– ¡ESE NO ES MI HIJO!.
Eso fue lo último que Jake le dijo a Natasha, su esposa. Así la hecho de la mansión y de su vida, estando embarazada de su bebé, haciéndole caso a las malas lenguas que decían que lo había engañado.
Pero la vida le jugaría una doble jugada y literalmente doble.
Natasha decidió irse al campo a iniciar una vida nueva, criando sola a sus dos hijos Adler y Nicole, mellizos. Muchos años más tarde, a la mansión vecina a su granja se muda Jake con su nueva mujer e hijo de la misma edad que los suyos.
Intentará luchar por su perdón pero... ¿Que pasará cuando el corazón de Natasha se vea invadido por otro hombre?.
Oliver, un hijo ilegítimo del padre de Jake, un guapo hombre que creo su propio y exitoso negocio con el cual se hizo conocido además de ser llamado "El Vassil ilegítimo".
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Capítulo 2
NATASHA
Camino por el pueblo, mientras lo hago veo varios camiones de mudanza pasar por las calles. Deben ser los nuevos dueños de la mansión Stanford, llego a la tienda de Rita.
– ¡Buenos días! –les sonrío–. ¿Cómo estás, Rita?
– Buenos días, Natt –me dice–. Los nuevos vecinos ya llegaron, pasaron miles de camiones por aquí. Deben ser una familia de ricos.
– Como me gustaría vivir como ellos –dice Navier.
– Créeme, Navier... –le digo–. No quieres vivir como ellos, te lo aseguro.
– ¿Tu como sabes eso? –me pregunta.
Mí mente de nuevo viaja años atrás, cuando vivía esa vida se "Lujos".
• 17 AÑOS ATRÁS •
Recibí una nueva cachetada de mi suegra, no se porque me odia, lo único que hago es intentar agradarle y nada.
– ¡Eres una maldita! –me grita.
– ¡NO HE HECHO NADA! –reclamo–. Y aún así me golpea. ¡Le diré a su hijo!
– Tu no dirás nada... ¿Me oíste? ¡NADA! –grita–. Si lo haces créeme que me encargaré de que tu vida sea un infierno.
Desde que me había casado con Jake toda mí vida fue un infierno, su madre, su abuela y su hermana me hacían vivir un infierno... Me insultaban y maltrataban, era una sirvienta en la casa.
Jamás le dije nada a Jake ni pensaba hacerlo, tenía miedo de perderlo.
• ACTUALIDAD •
– ¿¡NATASHA!? –me grita Navier–. ¿Estás bien?
– Si, estoy bien... estoy bien –suspiro–. Vine a comprar algunas cosas.
Mientras iba a comprando sentía como si alguien me observará, preferí no darle importancia alguna, pero luego.
– ¿¡Natasha!? ¿Eres tu Natasha? –me dijeron.
Esa voz.
Me quedé paralizada, después de tantos años, no pensé volver a escucharla. Me giro lentamente hacia la personas que me habla.
– ¿Andy? –pregunto–. No puedo creerlo. Ha pasado mucho tiempo.
– ¿Y me lo dices a mí? –se acerca a mí y me abraza–. ¿Que haces aquí...?
Pongo mis manos en sus hombros y la alejo se mí. Aún no puedo olvidar lo que me hizo esta mujer.
– Aléjate, Andy –le digo–. ¿Cómo puedes abrazarme después de lo que me hiciste?
– Se que me equivoque, Natt –me dice–. Creí en las palabras y en lo que vi. En lugar de irte a preguntar a ti.
– Hiciste que Jake me dejara y me tirara en la calle –la miro con enojo–. Pero no hay rencor, ahora déjame.
– Estabas embarazada... –dice–. ¿Que paso con el bebé?
– Te puedo asegurar, querida Andy –me acerco a ella–. Que eso no es asunto tuyo.
Me giro sobre mis talones y me voy. Termino mis compras y vuelvo a la casa. Un momento... ¿Que hacía aquí?. Además vestida de sirvienta. ¿Que hacía...?.
La mansión. ¡OH POR DIOS! ¡LA MANSIÓN!. ¿¡Y SI JAKE FUE QUIEN COMPRO LA MANSIÓN!?.
Llego a casa y veo en el granero a Adler reparar su auto.
– ¿Que estás haciendo, hijo? –le pregunto.
– Reparando una bujía –se limpia las manos–. ¿Y que hace la mamá más hermosa del mundo mundial?
– Fui a comprar algo... Traje mermelada de Frambuesa –le digo–. ¿Quieres desayunar, hijo?
– Eres la mejor del mundo además –se acerca y me da un beso en la mejilla–. No quiero ensuciarte se grasa.
Entramos a la casa, voy detrás de él. Adler es alto... muy alto 1.90 igual que su padre también es muy parecido a él, en cambio Nicole es bajita como yo 1.54.
Mientras ponía la mesa, veo por la ventana a Nicole llegar corriendo, logro notar sucia su ropa. Entra llorando.
– ¿¡NICOLE!? –grito y me acerco a ella–. ¿¡QUE TE PASO, HIJA!?
– Mamá... –me abraza–. Intentaron tocarme... Tuve que saltar... d-de.. e... el... auto –dice tartamudeando.
– ¿Quien lo hizo, Nicole? –le pregunta Adler–. ¿¡QUIEN LO HIZO NICOLE!?
Ella no dice nada, solo lo mira y se esconde en mí pecho. Pero parece que Adler ya sabe quién fue.
– Fue él... ¿Verdad? –pregunta–. ¡LO VOY A MATAR!.
Adler sale corriendo de la casa. Lo seguimos con Nicole pero no llegamos que arranca el auto y acelera a toda velocidad.
– ¡MAMÁ! ¡VA A MATAR A ALGUIEN! –me grita Nicole.
– Vamos a seguirlo –le digo.
Subo a mí auto junto a ella y sigo a Adler. Nicole me cuenta de unos muchachos en la escuela que viven aquí, siempre los molestan y a ella más. Ahora sobrepasaron las cosas, sino los mata Adler... los mato yo.
...****************...
OLIVER
Conduzco por el pueblo donde mí hermano compro la mansión. No soy bienvenido en la mansión allí... Digamos que soy hijo de un engaño, de la amante de nuestro padre.
Hay un aire diferente a la cuidad.
Mientras iba en camino un auto frente de golpe frente a un mecánico y baja un joven quien parece furioso. Lo miro desde mí auto.
– ¡TE VOY A MATAR! –grita el joven.
No media más palabra y levanta a un chico sentado, lo planta en el capo de un auto y lo golpea.
Si sigue así lo va a matar. Bajo del auto y me acerco a ellos, cuando estoy a punto de separarlos, escucho al chico decirle:
– ¿¡QUE LE QUISISTE HACER A MI HERMANA!? –le grita tomándolo del cuello–. ¡TUVO QUE SALTAR DE UN AUTO PARA QUE NO LA VIOLARAS! ¡MALDITO!
En cuanto escucho lo que dice, me alejo y dejo que siga. Lo golpea unas veces más entonces decido alejarlo.
– Calma, calma –le digo–. Está bien... Muchacho, ya tuvo suficiente.
– ¡Intento tocar a mí hermana! –grita e intenta volver.
– Y la diste su merecidos –lo calmo–. ¿Está bien?.
– Uff... Está bien –dice.
El chico al que golpeó se levanta poco a poco, como puedo, le dio unos buenos golpes. Este chico es una torre mide un poco menos que yo pero es alto.
De repente llegar dos personas más.
– ¡Adler, hijo! –llegan con nosotros–. Hijo, por dios. Pudiste haberlo matado.
– No se preocupe –le digo–. Su hijo es lo que pocos son... Hombres.
Me giro hacia el joven que tiene la nariz rota y la frente sangrando, el labio partido y un ojo morado sangrando.
La gente ya nos rodea curiosas por el momento, me acerco al chico.
– Ponte de rodillas y pídele perdón a la chica –le ordenó–. Hazlo.
– ¡Yo no tengo la culpa de que se vista como zorra! –grita.
¡BAM!. Un gancho vuela contra su mejilla, no me molesta golpear a jóvenes. Cómo ex boxeador tengo bien empleados los golpes.
El chico escupe lo que seguro es un diente.
– De rodillas y pídele perdón... –le ordenó de nuevo–. ¡AHORA!
Este hace caso y se arrodilla frente a la chica.
– Perdoname, Nicole –me dice–. No volveré a tocarte y prometo no molestarlos más.
– Te perdono... –le dice la chica.