Mico brilla bajo las luces de los escenarios, Tina vive entre raíces sencillas y reale. Sus mundos nunca debieron haberse cruzado, pero lo hicieron; entre secretos y la presión de la fama, tendrán que decidir si lo que sienten vale el riesgo de perderlo todo.
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capitulo 2: Orgullo herido.
Mico no podía concentrarse. Habían pasado dos días desde aquel encuentro, pero la imagen de esa chica seguía apareciendo en su mente sin aviso.
No recordaba la última vez que alguien la había mirado así, con tanta indiferencia. Normalmente bastaba con que sonriera para que los demás se deshicieran en halagos, pero esa tal Tina... ni siquiera se había inmutado.
Ni una palabra amable, ni un “te admiro” o “me gusta tu música”. Solo una mirada seca y un gesto de molestia.
Apoyó el codo en la mesa del estudio y suspiró.
—¿Estás bien? —le preguntó su mánager, que revisaba unos papeles.— Llevas veinte minutos mirando la pared.
—Nada, estoy pensando.
—¿En qué?
—En una idiota.—soltó sin pensarlo.
El hombre levantó una ceja, divertido.
—¿Una fan?
—No.—respondió rápido, con un tono demasiado a la defensiva.— Una chica que no me soporta.
El mánager soltó una risa baja.
—Eso suena interesante.
—No lo es.—refunfuñó Mico, girando la silla— Fue grosera, ni siquiera me miró bien.
—Tal vez solo no le gustas.
—A todo el mundo le gusto.
—Por eso justamente.—respondió él, encogiéndose de hombros.— No estás acostumbrada a que alguien te diga que no.
Mico frunció el ceño. No quería admitirlo, pero le dolía. No por el rechazo en sí, sino porque la reacción de Tina había herido algo que ni siquiera sabía que tenía: su orgullo.
Mientras tanto, Tina revolvía su café con fastidio en la cafetería donde trabajaba.
—¿Todavía seguís pensando en la cantante esa?—preguntó Sofía, su compañera y amiga.
—No.— mintió, mirando hacia otro lado.
—Tina, si no te importara no estarías haciendo una cara de “quiero estrangularla pero no puedo porque es famosa”.—Tina bufó y apoyó la frente en la mano.
—Es que me sacó de quicio, Sofi. Se cree el centro del universo, ¡Por favor!—Sofía se rió.
—Bueno, para ser justos tú también la trataste mal.
—No me importa.—replicó Tina, alzando la voz—No me cae bien la gente que se cree superior.
—Entonces te va a costar vivir en el mundo real. —bromeó Sofía.
A pesar de su tono firme, Tina no podía negar que algo en esa chica le había llamado la atención. Quizás era la seguridad con la que se movía, o la manera en que sus ojos; aunque altivos, parecían esconder cansancio. Pero no lo admitiría ni bajo tortura.
Cuando su turno terminó, salió al anochecer. El aire estaba tibio y olía a pan recién hecho de la panadería de la esquina.
Caminó distraída por las calles, sin notar que alguien la observaba desde un auto estacionado.
Mico había salido a “limpiar la cabeza”, según le dijo a su mánager, aunque en realidad solo quería comprobar algo. Había memorizado el nombre del lugar donde trabajaba Tina y la curiosidad la había ganado.
No entendía por qué quería verla otra vez. Tal vez para demostrarle que no era como ella pensaba. O tal vez, aunque no lo admitiría ni ante sí misma; porque esa indiferencia la había dejado intrigada.
Cuando la vio salir, con el cabello suelto y el uniforme arrugado, sintió una punzada extraña. Tina no tenía nada especial a simple vista, pero había algo en su forma de caminar, en esa expresión de “me da igual todo”, que la hacía imposible de ignorar.
Impulsivamente, bajó del auto.
—¡Eh!.—llamó.
Tina se giró, sorprendida, frunció el ceño al reconocerla.
—¿Qué haces aquí?
—Pasaba por casualidad.
—Claro.—ironizó Tina— porque seguro una cantante famosa anda paseando por esta zona por casualidad.— Mico se cruzó de brazos.
—No tienes por qué ser tan mala. Solo quise saludarte.
—¿Y para qué?— preguntó Tina, mirándola directamente.—¿Para que esta vez sí te reconozca y te pida un autógrafo?
Esa frase fue como un golpe. Mico apretó los labios y respiró hondo.
—No soy tan frágil como crees.
—¿Ah, no?.—replicó Tina— Entonces deja de buscar aprobación en los demás.
—No busco aprobación.
—¿Ah, no?—insistió.— ¿Y por qué estás aquí?
El silencio que siguió fue incómodo. Mico no tenía una respuesta lógica. Tampoco Tina. Se quedaron mirándose, desafiándose, como si una estuviera esperando que la otra cediera primero.
Finalmente, Mico habló:
—Porque me caíste mal.
—Perfecto, el sentimiento es mutuo.
—Y quería entender por qué.
Esa confesión tomó por sorpresa a Tina. No supo qué responder. Mico la observaba con seriedad, sin el aire arrogante de antes.
Por primera vez, Tina notó que detrás del maquillaje y la fama había una chica, normal. Vulnerable, incluso.
Pero no iba a dejar que la confundiera.
—No hay nada que entender.—dijo, dando un paso atrás— Somos distintas, eso es todo.
Mico la siguió con la mirada mientras se alejaba. No podía evitar sonreír, aunque fuera con frustración. Esa chica tenía algo que la descolocaba completamente, y odiaba no tener el control.
~
Esa noche, Tina intentó concentrarse en sus estudios, pero las palabras se le mezclaban. La escena con Mico volvía una y otra vez a su mente.
—¿Por qué tuvo que aparecer? —murmuró, cerrando el cuaderno.
Había algo en esa mirada que la desarmaba, como si hubiera visto más de lo que ella quería mostrar. Y lo peor era que no sabía si la odiaba por eso o si simplemente le tenía miedo.
Del otro lado de la ciudad, Mico estaba en su departamento, sentada en el sofá, con la guitarra apoyada en las piernas.
Llevaba una hora tratando de componer algo, pero cada vez que rasgueaba una cuerda, la imagen de Tina se metía entre los versos.
Terminó dejando la guitarra a un costado y se cubrió el rostro con las manos.
—Esto es ridículo.—susurró— Ni siquiera me cae bien.
Sin embargo, cuando cerró los ojos, recordó el tono desafiante en su voz, la forma en que le sostuvo la mirada sin miedo. Y sin querer, sonrió.
Quizás el orgullo herido no era lo único que sentía.
~
Los días siguientes ambas intentaron seguir con sus rutinas. Tina volvió al trabajo y Mico continuó con sus ensayos, pero la tensión invisible entre ellas parecía crecer.
Una por enojo, la otra por confusión. Ninguna sabía muy bien qué quería, solo sabían que algo había cambiado desde aquel encuentro.
Y aunque no se lo dijeran, las dos sabían que tarde o temprano volverían a cruzarse.