allí con la firme convicción de desaparecer a Álvaro. Pero antes de ocuparse de ese insolente, tendría que confrontar a Felipe. Gastón empezó a buscar a su hijo, y al no encontrarlo empezó a llenarse de frustración. Unas ideas malignas empezaron a rondar su cabeza y se entregó por completo a ellas.

— Gastón ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?

Leonora Vidal intentó averiguar qué le sucedía a su marido, pues acababa de llegar a la casa muy serio, y ahora estaba metido en el vestier, ella se preocupó. Lo vio salir vestido de negro, esa chaqueta y esos guantes, ella los conocía muy bien. Sintió angustia por lo que su marido planeaba hacer ahora.

— Gastón ¿Qué significa eso? Dime ¿A quién vas a dañar ahora? ¡Maldita sea, respóndeme que te estoy hablando!

El hombre la miró con desprecio, estaba totalmente poseído por esas ganas de derramar sangre, pero está mujer lo estaba importunando.

— No te importa, y deja de gritarme que me estás empezando a molestar.

— No me importaría si no supiera que andas buscando a Felipe, escúchame Gastón Mendiola, no te atrevas a tocarle ni siquiera un pelo a mi hijo, porque de lo contrario te las vas a ver conmigo ¿Me entendiste?

— ¿Me estás amenazando? ¿Pretendes ponerte en mi contra por favorecer a ese necio que ni siquiera es tu hijo?

— ¡Cállate! Por supuesto que es mi hijo, tú mismo me lo pusiste en las manos cuando tenía solo horas de nacido, yo lo alimente y lo críe, por supuesto que es mi hijo, y te exijo que no te atrevas a tocarlo.

El hombre tomó a la mujer por el cuello asfixiándola.

— Puedo matarte aquí y ahora. Y el imbécil de tu hijo ni cuenta se daría, así que no te metas conmigo.

La mujer levantó el pie, y sin compasión por tener puestos tacones de aguja, patio a Gastón en el vientre, causándole un dolor indecible. Mientras ella intentaba agarrar aire, se movió a un cajón, y de allí sacó un arma, la cual conservaba cuidadosamente por si algo.

— Escúchame maldito, si yo desaparezco, si algo me pasa, ya he tomado medidas en tu contra, tengo pruebas de todos los actos repulsivos que has cometido, y todos llegarán directamente al comandante y jefe de la policía, así que no te atrevas a matarme, porque te vas al cuerno Gastón Mendiola, te arrastrare conmigo a lo más profundo del abismo.

El hombre poco a poco se recuperaba de ese golpe, había un deseo sangriento dentro de él, y aunque ella ahora lo había logrado neutralizar, se ocuparía de ella luego. Se levantó sin decir nada, y salió de la casa, mientras tanto Leonora esperaba que sus advertencias hicieran efecto.

Felipe.

No me di cuenta en que momento el miedo que le tenía a mi padre se disipó, ahora me sentía decidido a enfrentarlo sin temor a que me hiciera algo, lo único que me obligaba a andar con cuidado, era el estar presente para mi hijo, yo no podía arriesgar mi vida así nada más, había alguien que me necesitaba.

— Tu padre acaba de estar aquí, hizo un desmadre en mi lugar de trabajo, pero no le dije ni le diré nada, y ahora soy objetivo militar. Te recomiendo que tengas mucho cuidado, Gastón Mendiola es un ser oscuro y peligroso, si te ve como amenaza, no va a dudar en asesinarte y más aún si lo que sospecho es cierto.

_ ¿Qué es lo que sospechas Álvaro? Dime lo que sea.

— Esperemos un poco hasta que tenga los resultados de las pruebas, mientras tanto, cuídate por favor. También te informo que ya hablé con Alejandro, él me dijo que regresará en el transcurso de esta semana. Trata de evitar a Gastón hasta que Alejandro esté aquí y tengamos esos resultados.

Álvaro colgó y supe que la única manera de evitar a mi padre, era esconderme, preciso lo que no quería, pero tenía que hacerlo. Pues si Gastón me estaba buscando, probablemente ya tenía a todos sus perros olfateando por todos lados, encontrarme era solo una cuestión de tiempo.