Hermanos Moreau

Nero me llevó a un restaurante japonés, hacía tiempo que no iba.

Yo aún estaba en éxtasis por la humillación que le hizo a Camille delante de mí y de Sabine, y solo imaginando la rabia que ella debía de estar sintiendo en ese momento.

Jamás se quedaría callada ante una situación así, nadie merece ser maltratado, y menos por una persona que no tiene ningún vínculo con la empresa y que se cree la dueña.

¿Será que él no se da cuenta de la víbora con la que está a punto de casarse? ¿Qué tipo de hechizo tiene Camille sobre él que le hace cerrar los ojos ante ese tipo de actitudes? Y lo que más me impresionó fue la facilidad con la que ella cambió de voz y de conducta en su presencia.

—¿En qué piensas tanto?

—En el último espectáculo al que asistimos…

Pone cara de no entender y entonces le explico mejor.

— ¡En el circo que montó Camille!

Suspira y se pasa la mano por el pelo y dice:

—Voy a hablar con ella, esto no se va a repetir. Estoy cansado de sus actitudes, no quiero tomar ninguna decisión en caliente. Vamos a olvidarlo, no es asunto tuyo y quiero disfrutar del almuerzo, ya que ayer no aprovechamos nuestra cena.

—Está bien.

—Me di cuenta de que te animaste con el viaje a Ibiza.

—Mucho, incluso siendo solo cuatro días.

—Haremos lo posible para conocer el máximo en esos días entonces.

—¿Siempre acompañas (al equipo)?

— ¿Sinceramente? ¡No!

—¿Por qué vas a ir esta vez entonces?

Siento curiosidad por su respuesta.

—Dos motivos, el primero porque no voy a dejar que vayas sola con Tom y el equipo.

—¿Y el segundo?

Duda un poco antes de hablar.

—¡Quiero pasar ese tiempo contigo!

—¿Va Camille?

Pregunto sin rodeos.

—No, Kira, vamos a disfrutar solo nosotros dos en tus ratos libres de las grabaciones.

Me animo, ¡va a ser genial! Terminamos el almuerzo hablando de lo que íbamos a hacer en Ibiza, nos quedamos dos horas en el restaurante y luego volvimos.

—¿Quieres quedarte en casa?

—No, me gustaría hablar con Sabine si no la molesto.

—Ok.

Llegamos a su planta, él la saluda y se dirige a su despacho.

Me acerco a ella y le pregunto:

—¿Estás muy ocupada?

—No, solo estoy revisando la agenda del mes que viene para reprogramar las citas de la semana que estaremos fuera.

—¿Tomamos un café?

—No puedo alejarme de aquí, podemos tomarlo en la cocina, así si llega alguien o llaman lo oiré.

—Perfecto.

Me conduce por el pasillo y entramos en una sala frente a la de reuniones.

Era una cocina muy bien equipada y bonita, solo Nero y ella estaban en esa planta e imagino que la usaban para almorzar y preparar café cuando él tenía gente.

—¿Quieres café expreso?

Me pregunta mientras me siento en la mesa y pongo mi bolso en la otra silla.

—Ah, sí, por favor.

Lo pone en la máquina y luego me lo trae haciendo lo mismo con su taza y se sienta frente a mí.

—¿En qué puedo ayudarte, señorita Kira?

Me pregunta.

—Puedes empezar por quitar ese "señorita" delante, solo Kira es suficiente.

Me sonríe, Sabina era una mujer hermosa y exótica, mestiza y muy elegante.

—Como desees, Kira.

—Así está mucho mejor. Sabine, me preocupó la forma en que Camille se comportó contigo, ¿ya lo había hecho antes?

Ella aparta su mirada de mí y duda.

—Mira, prefiero no entrar en ese asunto, al fin y al cabo es la prometida de mi jefe y necesito mucho mi trabajo.

—Eso ya lo dice todo. Nero puede estar al frente de la empresa y ser el CEO, pero todo esto pertenecía a mi madre por ahora, y estoy segura de que ella jamás permitiría que ninguno de nosotros tratáramos a ningún empleado de esa manera. Al fin y al cabo somos un equipo, y para que todo funcione necesitamos del apoyo y profesionalidad de cada uno de los que forman parte de Joyería Monreau, desde el cargo más bajo hasta el más alto. Así que, Sabine, si Camille o cualquier otra persona, incluido él, te trata con falta de respeto, repórtalo a Agnes. ¡No tengas miedo!

—Es muy noble por tu parte, señorita... digo Kira. Doña Camille tiene un temperamento difícil y autoritario, pero ya estoy acostumbrada a su falta de educación. Recordaré tu consejo en caso de que haya algún otro episodio como este.

—Me alegro. No eres menos que nadie aquí dentro, has estudiado y luchado por tu puesto de secretaria ejecutiva, y sé que haces un trabajo excelente, así que no permitas que te humillen, y menos una niñata pija y estirada.

Acaba sonriendo con mi última frase.

—Dime, ¿qué haces en tu tiempo libre?

—Bueno, comparto piso con mi madre, solo somos nosotras dos.

—¿Qué pasó con tu padre?

—Pensó que la vecina era mejor que nosotras dos, y se fue con ella. Por suerte para nosotras.

—¡Hombres!

—Es difícil entenderlos...

—¡Yo lo digo! Bueno, si no vas a hacer nada después del papeleo, voy a encontrarme con una amiga en su trabajo, ¿quieres ir?

—¿No molestaré?

—Si fuera así, ¡no te invitaría! (risas)

—¡Tienes razón! Creo que puedo ir un rato, sí...

—Estupendo, toma nota de mi teléfono que te paso la dirección y nos vemos allí.

Sabine lo apunta y vuelve al trabajo, llamo a la puerta de Nero para despedirme y me voy a casa.

Aprovecho el resto de la tarde para descansar y hablar con mi madre, la pongo al día de todo, incluso de la falta de educación e histerismo de la prometida de Nero. Como imaginé, no se alegró nada de saberlo y juró que hablaría con él sobre Camille y sobre ese compromiso sin sentido. Ella nunca se había metido en su relación, y nunca se había tragado ese compromiso. Cuelgo el teléfono y me doy un baño para encontrarme con las chicas. Me ha gustado Sabine y espero que podamos ser amigas.

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