Solo Un Deseo

El almuerzo no era mi momento favorito del día. El comedor de la Universidad siempre estaba lleno de risas con conversaciones animadas y grupos de amigos disfrutando de un descanso entre clases. Para otros, era un espacio de relajación, pero para mí, significaba atravesar una jungla.

A pesar de todo, hoy me había animado a acompañar a Shannon. Ella se adelantó con su bandeja, caminando con la seguridad que siempre la caracterizaba luciendo una bonita ropa de invierno, mientras yo iba unos pasos detrás. Cuando vi que encontró una mesa vacía, solté un suspiro de alivio. Pensé que esta vez el almuerzo sería tranquilo.

Iba absorta en mis pensamientos, con la mirada fija en mi bandeja de tallarines al jugo y demás, cuando sucedió. Sentí un tropiezo brusco, como si el suelo se abriera bajo mis pies. Todo pasó tan rápido: mi cuerpo cayendo hacia adelante, la bandeja volando de mis manos, y el sonido húmedo y pegajoso de la comida aterrizando sobre mí.

El primer impacto fue físico: el dolor en las rodillas al chocar con el suelo frío y duro. Pero el verdadero golpe vino después… las risas. Primero fueron un par de carcajadas aisladas, pero pronto se convirtieron en una ola que llenó el comedor entero.

—¡Qué torpe!

—¿No sabe caminar o qué?

—¡Mírenla! ¡Es un plato andante de tallarines!

Sentí que la sangre subía a mi rostro mientras intentaba incorporarme. El jugo de los tallarines empapaba mi suéter, y pequeños trozos de comida se habían quedado enredados en mi cabello. No quería mirar a nadie. Pero entonces los escuché. Eran ellos. La mesa de mi prima Hannah y sus amigos.

—¡Vaya espectáculo! ¿Cuánto te pagaron para hacer el show? —preguntó uno de los chicos entre carcajadas.

—Es la primera vez que hace algo interesante en su vida. —añadió otro.

—¡Oye, Brooke! ¿Te tocó el menú especial? Parece que hasta trajiste el postre encima. —gritó otro, golpeando la mesa mientras el resto reía aún más fuerte.

Me limpié el rostro con las mangas, pero eso solo empeoró la situación, esparciendo aún más el jugo rojo por mi piel. Quería desaparecer, pero los comentarios no cesaban.

—¡Cuidado, chicos! ¡No vayan a pisar el 'arte' que dejó tirado en el piso! —dijo una voz femenina.

Era Hannah, mi prima. Ella, que debería haber sido un apoyo, que debería haberme defendido. Pero no. Estaba riéndose como siempre, inclinándose hacia atrás en su asiento mientras daba golpecitos en la mesa. Su cabello perfectamente alisado y su impecable maquillaje contrastaban con mi estado desastroso. Su risa destacaba entre todas las demás, alta y clara, como si disfrutara cada segundo de mi humillación.

—Siempre tan torpe. —agregó, con un tono venenoso que golpeó en lo más profundo de mí.

—Me sorprende que no te hayan dado ya un premio por payasa. ¡Esto fue lo mejor que has hecho en todo el semestre! —dijo otra.

Algunos de los chicos de su grupo comenzaron a imitar mi caída, exagerando los movimientos mientras estallaban en risas. Uno incluso tomó un tenedor y simuló "comer" los restos de comida del suelo, provocando más carcajadas.

—¡Qué vergüenza! —susurró alguien en otra mesa, pero lo suficientemente alto como para que lo escuchara.

—¿Y esa estudia artes? Qué ironía, ni siquiera puede caminar recto —añadió otra voz.

Las palabras eran como agujas, clavándose una a una. Intenté no mirarlos, pero cada vez que levantaba la cabeza, encontraba más ojos sobre mí. Algunos me miraban con burla, otros con lástima, lo cual era casi peor.

Hannah se inclinó hacia mí y susurró:

—Te lo mereces, esto es lo que obtienes por asustar a mi madre por culpa de ese maldito perro. ¿Sabes qué, Brooke? Deberías agradecerme. Al menos ahora todos te notaron. Algo es algo, ¿no?

Eso fue suficiente para romperme. Mis manos temblaban mientras intentaba recoger los restos de mi bandeja, pero las lágrimas nublaban mi visión. No quería llorar frente a ellos, pero mis ojos ardían, y mi garganta estaba cerrada por la humillación. El comedor entero seguía lleno de risas. Mi caída se había convertido en el espectáculo del día, y yo, en la payasa sin intención de serlo.

De repente, la multitud que rodeaba la escena se dividió, y allí estaba Shannon, caminando con determinación, sosteniendo una bandeja rebosante de tallarines. No dijo nada mientras se abría paso entre las miradas curiosas y los murmullos. Su expresión era de una furia contenida, y su mirada era fuego puro. Nadie se atrevió a detenerla.

Con un movimiento preciso, levantó la bandeja y la volcó por completo sobre Hannah. El contenido cayó con fuerza, cubriendo a mi prima desde la cabeza hasta el torso. Tallarines y jugo escarlata se deslizaban por su cabello perfectamente arreglado y su ropa cara.

—¡¿QUÉ TE PASA?! ¡¿ESTÁS LOCA?! —gritó Hannah, poniéndose de pie de un salto mientras intentaba quitarse la comida de encima. Su rostro estaba rojo, no solo por la mancha que se extendía por su camisa, sino también por el puro enojo—. ¡MIRA LO QUE ME HICISTE! ¡MI ROPA ESTÁ ARRUINADA!

Shannon, con su postura firme y la barbilla en alto, no titubeó ni por un segundo. Su respuesta fue un sonido seco: el eco de una cachetada que resonó en todo el comedor.

—¿QUIÉN TE CREES TÚ? ¿PIENSAS QUE ERES INTOCABLE? DÉJAME DEJAR ALGO CLARO: NI TÚ NI TUS AMIGOS VUELVAN A METERSE CON BROOKE —dijo Shannon con un tono cortante, cada palabra un filo.

Hannah se quedó boquiabierta, su mano tocando la mejilla que Shannon acababa de marcar. Antes de que pudiera responder, Shannon dirigió su atención al chico que había estirado la pierna para hacerme tropezar. Lo agarró de la nuca y, con una fuerza que nunca había visto en ella, lo empujó hacia la mesa. La comida que él mismo había estado disfrutando ahora cubría su rostro.

—Divertido, ¿verdad? ¿Ahora qué se siente ser “la broma”? —amenazó Shannon, soltándolo con un empujón que casi lo hace caer de su silla.

El silencio en el comedor era absoluto. Nadie se atrevía a moverse. Algunos parecían contener la respiración, esperando ver qué más haría. Ella, sin embargo, no había terminado. Giró hacia los demás en la mesa de Hannah, su mirada intimidante.

—Van a limpiar todo este desastre. ¡AHORA! Y si alguien tiene alguna queja, puedo asegurarles que mañana las compañías de sus padres estarán en bancarrota. ¡LIM-PIEN!

No hubo respuesta. Solo movimientos apresurados mientras los chicos de la mesa, comenzaban a recoger los restos de comida y limpiar el suelo. Todos sabían que la familia de Shannon era poderosa y muy influyente. Y nadie podía hacerle algo ni menos refutar.

Shannon no esperó a ver si cumplían. Tomó mi mano, con un agarre firme pero reconfortante, y me llevó fuera del comedor, dejando atrás las miradas incrédulas y los susurros que pronto se transformarían en rumores.

No dije nada mientras me arrastraba hasta los baños de mujeres. Mi mente aún estaba tratando de procesar todo lo que acababa de pasar. Las manos de Shannon se movieron rápidamente, empapando toallas de papel con agua para comenzar a limpiar mi rostro y mi ropa. Su rostro permanecía serio, pero en su mirada había un destello de indignación que parecía arder cada vez más. En eso, rompió el silencio con su tono firme:

—¿Cómo alguien como ella puede ser parte de tu familia? No entiendo cómo compartes la misma sangre con alguien tan despreciable…

Me quedé callada, sin saber cómo responder. En el fondo, yo misma me había hecho esa pregunta muchas veces.

—Es que... no lo entiendo —continuó, casi hablándose a sí misma—. Tú, que eres tan diferente, y ella, una mierd... bueno, ya sabes lo que pienso. No merece ni siquiera que la llames prima. Qué desperdicio de la palabra “familia”.

No pude evitar sonreír un poco. El tono enojado de Shannon combinado con sus intentos de animarme me arrancó una pequeña risa. Ella me miró, alzando una ceja y esbozando una ligera sonrisa triunfante.

—Ah, ahí está. Una sonrisa. No dejes que alguien como ella te quite eso, ¿de acuerdo, Brooke?

Su comentario me hizo sentir una pequeña chispa de calidez en medio del caos que había sido ese día. Mientras me secaba el rostro con cuidado, Shannon cambió de tema para distraerme. Habló de cómo la última vez que alguien intentó humillarla, terminó siendo "una lección que nadie en esa escuela olvidó".

—Así que, si crees que lo de hoy fue mucho, deberías haberme visto entonces. Soy una leyenda… —dijo con un tono exagerado, agitando las manos como si narrara una historia épica.

No pude evitar soltar una carcajada. Shannon era realmente buena en hacerme sentir mejor, incluso en los peores momentos.

Después de un rato de ayudarme a lavarme el pelo, se detuvo, me miró de arriba abajo y chasqueó los dientes.

—Necesitas ropa limpia. No puedes quedarte así. Espera aquí, iré a mi casillero y te traeré algo para que te cambies.

Antes de que pudiera responder, ya estaba saliendo del baño con paso decidido, dejando tras de sí ese aura de confianza que parecía iluminar todo a su alrededor.