"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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una vida miserable
Amara era una joven de cabello oscuro que siempre ocultaba sus ojos detrás de unas gafas de montura gruesa. Su ropa grande y desajustada, le daba un aspecto desaliñado, y era un recordatorio constante de que no encajaba. En la universidad, se había convertido en la burla de sus compañeros. Las risas y los murmullos siempre la acompañaban, como un eco cruel que nunca la dejaba en paz. Desde pequeña, su vida había sido un infierno, y la universidad no era la excepción.
Sus padres se habían separado cuando ella solo tenía siete años. Su madre, al poco tiempo, se casó con otro hombre y prácticamente la abandonó. Amara se quedó viviendo con su padre, que no la veía más que como un objeto de intercambio, algo que podía utilizar para obtener beneficios. A su nueva esposa tampoco le importaba mucho. Solo veía a Amara como una criada que podía encargarse de la limpieza y el orden en la casa. Y así fue cómo su propio hogar se convirtió en una cárcel para ella.
Pero su infierno no terminaba en casa; se extendía hasta la Universidad Iris, un prestigioso lugar donde los jóvenes de familias acomodadas se preparaban para el futuro. Amara había ingresado allí persiguiendo un sueño imposible: el amor de Javier Moretty. Lo había conocido en el instituto, y cuando se armó de valor para confesarle sus sentimientos, él solo se burló de ella, humillándola frente a todos. A pesar de eso, Amara no se rindió. Creía que con el tiempo, Javier podría cambiar y verla de otra manera, pero las cosas solo empeoraron.
Javier era el hijo de uno de los empresarios más importantes de Azula, y su atractivo y carisma le habían ganado la admiración de todos. Y ahora, en la universidad, Amara enfrentaba un nuevo obstáculo: Cassandra, una joven de familia acomodada y con un interés evidente por Javier. Cassandra no tardó en descubrir la obsesión de Amara por él, y desde entonces, la convirtió en su blanco favorito. Era la líder de un grupo que se dedicaba a atormentar a la joven sin piedad.
Aquella mañana, como tantas otras, Amara caminó con la cabeza gacha por los pasillos de la universidad, tratando de pasar desapercibida. Pero las risas y los murmullos siempre la seguían. Sus compañeros la miraban con desprecio, algunos susurrando insultos apenas la veían pasar.
—Ahí va la ratoncita otra vez —decían entre risas—. ¿Crees que hoy también se va a quedar sola en la cafetería?
Los comentarios la herían, pero Amara se esforzaba en ignorarlos. Se dirigió hacia su casillero, buscando refugio en sus libros, esperando que ese día fuera distinto. Pero al llegar, se encontró con un grupo de chicos esperándola con sonrisas maliciosas. Uno de ellos la empujó contra los fríos metales de su casillero, haciendo que sus gafas cayeran al suelo y se rompieran.
—Lo siento, no vi que estabas ahí —dijo uno de ellos con una mueca de burla, mientras los demás reían.
Amara se inclinó para recoger las gafas, pero antes de que pudiera hacerlo, otro chico la tomó del brazo y la empujó dentro de su propio casillero, cerrando la puerta con un golpe seco. Quedó atrapada en la oscuridad, con el frío metal presionando su espalda y las risas burlonas resonando del otro lado. Golpeó la puerta con todas sus fuerzas, pero nadie la escuchaba.
—¡Déjenme salir, por favor! —gritó, pero su voz se apagaba entre las risas que se alejaban.
Estuvo encerrada por lo que parecieron horas, hasta que finalmente la puerta se abrió de golpe. Amara cayó al suelo, y al levantar la vista, se encontró cara a cara con Javier. Su corazón se aceleró, pero la expresión en el rostro de él solo reflejaba desprecio.
—Aléjate de mí —dijo Javier con frialdad—. Eres una molestia, Amara, una sanguijuela que no deja de seguirme. ¿Cuántas veces debo decirte que no quiero verte?
Los ojos de Amara se llenaron de lágrimas, pero Javier no mostró compasión alguna. La miró como si fuera la cosa más repulsiva del mundo.
—Jamás podría enamorarme de alguien como tú, no solo por tu familia, sino por el asco que me produces —añadió antes de darse la vuelta y marcharse, dejándola tirada en el suelo, rota y humillada.
Los presentes que habían presenciado la escena solo se rieron. Nadie le ofreció una mano, nadie la consoló. Amara se levantó tambaleante, recogió las piezas rotas de sus gafas y salió de la universidad sin rumbo. No importaba hacia dónde caminara; el dolor seguía persiguiéndola.
La noche cayó mientras deambulaba por las calles vacías de Azula, sus pasos la llevaron hasta un puente solitario. Se apoyó en la barandilla, observando el agua negra que corría abajo. Todo lo que sentía era un vacío abrumador, una soledad que la consumía.
—Lo siento —murmuró, más para ella misma que para alguien más, antes de dar un paso hacia el vacío y dejarse caer.
El impacto con el agua fue rápido, un frío que cortó su piel y se llevó el último aliento de vida que le quedaba. Sin embargo, mientras su cuerpo caía hacia la oscuridad, una presencia se acercó desde el más allá.
Dahna, con sus alas negras y su mirada fría, observó cómo el alma de la joven abandonaba su cuerpo. Se acercó al borde del puente y suspiró con frustración antes de realizar su tarea. Estiró una mano, y con un toque, curó cada herida que la caída había dejado en el cuerpo de Amara.
—Patética —murmuró Dahna para sí misma mientras se incorporaba en el cuerpo de la joven, tomando control de su existencia—. Esta niña solo vivió buscando amor. ¿Quién necesita esos sentimientos tan banales?
Dahna se levantó, ajustando el uniforme empapado de Amara. La demonio estaba furiosa, atrapada en la miserable vida de una universitaria débil y sin esperanza. Pero sabía que no tenía otra opción, así que tragó su enojo y aceptó su nuevo destino.
—Bien, ahora hare de esta miserable vida algo divertido. jajaja — dahna tenia una mirada vacia y manipuladora, ella no era cualquier demonio, era el peor de todos —patéticos humanos, se creen jueces, miserables escorias es lo que son, pero ya que estoy acá me divertiré, satanás se arrepentirá de su decisión.