"Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Tenía todo lo que siempre había deseado: padres amorosos, una hermana que era mi mejor amiga y un novio que se suponía que me amaba desinteresadamente. Pero un día, al descubrir secretos ocultos que giraban en torno a mí, sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. ¿Cómo podría haber estado tan ciega?, ¿cómo puede confiar tanto en esas personas?; estos secretos estaban a punto de sacudir los cimientos de mi familia y destruir mi relación."
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Capitulo XVII Escape de la realidad
Punto de vista de Gabriel
Llegamos a la iglesia y saludamos a algunos conocidos, yo me sentía orgulloso de tener a mi lado a la mujer más hermosa de ese lugar. Y es que Kristen irradiaba belleza y llamaba la atención en cualquier parte que llegaba. Nos sentamos en nuestros lugares y una ola de celos me invadió cuando vi que miraba fijamente a Leonardo. Quería tomarla de la mano y sacarla de ese sitio inmediatamente, pero me controlé y llamé su atención, pero lo que ella me respondió me dejó sorprendido, pues era cierto, casarse sin amor debía ser un castigo. Entonces entendí que ella sentía lástima por mi sobrino porque cuando me miró a mi cambio su expresión y su dulce sonrisa me recordó que ella solo era mía y de nadie más. Sello nuestra conversación con un suave beso, haciéndome sentir el hombre más afortunado del mundo.
La novia llegó y vi como Leonardo la miraba con desesperación, mi sobrino estaba sufriendo y mi hermano no hizo nada para ayudarlo. Desde mi punto de vista todo esto era una estupidez, Leonardo pudo dar la cara por ese niño y su madre sin necesidad de casarse; sin embargo, mi hermano era más tradicional y no permitiría que Leonardo dejará a una joven embarazada por ahí además, el qué dirán también lo afectaba.
La ceremonia terminó y Leonardo estaba casado con la hermana de Kristen. El pobre parecía que estaba en un funeral, pero Irene se veía radiante y aparentemente feliz. Nos fuimos al salón donde se llevaría a cabo el festejo a los novios yo no me separaba ni un segundo de Kristen, ella no quería estar sola y yo no quería que estuviera sola. Estábamos conversando siendo interrumpidos por Emperatriz.
“Veo que su relación va en serio?”, dijo la señora de manera despectiva.
“Claro que va en serio, yo amo a su hija y ella me ama a mí, que más serio que eso”, respondió Gabriel besando mi mano.
“Sigo sin estar de acuerdo, pero allá ustedes ahora los dejo, voy con mi Irene que si supo hacer las cosas”, dijo esa señora mirando mal a Kristen. Me molestó mucho su actitud, como si su hija no fuera digna de nada, cuan equivocada estaba porque su hija era un tesoro invaluable.
“Imagino que por hacer bien las cosas, se refiere al hecho de casarse embarazada y obligar a un hombre a casarse con ella”, no pude evitar que esas palabras salieran de mi boca. El Gabriel que mantenía oculto por mi amada prometida salió sin avisar.
"¿De qué habla, señor Linares?, mi niña y su sobrino se casaron por amor y de ese amor resultó mi futuro nieto.
“Ja, ja, ja, eso es una broma. Mi sobrino parece estar en su funeral en vez de en su boda”, había llamado la atención de los invitados, todos estaban escuchando lo que le decía a mi querida suegra. Lo sentía por Leonardo, pero no iba a permitir que nadie humillara a mi futura esposa. ¿Qué tipo de hombre sería si permitiera algo así?
“Eso no es cierto, Leonardo está muy feliz al igual que mi hija”.
“Diga lo que le dé la gana, ahora sí nos disculpa nos retiramos, está fiesta me parece tan desagradable”, agarre la mano de Kristen y la saqué de ahí. Ella no dijo ni una sola palabra. Simplemente me siguió.
Cuando llegamos al carro, me miró con admiración, se lanzó encima de mí y me beso con mucha pasión, a lo que yo correspondí gustoso. No le hice el amor ahí mismo, porque estábamos con el chófer en el auto.
“Llévanos al aeropuerto”, le pedí al chófer volviendo a nuestros lugares.
“¿Al aeropuerto?”, pregunto Kristen confundida.
“Es una sorpresa”, respondí pasando mis dedos por los suaves labios de mi mujer.
Llegamos al aeropuerto y subimos a mi avión privado, quería pasar el fin de semana con Kristen sin que nadie nos molestara, sabía que ella tenía mucha pasión que no desataba por temor a ser escuchada, pero él quería explorar todas las facetas que ella tenía para mostrar. Llegamos a mi isla privada y conduje hasta la casa que estaba en el centro de la isla, este era un lugar paradisíaco donde el azul del cielo se juntaba con el del mar y la brisa suave parecía susurrar secretos de amor. Kristen miraba a su alrededor, los ojos brillantes de asombro y alegría. La casa era moderna, con grandes ventanales que ofrecían vistas espectaculares del océano y una piscina infinita que se perdía en el horizonte.
"¿Es esto real?", preguntó, casi sin aliento. Su voz tenía un matiz de incredulidad que me hizo sonreír.
"Real como mi amor por ti", respondí, acercándome a ella y envolviéndola en mis brazos. Sentí cómo su cuerpo se relajaba contra el mío, como si todo el estrés de la boda y la presión familiar se desvanecieran en ese instante.
"Esto es increíble, Gabriel", dijo mientras miraba el paisaje. "No puedo creer que hayas planeado todo esto".
"Quería que tuviéramos un tiempo solo para nosotros, lejos de las miradas críticas y de las expectativas familiares. Aquí podemos ser quienes realmente somos", le dije, guiándola hacia la terraza donde había una mesa decorada con velas y flores frescas.
Al caer la tarde, la luz dorada del sol comenzaba a desvanecerse, creando un ambiente mágico. Serví una cena ligera y brindamos por nosotros, por este nuevo capítulo que comenzábamos juntos.
Mientras comíamos, no podía evitar robarle miradas furtivas; cada vez que sonreía o reía, sentía que mi corazón se llenaba de una felicidad indescriptible. Era fascinante ver cómo su risa iluminaba el lugar más que cualquier lámpara.
Después de la cena, decidí llevarla a la playa. Caminamos descalzos por la arena suave, el sonido de las olas rompiendo contra la orilla era como música para mis oídos. La luna llena reflejaba su luz sobre el agua, creando un camino plateado que parecía guiarnos hacia un mundo solo nuestro.
"¿Alguna vez has sentido que estás exactamente donde necesitas estar?", le pregunté mientras nos deteníamos frente al mar.
"Sí", respondió Kristen, girándose para mirarme directamente a los ojos. "Y ahora mismo me siento así".
Sin pensarlo dos veces, me incliné hacia ella y sellé nuestras palabras con un beso profundo y lleno de promesas. Era un momento perfecto; el tipo de momento que se siente eterno.
Pero en lo profundo de mi mente, no podía evitar pensar en Leonardo y en lo que había sucedido en la boda. La tristeza por su situación me perseguía; deseaba poder ayudarlo a encontrar su propia felicidad. Pero ahora era momento de enfocarme en Kristen y en lo que significaba para mí.
"Vamos a hacer un pacto", dije repentinamente.
"¿Un pacto?", preguntó con curiosidad.
"Sí. Prometámonos siempre ser honestos el uno con el otro sobre lo que sentimos y queremos", propuse.
Kristen asintió con una sonrisa traviesa. "Me parece justo. Pero también prometamos disfrutar cada momento juntos".
"Trato hecho", respondí con una sonrisa mientras tomaba su mano y caminábamos hacia el horizonte, listos para enfrentar cualquier desafío juntos.
La noche avanzó entre risas y confidencias bajo las estrellas, dejando atrás las sombras del pasado y abriendo paso a un futuro lleno de posibilidades y amor verdadero.