Dos jóvenes de mundos opuestos se encuentran por casualidad una noche de Halloween. Ella, proveniente de una familia adinerada y de clase alta, y él, de una humilde familia de escasos recursos económicos en la zona más desfavorecida de Florida. A pesar de sus diferencias sociales, sus miradas se cruzan y surge una conexión instantánea entre ellos, una atracción que parecía destinada a ser efímera.
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Superando las Barreras
Alejandra
Capítulo 11 - Superando las Barreras
Después de que Marcos rechazara mi oferta de ayuda, un pesado silencio se apoderó de la habitación. Puedo ver la determinación en su mirada, pero también percibo el dolor y la frustración que lo atraviesan.
Mi corazón se encoge al ver cómo se niega a aceptar mi ayuda, a confiar en mí. Sé que para él y su familia, la idea de recibir asistencia de alguien de mi clase social es impensable, pero no puedo evitar sentir que están cometiendo un gran error.
Aprieto los puños con fuerza, conteniendo las lágrimas que amenazan con brotar de mis ojos. No puedo rendirme, no cuando sé que Marcos tiene tanto potencial, tantas oportunidades que podrían abrirse ante él si tan solo me dejara ayudarlo.
—Marcos, por favor, reconsidéralo —le suplico, sin ocultar el dolor en mi voz—. Sé que para ti y tu familia es difícil confiar en mí, pero te juro que mis intenciones son genuinas.
Veo cómo su padre se acerca a él, posando una mano sobre su hombro en un gesto de apoyo. Puedo ver la firmeza en su mirada, la determinación de proteger a su hijo a toda costa.
—Señorita, le agradecemos su oferta, pero nuestra respuesta sigue siendo no —dice, con una voz grave y severa—. No podemos aceptar su ayuda, no cuando eso significaría poner en riesgo nuestra dignidad y nuestro orgullo.
Siento que la frustración me consume, pero me esfuerzo por mantener la calma. Sé que debo encontrar la manera de convencerlos, de demostrarles que mi oferta no es un acto de caridad, sino una verdadera asociación.
—Señor, entiendo su preocupación, pero le aseguro que mi intención no es menospreciar su dignidad o su orgullo —le digo, con una voz firme pero suave—. Al contrario, quiero ayudarlos a fortalecerlos.
Veo cómo Marcos me mira con una mezcla de esperanza y temor, y siento que mi corazón se encoge al ver la batalla interna que libra.
—Alejandra, yo... —comienza a decir, pero se detiene, como si las palabras se atoraran en su garganta.
Me acerco a él, tomando sus manos con delicadeza.
—Marcos, sé que esto es difícil para ti —le digo, con una voz llena de empatía—. Pero quiero que sepas que no voy a rendirme. Voy a luchar por ti, por tu familia, por tus sueños.
Veo cómo su padre nos observa con una expresión de cautela, y sé que debo convencerlo también.
—Señor, le aseguro que mi única intención es ayudar a Marcos a alcanzar sus metas —le digo, con sinceridad—. No quiero nada a cambio, solo la oportunidad de ser testigo de su éxito.
El padre de Marcos me mira con escepticismo, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Señorita, no puedo aceptar su oferta —dice, con firmeza—. Nuestra dignidad y nuestro orgullo son lo más importante que tenemos, y no vamos a permitir que nadie los ponga en riesgo.
Siento que la frustración me invade, pero me esfuerzo por mantener la calma. Sé que debo encontrar la manera de romper esa barrera, de convencerlos de que mi intención es genuina.
—Señor, entiendo su preocupación —le digo, con una voz serena—. Pero le aseguro que mi oferta no es un acto de caridad. Quiero que trabajemos juntos, como socios, para ayudar a Marcos a conseguir esa beca.
Veo cómo Marcos me mira con una mezcla de asombro y esperanza, y siento que mi corazón se llena de ternura por él.
—Papá, por favor, escucha a Alejandra —interviene Marcos, con una voz suplicante—. Sé que es difícil para ti confiar en ella, pero te juro que sus intenciones son honestas.
El padre de Marcos me mira con una expresión de conflicto, y puedo ver que está luchando por procesar todo lo que está sucediendo.
—Marcos, entiendo que estés emocionado por la posibilidad de conseguir esa beca —dice, con una voz más suave—. Pero no puedo dejar que nuestra familia se convierta en un proyecto de caridad para alguien de la clase social de esta joven.
Siento que la frustración vuelve a apoderarse de mí, pero me esfuerzo por mantener la calma.
—Señor, le aseguro que no es mi intención menospreciar su orgullo o su dignidad —le digo, con sinceridad—. Al contrario, quiero que seamos socios en esto, que trabajemos juntos para ayudar a Marcos a alcanzar sus sueños.
Veo cómo Marcos me mira con una expresión llena de esperanza, y siento que mi determinación se fortalece.
—Papá, por favor, déjala ayudarnos —suplica Marcos, con una voz llena de emoción—. Sé que es difícil confiar en alguien como Alejandra, pero te juro que sus intenciones son genuinas.
El padre de Marcos me mira con cautela, y puedo ver que está sopesando mis palabras.
—Señorita, ¿qué es lo que usted espera obtener a cambio de todo esto? —pregunta, con una voz más suave.
Sonrío con sinceridad, consciente de que este es el momento de ser completamente transparente.
—Señor, lo único que espero obtener es la oportunidad de ver a Marcos cumplir sus sueños —le digo, apretando suavemente la mano de Marcos—. Quiero ser testigo de cómo su determinación y su talento lo llevan a alcanzar grandes logros.
Veo cómo el padre de Marcos me mira con una mezcla de sorpresa y cautela, y sé que debo ir un paso más allá para convencerlo.
—Señor, sé que mi familia y la suya tienen orígenes y realidades muy diferentes —le digo, con una voz más firme—. Pero eso no significa que no podamos encontrar una forma de trabajar juntos y apoyarnos mutuamente.
Veo cómo el padre de Marcos intercambia una mirada con su hijo, y puedo sentir la tensión que los envuelve. Sé que deben estar sopesando si pueden confiar en mí, si mi oferta es genuina o si hay algo más oculto.
—Señorita, le agradezco su interés por Marcos —dice el padre, con una voz más suave—. Pero me temo que no podemos aceptar su ayuda. Nuestra dignidad y nuestro orgullo son lo más importante que tenemos, y no queremos que nadie, ni siquiera alguien de su posición, interfiera en eso.
Siento que la frustración vuelve a apoderarse de mí, pero me esfuerzo por mantener la calma. Sé que debo encontrar la manera de convencerlos de que mi oferta no es un acto de caridad, sino una verdadera asociación.
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