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Fernando López: La Elección de un Hombre

Fernando López: La Elección de un Hombre

Status: Terminada
Genre:Mafia / Matrimonio arreglado / Amor eterno / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:0
Nilai: 5
nombre de autor: Tânia Vacario

FERNANDO LÓPEZ fue obligado a asumir a una esposa que no quería, por imposición de la “organización” y de su abuela, la matriarca de la familia López. Su corazón ya tenía dueña, y esa imposición lo transformó en un Don despiadado y sin sentimientos.
ELENA GUTIÉRREZ, antes de cumplir diez años, ya sabía que sería la esposa del hombre más hermoso que había visto, su príncipe encantado… Fue entrenada, educada y preparada durante años para asumir el papel de esposa. Pero descubrió que la vida real no era un cuento de hadas, que el príncipe podía convertirse en un monstruo…
Dos personas completamente diferentes, unidas por una imposición.

NovelToon tiene autorización de Tânia Vacario para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 2

El escritorio de Don Enrique López aún exudaba poder. La madera oscura, el olor a cigarro impregnado en los muebles y la cortina de terciopelo pesado bloqueando cualquier vestigio de luz natural, creaban la atmósfera perfecta para decisiones innegociables.

Fernando entró con pasos firmes, pero los ojos pesaban.

Ahora, a los 30 años, era un hombre moldeado por cicatrices. La ausencia de los padres ya no ardía en el pecho, pero había dejado un vacío rellenado por obligaciones, pérdidas y, sobre todo, elecciones mal hechas.

Más de una década al lado de Valéria Garcia lo había transformado en un superviviente emocional. La pasión de la juventud había dado lugar a un amor tortuoso, marcado por idas y venidas, escándalos sofocados y promesas vacías.

Sentado detrás de la mesa, el viejo Don Enrique López lo observaba con la frialdad de sus casi 80 años.

—Siéntese.

Fernando permaneció de pie.

—Prefiero quedarme de pie.

El abuelo alzó una ceja, como quien veía allí la repetición de un patrón que ya no quería tolerar.

—Son diez años, Fernando. Diez años de postergación. De aplazamiento, de vergüenza silenciosa para esta familia. Ya no eres un muchacho.

—Soy lo que usted hizo de mí —respondió Fernando, sin dudar.

Don Enrique López ignoró la provocación.

—Ya fui paciente lo suficiente. Te dejé vivir tu ilusión con esa mujer. Pero el tiempo se acabó —Don Enrique golpeó la mano sobre la mesa—. El matrimonio con Elena Gutiérrez va a ocurrir —los ojos del hombre mayor se estrecharon— o perderás el derecho al mando.

El nombre Elena flotó como una acusación. Fernando apretó los puños.

—Eso es chantaje.

—Eso es destino —replicó Don Enrique con voz grave—. Le juraste a tu madre, en el lecho de muerte, que honrarías el acuerdo de la familia. Juraste delante de mí que cumplirías tu papel.

Fernando se acercó un paso con una mirada amenazadora.

—Tenía 20 años. Acababa de enterrar a mis padres. Estaba perdido.

—¡Y yo te ofrecí estructura! —gritó el viejo, levantándose de la silla con dificultad y sintiendo el pecho apretarse—. Te di la dirección. Y todo lo que pido ahora es que cumplas tu parte. Elena Gutiérrez esperó por una década. Discreta, leal... ella sabe más sobre nuestros negocios de lo que te imaginas. Al lado de ella, serás como un rey. Al lado de esa Valéria...

Don Enrique soltó una risa seca.

—Serás solo un hombre humillado por amar a una mujer que ama más el espejo que a ti.

Fernando apretó los dientes.

—No puedo vivir una mentira. Llamar esposa a una mujer sin atractivo alguno.

—Entonces asiste a tu hermano asumir tu lugar. Alejandro está listo. Y diferente de ti, él no confunde lealtad con deseo, él reconoce el valor de Elena Gutiérrez.

El silencio explotó como un tiro entre los dos. Fernando encaró al abuelo por algunos segundos y después, sin decir nada más, le dio la espalda y caminó hasta la puerta.

Antes de salir, habló sin mirar hacia atrás:

—Prefiero perder todo a vivir con una mujer que no amo. Que Alejandro haga buen provecho.

Y cerró la puerta con la fuerza de quien acababa de romper años de devoción.

El apartamento que Fernando mantenía para Valéria, se localizaba en el centro de Madrid.

Era un lujo meticulosamente montado para impresionar. Todo gritaba estatus: los sillones italianos, las obras de arte moderna, los espejos de marcos dorados. Pero nada ofuscaba el brillo de ella, que incluso a los 28 años, parecía cada vez más deslumbrante.

Estaba frente al tocador, pasando un labial escarlata cuando el timbre sonó.

Sonrió. Sabía quién era.

Fernando entró sin esperar invitación, los ojos cargando aún el peso de la discusión con el abuelo.

Valéria Garcia salió del cuarto y corrió hasta él con entusiasmo, abrazándolo como siempre hacía cuando quería algo.

—Llegaste temprano... no te esperaba —mintió ella.

Él no respondió al abrazo, estaba tenso.

—¿Aconteció algo? —ella preguntó, retrocediendo ligeramente.

Fernando la miró a los ojos. Los ojos color ámbar de ella aún lo hipnotizaban, incluso después de tantos años. Incluso con todas las peleas, las mentiras y las reconciliaciones, parte de él aún quería creer que había amor allí.

—Él quiere que me case con Elena Gutiérrez —dijo.

Valéria parpadeó algunas veces, sorprendida.

—Eso no es novedad. Ese asunto vuelve todos los años.

—Esta vez es definitivo. O me caso con ella, o Alejandro asume la organización.

Ella cruzó los brazos a la defensiva. No estaba en sus planes perder el estatus de señora López.

—¿Y qué respondiste?

—Que prefiero quedarme contigo —él la estrechó en un abrazo—. Dejé claro que no me importa el poder. Dije que puedo recomenzar en otro lugar, una nueva vida contigo.

El silencio que se siguió fue gélido.

Valéria Garcia abrió los ojos. La sonrisa que antes moldeaba el rostro bonito como una máscara, desapareció. Ella retrocedió dos pasos.

—¿Tú... rechazaste el mando de la organización?

—Sí —Fernando respondió, serio.

—¡Fernando! ¿Rechazaste la organización? ¿Por mí?

—Sí, por nosotros. Por nuestra historia —él dio una sonrisa torcida—. Finalmente libre, sin jueguitos y sin fingimientos.

—¿Y tu abuelo?

—Olvídalo. Tengo 30 años, algunas economías e inversiones, puedo cuidar de ti...

—Fernando... la organización…

Antes de que él continuara, su teléfono sonó, era su abuela María del Pilar.

📱—Fernando, ven para casa.

📱—No, abuela. No me uniré a una chica Valéria y me quedaré con ella.

📱—Tu abuelo no está bien...

📱—Llama a un médico. No retrocederé en mi decisión. Él estaba muy bien cuando salí de allí...

📱—Él ya no lo está y él pidió por ti.

La voz trémula de su abuela, hizo que Fernando percibiera que algo estaba errado. Agarró el abrigo y corrió para fuera del apartamento lujoso en que mantenía a Valéria Garcia hacía 10 años.

Cuando llegó a la mansión, la noche ya caía. Las luces de la casa no estaban todas encendidas, y había carros diferentes estacionados.

María Del Pilar lo esperaba, el rostro grave y ojos húmedos.

—Él aún está consciente. Pide por ti...

Fernando respiró hondo, intentando tragar un nudo que subía por la garganta.

—¿Esto es serio?

—Mucho. Tus hermanos están llegando en breve.

Él pasó por ella sin decir nada más. A cada paso que daba por los corredores, memorias venían: las aulas forzadas, las broncas, las órdenes incuestionables...

La sombra de Don Enrique siempre había estado presente en cada decisión de su vida.

Al entrar en la ala reservada solo para atenciones médicas, encontró al abuelo acostado, pálido, con tubos conectados a la nariz y un monitor cardíaco pitando en ritmo lento.

Don Enrique abrió los ojos al sentir su presencia. Por primera vez su expresión no era de mando. Era de súplica.

Fernando sabía que a partir de allí, su vida cambiaría, pero no tenía idea de cuánto.

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