La Luna Oscura Del Rey Lycan

La cumbre de Alfas estaba a punto de comenzar. Manadas de todo el reino se habían reunido para una gran noche en la que muchos tendrían la oportunidad de encontrar a su pareja destinada. Pero, sobre todo, varias lobas tendrían la oportunidad de convertirse en la pareja del rey licántropo del Reino Silver Moon

Gina era una de las candidatas y, para muchos, quien tenía más posibilidades, ya que era hija del Alfa más fuerte del reino y de una Beta de generaciones. Caminaba con elegancia, luciendo un vestido azul que acentuaba sus curvas y un maquillaje suave que resaltaba sus labios con un tono rosa pastel.

—Eres la más hermosa —dijo el Alfa Mauro al ver a su hija—. La única digna de ser una reina —añadió.

—Gracias, papi —respondió Gina, abrazándolo con fuerza. Frente a todos, se comportaba como una persona noble.

Todos se encontraban en el jardín principal, alrededor de una enorme fogata, esperando la entrada del rey licántropo. Una vez que él apareciera, todo se decidiría. Solo una se convertiría en la Reina Luna de Silver Moon.

Emily llegó justo a tiempo. Apenas había logrado encontrar un vestido decente para esa noche. Noah le había dicho que esa noche encontrarían a su pareja destinada, por lo que estar ahí era primordial.

Cuando Gina la vio, se enfureció. Emily no tenía por qué estar allí.

—Papi, sácala de aquí, nos avergonzará —siseó Gina.

—Lo sé, pero no podemos hacer un escándalo —dijo el Alfa Mauro, tratando de controlar su ira.

Gina suspiró. Pensaba que su padre era demasiado noble con Emily, pero ella no lo sería. Caminó hacia ella y se puso enfrente. Emily tragó saliva al verla.

—¿Qué haces aquí? Nos estás avergonzando —soltó Gina, mirando de un lado a otro.

—Por favor, déjeme estar aquí. Prometo no estorbarles —suplicó Emily.

Era su única oportunidad para encontrar a su destinado.

—No, lárgate —ordenó Gina.

Emily se negó a irse; quería quedarse, solo hasta encontrar a su pareja.

—Emily, obedece —intervino el Alfa Mauro. Ella lo miró y su cuerpo empezó a temblar.

—Mi loba despertó, puede sentir a nuestra pareja, por favor —suplicó.

Gina soltó una maldición. Emily no debía quedarse. A pesar de que era tratada como una sirvienta, Emily era hija de Alfas, por lo que podía tener más posibilidades de convertirse en la pareja destinada del rey licántropo.

—¿Crees que tu pareja te aceptará? Solo mírate, eres una asquerosa pordiosera, te rechazará en cuanto te vea —se burló Gina.

Emily se mordió el labio. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se prometió no dejar que ninguna escapara.

—Lárgate antes de que te dé una paliza —amenazó el Alfa Mauro.

Emily bajó la mirada y se dio la vuelta. Gina tenía razón. Si su pareja la veía, simplemente la rechazaría. Ella no era más que una simple sirvienta. Comenzó a alejarse, pero antes de salir por completo del jardín, se anunció la entrada del rey licántropo.

Como todos los presentes, tuvo que arrodillarse. Si no lo hacía, lo tomarían como una falta de respeto, aquel silencio se hizo largo, ella levantó un poco la mirada. El rey licántropo, ese ser poderoso, caminaba entre la multitud, olfateando, lo que significaba que había encontrado a su pareja.

El hombre de cabellos claros y ojos miel se detuvo frente a Gina y pronunció la palabra: "Pareja". Ella levantó la mirada y respondió lo mismo. Gina era la destinada del rey de Silver Moon, lo que la convertía en una reina, su reina.

Los aplausos no tardaron en escucharse. Finalmente, Silver Moon tenía a su Reina, lo que haría al reino más poderoso.

—¡Nos atacan! —se escuchó entre los gritos de felicidad.

Todos se pusieron en posición. Lobos feroces y ajenos al reino aparecieron en la oscura noche y empezaron a atacar el lugar, arruinando el momento especial.

—¡Protejan a su reina! —ordenó el rey licántropo.

Emily observaba atónita, sin poder moverse. Todos empezaron a pelear para proteger a Gina, la reina Luna de Silver Moon, pero el ataque los había tomado por sorpresa y los lobos enemigos parecían haberlo planeado a la perfección.

Vio a uno de los lobos enemigos correr hacia ella.

—¡Emily, corre! —gritó Noah.

Emily obedeció y empezó a correr lo más rápido que pudo, adentrándose de nuevo en el oscuro bosque. Sin tener siquiera un rumbo, con el único anhelo de sobrevivir, siguió corriendo. Pero su débil cuerpo, golpeado, llegó a su límite y cayó al suelo. Fue rodeada por dos lobos. Ella se giró y los miró por unos segundos, luego bajó la mirada. Lo mejor era no resistirse; tal vez así se apiadarían de ella y le darían una muerte tranquila.

Los dos lobos se miraron el uno al otro, comunicándose mediante el enlace. Luego, dirigieron su mirada hacia Emily. Uno de ellos le lanzó una de sus enormes patas, pero solo la dejó inconsciente.

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Emily despertó al sentir el movimiento. Miró a su alrededor y vio a varias personas, en su mayoría mujeres, esposadas con pesadas cadenas. Estaban dentro de un camión con rumbo desconocido.

Trató de moverse, pero su cuerpo le dolía. Ahora también le dolía la cabeza. Llevó una mano a su frente; la sangre del golpe que recibió ya se había secado. Suspiró pesadament.

—¿Noah? —la llamó a través del enlace.

—Estamos bien —susurró Noah.

Emily suspiró de nuevo. ¿Cómo podía decir eso Noah? No estaban para nada bien. Estaban en un camión con rumbo desconocido, y lo más probable era que las convertirían en esclavas, aunque para ella eso no era algo nuevo, ya lo era desde su nacimiento.

El viaje parecía largo. De vez en cuando, el camión se detenía, abrían una de las puertas y unos hombres les pasaban comida y agua, sin decir una sola palabra. Después, cerraban la puerta y continuaban su camino.

Emily solo podía pensar en la oportunidad que había tenido de encontrar a su pareja destinada. Tal vez Gina tenía razón y la habrían rechazado al ver que era una simple sirvienta. En cambio, Gina fue bendecida al convertirse en la pareja del rey licántropo de Silver. Recordó cuando comenzó el ataque, la forma en que el rey la aferró a él y ordenó a todos que la protegieran. En ese momento, sintió envidia, pues ella jamás tendría la bendición de ser protegida de esa manera.

El camión se detuvo de nuevo, aunque no había pasado mucho tiempo desde la última parada. Las puertas se abrieron, y esta vez vieron a más hombres vestidos con ropas militares negras.

—¡Salgan! —ordenaron.

Todos se levantaron y comenzaron a bajar. Emily fue la última y notó que ya era de noche. Los hicieron caminar hasta el centro de un terreno baldío. Una vez todos reunidos, fueron rodeados por los hombres, que llevaban mangueras y comenzaron a mojar a todos con agua helada.

Emily trató de cubrirse el rostro. Los chorros de agua eran dolorosos para su cuerpo débil, pero quejarse no serviría de nada. Cuando terminaron, les lanzaron unas bolsas con ropa.

—¡Vístanse! Deben estar presentables para conocer a su nuevo Rey —ordenó uno de ellos.

—¿Nuevo rey? —susurró Emily, mirando a su alrededor para tratar de averiguar dónde se encontraban.

Se apartó un poco para vestirse. Se sentía incómoda al ser vista, ya que nunca antes había tenido la necesidad de desnudarse frente a los demás, pues al no tener a su loba no podía transformarse.

Se puso unos jeans y una blusa rosa de tirantes. Trató de acomodar su cabello castaño y húmedo. Miró sus brazos; tenía algunos moretones de los golpes que recibió de Gina. Los más graves, a su parecer, eran los de sus costillas.

—¡Todos al centro! —ordenó el que parecía ser el líder. Era un hombre alto, robusto, de cabello castaño oscuro, con barba de candado y una cicatriz debajo del ojo izquierdo—. Cuando nuestro Rey llegue, deberán arrodillarse, y ninguno debe verlo. Si lo hacen, se mueren —dijo de manera atemorizante.

Unos segundos después, llegó un vehículo negro. De él bajó un hombre al que ni siquiera logró ver por completo, pues sintió una poderosa presión autoritaria que la tiró al suelo de rodillas, y no solo a ella, sino a todos los que habían viajado con ella.

Emily sentía que no podía respirar. Su corazón latía con fuerza y su cuerpo hervía. No entendía lo que pasaba. Trató de pedir ayuda a Noah, pero incluso su loba estaba alterada. Algo no estaba bien; desde que ese hombre bajó del auto, todo su cuerpo reaccionaba de una manera que jamás había sucedido antes.

El hombre de cabello negro como la noche, robusto y con una espesa barba de candado, se acercó a ella. Emily solo podía ver sus lujosos zapatos negros; ni siquiera podía levantar la mirada. Sentía tanto miedo. ¿Qué estaba pasando?

Ese hombre se arrodilló sin que sus rodillas tocaran el suelo. Con una de sus enormes manos, le tomó la barbilla y la levantó con lentitud. Sus ojos, oscuros como la noche, se encontraron con los hermosos ojos avellana de Emily, que lo miraban con confusión y miedo.

- Pareja-

—Mía —gruñó con su ronca voz.

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