Ángel de la Luna, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida; es una niña de alta sociedad y yo solo soy su escolta personal.
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EN EL INFIERNO
¿Por qué sigues aquí?, grito Maria Fernanda Castel, sus ojos reflejaban el más puro sentimiento de odio, siempre amenazantes y dispuestos a destruirlo todo.
- Estudio en este lugar, acaso no lo sabe, llevo una semana tomando la misma clase con usted señorita.
- Ja, ja, ja, pero que ven mis ojos, pareciera que quieren sangrar al encontrarme de frente con tan detestable sujeto, nuestros mundos son completamente diferentes, no logro aún asimilar, como los directivos pueden consentir que una criatura como usted, pise de forma tan descarada esta renombrada institución.
Alejandro no respondió, se limitaba a observar el deplorable comportamiento de Maria Fernanda, hija de un prestigioso político, una dama sumamente altanera, que humillaba a quienes no pertenecia a su mismo nivel socioeconómico.
Todos en la clase lo empezaron a instigar, conocían su vida austera y de las limitaciones económicas de las que era partícipe, para esa altura de la situación, ya todos debían de saber sobre la forma en la que había ingresado a estudiar, no entendía en que momento sus compañeros se habían tornado tan hostiles con él, o si era solo por unos pocos seres humanos, dominantes y con demasiados prejuicios, los que lideraban el incesante ataque sin motivos razonables.
Alejandro estaba absorto en sus pensamientos, taciturno, levanto la mirada y la innegable tristeza en sus ojos se hacia cada vez más visible, por primera vez en esa semana queria huir, marcharse, no volver jamás; recogió sus libros, su dignidad, la poco paciencia que aún le quedaba y salió del aula, mientras a lo lejos escuchaba las risas burlescas de los que eran sus compañeros.
Se sentó en el jardín, debajo del frondoso sauce que lo cobijaba del abrasador calor del sol, que para ese momento, pasaba del medio día; miro hacia el inmenso cielo, limpio de cualquier rastro de nube, dispuesto a escucharlo, en silencio y por qué no, ofrecerle un poco de consuelo.
Empezó a rebobinar su vida, los recuerdos le llegaban con premura e inundaban su mente, nada ocurrió como su cerebro lo imaginaba, todo era un caos, pero estaba bien, era parte de la vida en ese momento.
Ese primer día llegó con gran entusiasmo, dispuesto a sobresalir, sin embargo, solo tuvo que pisar aquel lugar para comprender que la diferencia de estatus era abismal, mientras él se acercaba caminando, después de bajar de la línea del tren y caminar unas calles, los demás llegaban en lujosos carros, vestidos con las más finas y elegantes telas.
En el aula de clase nadie se le acercó, todos lo miraban raro, era cómo si un ser de otro planeta hubiera llegado a perturbar la paz de aquel lugar. Sus compañeros más infames eran Marcos y Daniel y por supuesto Maria Fernananda, le hacían todo tipo de bromas hirientes, dañaban sus pertenencias, era acusado constantemente con los superiores y directivos de cometer faltas que perjudicaban el buen nombre de la prestigiosa universidad, aún sabiendo que nada de eso era verdad; sin embargo, gracias a su capacidad intelectual lograba salir victorioso de todas y cada una de esas falsas acusaciones.
- Voy a ser el mejor, no me rendiré jamás, demostraré que también puedo resistir en este lugar, esta es mi prueba, superaré los obstáculos y seré un ganador, me convertire en el protagonista de un juego de aventuras- se decía a si mismo, en voz alta, con la finalidad de reforzar su determinación.
-¿Eres Alejandro Beltrán?¿Un estudiante becado?
- Si, soy yo, ¿quien eres? preguntaba mientras levantaba la mirada.
- Me llamo Emiliano y al igual que tú, también estoy aquí gracias a una beca, pero sabes creo que dejaré de estudiar en este plantel.
-¿Por qué dices eso?
- Ya no puedo soportar los incesantes ataques de mis compañeros, me ven como a un ser inferior, soy tímido e introvertido, se me hace muy difícil defenderme de ellos.
- No lo hagas, no deberías renunciar tan pronto, podemos ganar en estrategia, inteligencia y determinación, vamos a ser los protagonistas en este campo de batalla ¡ya lo verás!
Emiliano esbozó una tierna sonrisa. Tienes razón, estamos aquí porque somos los mejores en lo que hacemos.
- Muchas gracias por tus palabras, me siento un poco mejor.
Katarina se disponía a maquillarse, también era una chica muy bella, su cabello rubio, corto a la altura del cuello, sus ojos color miel y sus labios gruesos, le daban a sus 19 años, un aire de mujer interesante y sensual, su sonrisa coqueta, podría hacer ruborizar a quién estuviera en frente.
- ¿Saldrás con Marcos? Preguntó Ángel de la Luna
-Así es, llevamos dos meses de novios, me gusta bastante, mis padres organizaron nuestro compromiso cuándo aún éramos niños, en mi caso no me veo afectada por esa decisión, Marcos es un gran chico, comprensible, amoroso e interesante.
- ¿Y en tu caso Luna? ya sabes quién será tu prometido, tienes 18 años, tarde o temprano tu padre elegiría un candidato para ti, alguien que sea digno de pertenecer a la casa Beaumont, no aceptará de ningún modo, que tengas una aventura con un chico guapo que no cumpla con sus expectativas.
- Cómo osas decir esos disparates, por ahora quiero concentrarme en estudiar, en aprender, en conocer, en disfrutar de mi vida, de los privilegios que me han sido otorgados; el compromiso y por ende el matrimonio, no están dentro de mis planes próximos.
- ¿Y si te enamoras de alguien que tu padre no apruebe? Sonreía maliciosamente Katarina, mientras colocaba su mano en el rostro.
- Basta ya, podrías por favor, dejar ese tema, si llegase a suceder algo así, ya lo pensaré con calma cuándo ocurra.
- Me voy, no quiero llegar tarde a mi cita con Marcos, esta noche iremos a cenar con sus padres en la mansión de las afueras de la ciudad.
- Vaya, por eso estás tan espléndida y absolutamente preciosa.
-¿Eso crees?
- No olvides que el lunes, empezamos nuestras clases ya nos hemos tardado lo suficiente y debemos ponernos al corriente.
- Está bien, el lunes nos vemos, te voy a presentar a Marcos y sus amigos.
- Adiós Kata
- Te quiero Luna