Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 09. Declaración silenciosa.
Ansel regresó a casa después de aquella extraña, pero relajante conversación. Aunque no había encontrado una solución viable tras contarle a Evan todo sobre su relación con Emmett y los sentimientos encontrados que cargaba, sentía que se había quitado un peso de encima.
—An —la voz de Emmett lo hizo levantar la mirada. Su amigo estaba frente a su puerta, aún en pijama.
—¿Qué haces aquí? Apenas son las ocho —Ansel se apresuró a abrir la puerta y dejarlo entrar. Afortunadamente, no había nadie en la sala ni en el comedor. ¿Ya desayunaste?
Ambos caminaron hacia la cocina, y sin esperar respuesta de Emmett, Ansel comenzó a servirse un poco de cereal.
—¿De dónde vienes? —murmuró Emmett a sus espaldas con una voz tan baja que apenas pudo escucharlo. Vertió la leche en el cereal, tomó una cuchara y se giró.
—Salí a correr —respondió, dándole un bocado a su desayuno. Pasó al lado de Emmett y subió las escaleras; ahora no quería dar explicaciones y Emmett era la persona a la que menos deseaba ver.
—A ti no te gusta hacer ejercicio —Emmett cerró la puerta y la aseguró para que nadie indeseado entrara.
—Me gusta mantenerme en forma —respondió vagamente. Se acomodó en la cama, medio sentado, y encendió la televisión.
Emmett frunció el ceño—. ¿Por qué estás enojado?
No hacía falta preguntar si Ansel estaba molesto; lo conocía tan bien que saltó directamente a esa conclusión. Ansel quiso reír. "Ojalá fueras igual de rápido para notar que me gustas, idiota", pensó.
—Estoy cansado, Emmett, solo es eso.
—An, te conozco mejor que a mí mismo, sé que algo te pasa.
Ansel casi rió con sarcasmo. ¿Conocerlo mejor que a sí mismo? Debía ser una broma de mal gusto. Emmett ni siquiera se había dado cuenta de que él no lo quería solo como un simple amigo. Estaba completamente ciego a lo que sucedía a su alrededor. Incluso creía que si le confesaba sus sentimientos en ese momento, Emmett lo tomaría como una broma.
—Bueno, no fui a correr —dijo finalmente. Usar a Evan como excusa era más fácil que gritarle a Emmett lo estúpido que era por no darse cuenta.
—¿Entonces? —Emmett se acomodó del otro lado de la cama y recargó su cabeza en una de sus manos, manteniendo su mirada fija en los labios de Ansel.
—Ayer, cuando me fui del cine, caminé un poco. Necesitaba aire fresco. Entonces, me encontré con un chico ebrio, y ocurrieron algunas cosas —explicó con calma mientras comía otra cucharada de cereal.
—¿Qué tipo de cosas? —La expresión tranquila de Emmett se tornó fría al instante. Se incorporó en la cama y se recargó en el respaldo, esperando impaciente a que Ansel continuara.
—Bueno, estaba ebrio y decía incoherencias. Hablamos un poco, y cuando intenté levantarme, él hizo lo mismo y se cayó. Lo llevé a un hotel y me vomitó encima.
—¿Te quedaste en un hotel con un desconocido? Emmett lo tomó de los hombros, haciendo que Ansel casi derramara el cereal.
—Estaba inconsciente y no pasó nada, así que tranquilo —Ansel se liberó del agarre de Emmett y dejó el plato sobre la mesita de noche, regresando la mirada al televisor.
—Ansel, no deberías dormir en la misma habitación que otro hombre, y mucho menos si es un desconocido —Emmett parecía más que incómodo, y Ansel sintió que era una indirecta muy directa.
—¿Por qué no? ¿Qué sucede si duermo en la misma habitación con otro hombre? —giró su rostro hacia Emmett, enfrentándolo. Estaba visiblemente irritado.
—An, no sabes qué tan malas intenciones pueden tener los demás. Incluso si estaba ebrio, podría haberte hecho algo.
Emmett lo sujetó con tanta fuerza que Ansel sintió como si quisiera arrancarle los brazos. Y aunque sus palabras lo enfurecían, admitía que tenía razón. Había sido estúpido quedarse con un desconocido borracho, que ni siquiera podía reconocer a quién tenía enfrente. Evan lo había besado a la fuerza creyendo que era Leo. ¿Quién sabe qué más habría hecho si seguía pensando en su ex?
—Fue estúpido, lo sé. No volverá a ocurrir.
Ansel cerró los ojos y se recostó en el respaldo. "Si te gusta, ¿por qué no intentas conquistarlo?", fue la pregunta que Evan le había hecho. “O al menos aprovecha el tiempo que tienen juntos ahora."
Tal vez, si era más proactivo, Emmett se daría cuenta. Con ese pensamiento, Ansel se incorporó y, de un rápido movimiento, se montó a horcajadas sobre su amigo, aunque sin sentarse sobre su regazo. Instintivamente, colocó sus manos alrededor del cuello ajeno.
—An, ¿qué haces? —Emmett se mostró nervioso y tartamudeó un poco. Ansel sonrió con satisfacción; al menos lograba provocar alguna reacción en su mejor amigo.
—¿Por qué estás nervioso? Ya hemos estado así antes —Ansel acercó su rostro provocativamente hacia el de Emmett, quien tragó saliva con nerviosismo.
—Me tomaste por sorpresa, nunca eres así.
—Lo sé, siempre tomas la iniciativa tú —Ansel se acomodó más cerca, sentándose sobre las piernas de Emmett, sonriendo levemente al sentir cómo sus manos se posaban en sus muslos, apretando ligeramente.
—¿Por qué estás haciendo esto? —Aunque claramente nervioso, la mano derecha de Emmett se movió por inercia, recorriendo el cuerpo de su amigo hasta sostener su cintura y apretarla un poco. A pesar de todo, parecía disfrutar la situación.
—Creo que me siento un poco culpable —Ansel bajó la mirada ligeramente. No estaba seguro si funcionaría, pero debía arriesgarse.
—¿Por qué? —La voz de Emmett ya no sonaba nerviosa, sino más bien molesta.
—¿Recuerdas el trato que hicimos sobre las novias y no besar a nadie más? —Emmett asintió, su rostro se ensombreció aún más—. Bueno, Evan, el tipo borracho... me abrazó, me confundió con otra persona y...
Hizo una pausa deliberada, mirando a Emmett. Su amigo había bajado la mirada, y su cabello despeinado le hacía sombra en los ojos. Sus manos se habían tensado, apretándolo con más fuerza dejándole saber que había comprendido lo que iba a decir.
—¿Y aun así te atreviste a dormir en la misma habitación con él? —Emmett levantó la vista; sus ojos azules brillaban con rabia. Ansel se arrepintió de lo que dijo. Aunque le gustaba la posesividad de su amigo, verlo tan enfadado le hizo sentir un nudo en la garganta.
—Lo siento, creo que me llaman... —Ansel intentó levantarse, pero Emmett fue más rápido y lo sujetó por la cintura.
—¿Quién lo hace mejor? ¿Él o yo?
Ansel no esperaba esa pregunta. Lo pensó brevemente antes de responder. Si ya había soltado la bomba, mejor dejar que explotara por completo.
—ÉL.
Sin pensarlo dos veces, Emmett lo besó con furia. Sus labios se movían con una mezcla de desesperación y hambre. Su lengua invadió la boca de Ansel con una intensidad abrumadora, dejándolo mareado por la falta de aire. Cada beso era voraz, casi inhumano. Apenas se separaban para tomar una rápida bocanada de oxígeno, y luego Emmett volvía a devorar sus labios, como si quisiera borrar cualquier rastro de Evan de él.
Las manos de Emmett recorrían su piel por encima de la ropa, acariciando su muslo y su espalda con ansiedad. Ansel sabía que no debía ilusionarse, pero su corazón latía desbocado. Guardaría esas caricias sin significado en lo más profundo de su ser y las apreciaría siempre.
—¿Sigue siendo mejor que yo? —murmuró Emmett sobre sus labios. Sin embargo, antes de que Ansel pudiera responder, su boca fue nuevamente tomada por los labios ajenos. Emmett estaba enojado, y lo dejaba claro con cada mordida y beso impaciente.
—Eres mejor —logró decir Ansel, separándose ligeramente.
—Entonces, ¿por qué te besaste con otro? ¿No soy suficiente para ti?
Emmett se apartó y Ansel pudo ver un rastro de tristeza en sus ojos azules. Tal vez Evan tenía razón y Emmett simplemente no sabía cómo admitir lo que realmente sentía. Si lo presionaba lo suficiente, quizá al final terminarían siendo una pareja, tal como él deseaba. Sin embargo, al sentir cómo Emmett lo abrazaba con fuerza y escondía su rostro en su cuello, decidió que molestarlo ya no importaba.
—Fue él quien me besó, y en mi corazón, tú siempre serás suficiente para mí —dijo Ansel, esperando que sus palabras no fueran tomadas a la ligera por su testarudo amigo.
Emmett, por su parte, sintió una cálida satisfacción expandirse lentamente en su pecho, un calor envolvente que lo inundaba. Con una sonrisa que no podía ocultar, estrechó con más fuerza la cintura de Ansel, acercándolo más, como si quisiera grabar ese momento en su memoria. El aroma de Ansel siempre le había parecido embriagador, pero ahora, con su rostro presionado contra su cuello, el olor parecía más intenso, casi irresistible. Cada inhalación lo llenaba de una paz que jamás había experimentado, pero también despertaba un deseo latente, un impulso que no podía reprimir.
El cuerpo de Emmett actuó antes que su mente. Casi sin darse cuenta, inclinó su cabeza y rozó la piel del cuello de Ansel con sus labios, saboreando su calidez, antes de hundir sus dientes en su piel. Primero, la mordida fue suave, como una advertencia, pero al sentir la respuesta involuntaria de Ansel -ese pequeño jadeo ahogado que su amigo intentó ocultar-, algo dentro de Emmett despertó. Mordió con más firmeza, succionando con cuidado, dejando que la piel de Ansel enrojeciera bajo la presión de sus labios y dientes.
Ansel, sorprendido por el acto, apretó los labios para no dejar escapar ningún sonido que pudiera delatar lo que sentía en ese momento. El dolor fue leve al principio, pero pronto una ola de sensaciones lo recorrió. No era solo la mordida en sí, sino la cercanía abrumadora de Emmett, la forma en que su cuerpo parecía pegarse al suyo, como si no hubiera espacio suficiente entre ambos. El calor de la piel de Emmett contra la suya, el aliento tibio que exhalaba mientras mordía, todo ello despertaba en Ansel una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar.
El dolor se transformó lentamente en algo más. El corazón de Ansel comenzó a latir con fuerza, su respiración se volvió pesada. Sentía la presión de los dientes de Emmett, pero también el cosquilleo que dejaba cada succión en su piel. Cerró los ojos con fuerza, intentando no dejar que su cuerpo traicionara lo que realmente sentía. Sin embargo, era imposible ignorar la conexión que ese simple acto había creado entre ellos. La mordida no era solo una marca física; parecía una declaración silenciosa, un reclamo que Emmett hacía sin palabras, pero que resonaba profundamente en ambos.
Finalmente, Emmett soltó la mordida, pero no se apartó. Sus labios rozaron la piel enrojecida, y con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento anterior, dejó un suave beso sobre la marca recién formada. Aún podía sentir la sangre de Ansel latiendo bajo su boca, el calor que emanaba de su cuerpo, y una satisfacción oscura se apoderó de él al ver la pequeña marca que había dejado.
Ansel, todavía atrapado en la oleada de sensaciones, no se movió. Sentía el latido de su propio corazón resonando en sus oídos, mezclándose con su respiración entrecortada. La mordida le había dolido, sí, pero también lo había dejado vulnerable de una manera que no esperaba. Se mordió el labio, tratando de calmar el torbellino de emociones que lo invadía, pero el beso suave que Emmett dejó en su piel lo hizo estremecerse.
Emmett, con una sonrisa satisfecha, susurró con voz baja y grave:
—Para que no olvides que soy el único que puede besarte.
Esas palabras, cargadas de una posesividad que Ansel nunca había imaginado en su amigo, resonaron en el aire como una promesa inquebrantable.