Luego de la muerte de su amada esposa, Aziel Rinaldi tiene el corazón echo pedazos. Sumido en la desesperación y la tristeza lo único que le queda es convertirse en el hombre respetado y admirable que su padre esperaba de él. Hasta que un día su mejor amigo, al borde de la muerte le confiesa un secreto que cambiaría todo el rumbo de su vida.
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Capítulo 10
En el pueblo cercano, donde Aziel y su grupo se tomaron un descanso, los días pasaban muy lento. Repletos por casas humildes, muchas de ellas no más que chozas con paredes de adobe y techos de lámina que apenas protegían del sol.
El agua corriente era un lujo que pocos tenían. La mayoría de las personas recogía agua de pozos o arroyos cercanos, cargando pesados cubos para sus necesidades diarias. El grupo observó a una mujer mayor, su espalda encorvada bajo el peso del agua, una escena que le recordaba la miseria.
Todos tenían su manera de pasar el tiempo, Jennifer y su esposo, Irán intentaban disfrutar el tiempo juntos y sanar heridas del pasado, puesto que hace apenas unos meses habían retomado su relación, luego de pláticas de divorcio. La mujer lo amaba con locura, pero los rumores de una infidelidad, aunado a una mala comunicación les hizo caer en problemas serios.
Lina y Martha se la pasaban llorando en los rincones, querían regresar a su casa, visitar a sus hermanos y tratar de buscar trabajos dignos.
Por otro lado, Rocío buscaba cualquier excusa para estar cerca de Rinaldi. No era porque le tuviera cariño o estuviera enamorada, sino porque tenía un plan. Sabía que
era bonita; no obstante, la belleza no es eterna, así que mientras durara quería usar eso a su favor, y arreglar su futuro. Para ella, Aziel parecía la mejor opción para conseguir lo que quería, monetariamente hablando.
Aziel, mientras tanto, estaba atrapado pensando en Emily y en sus planes. La mujer aparecía
en sus sueños todas las noches, como si su mente intentara resolver un misterio sin todas las pistas. Estos sueños lo dejaban inquieto y pensativo.
Una noche, después de soñar con aquel caótico día donde conoció a Emily, se encontró con
Rocío, la muchacha llevaba una blusa holgada y pantalones de mezclilla, viéndolo de mejor humor trató de llamar su atención, y por un momento, Aziel le siguió la corriente, quizás buscando sentirse menos solo, o ya cansado del aburrimiento del maldito lugar. Pero en cuanto la chica se lanzó sobre él buscando sus labios, todo quedó en un simple roce y lo hizo caer en cuenta de que no era lo que él quería.
—No eres para nada mi tipo —escupió las palabras, sin rodeos. Al compararla con Emily,
se daba cuenta de que estaba enloqueciendo en ese horrible lugar.
Rocío se sorprendió con la respuesta de Aziel. Ningún hombre se resistía a sus encantos. Aunque empezó acercándose a él por interés, el rechazo le dolió. Se dio cuenta de que no iba a ser fácil conseguir lo que quería, pero eso se lo tomó como un reto.
Después de eso, Aziel se tomó un momento para pensar solo. Recordaba las advertencias de
Josué, el peligro de volver a comenzar su duelo por Emily.
«—Pensé que estarías dormida a esta hora —dijo con una voz ligeramente ronca, evidenciando la falta de alcohol en su sistema.
—Son las ocho y media... Además quería verte —respondió Emily, cruzando la habitación con determinación.
Aziel la observó, un leve rastro de preocupación cruzando su mirada. Emily, sin embargo, estaba resuelta a romper la tensión que se había acumulado entre ellos. Se acercó al escritorio, extendiendo la mano hacia la copa.
—Esta es mi primera copa de la noche —aseguró Aziel, notando la incredulidad en los ojos de Emily.
—Dame un poco, quiero probar —dijo ella, intentando aligerar el ambiente.
—No, esto no es para ti. Es muy fuerte —Aziel se puso de pie, intentando disuadirla».
Su mente plagada de recuerdos. Por ese instante deseaba olvidarse de su dolor, aunque fuera por un momento, fingir que ella nunca existió y encontrar un poco de paz.
***
En la mañana, mientras el sol empezaba a salir, Rinaldi y su equipo se preparaban para atender al llamado del “patrón”. Pues los líderes mandaron un mensajero; un jovencito que cuando mucho tendría quince años.
—El señor dice que no se pasen de listos —amenazó el muchacho, sin importar su cuerpo escuálido.
Irán sonrió de lado ante la osadía del imbécil, a ellos no les costaría ni un minuto acabar con su vida.
Aziel asintió con la cabeza y ahora, se verían frente a frente con esos bastardos. Al llegar a la entrada del pueblo, Carlos García con su calva brillante fue directo al grano.
—No solo eres un turista —le dijo, mirando fijamente a Aziel—. Dime, ¿quién eres?, ¿qué quieres? ¿Eres acaso un hombre Carrazo?
Aziel trató de mantenerse tranquilo. —Solo vengo de visita —explicó, intentando no mostrar preocupación—. No vengo a
causar problemas.
El hijo de Carlos se unió a la conversación.
—Aquí no vienen turistas, no quieran vernos la cara ¿no ves está mierda? Siento que buscas problemas, y estás en el lugar equivocado —advirtió, apoyando a su padre.
Aziel sabía que tenía que manejar la situación con cuidado. Soltó un suspiro con el cuerpo rígido.
—Les aseguro que no quiero
meterme en sus asuntos. Solo quiero terminar lo que vine a hacer y me
iré.
Carlos y su hijo se miraron por un momento. Luego, Carlos asintió.
—¿A qué has venido? No volveré a repetir la pregunta.
La mandíbula de Aziel se tensó.
—Vine a buscar a una mujer, me dijeron que estaba aquí.
—¿Mujer? Oh, no eres más que un pinche padrote… Con que a eso has venido a este pueblucho.
—Sí, ha eso he venido —les siguió la corriente.
—¿Qué buscas? ¿Niñas o mujercitas? Puedo conseguirte lo que me pidas —le informó con una sonrisa de lado Carlos.
Aziel comenzó a describir a su esposa, omitió los detalles que le dieron sus hombres, solo se concentró en sus características físicas.
—No hay nada como eso por aquí… —dijo Junior, repasando los rostros de las muchachitas del pueblo.
—Apenas reclutamos a una bonita, es muy hocicona pero luego de una buena putiza se calma —informó Carlos—. ¿Cuánto dinero ofreces?
Aziel se masajeó el cuello. Su plan era ir a ese lugar y buscar por él mismo.
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